sábado, 31 de octubre de 2009

Fabian y Margarita

- Fabian!, esconde al niño que ahí viene la Benemérita.

- ¿Y dónde lo pongo, si no cabe en ningún sitio?

- Ponlo donde se te ponga, por Dios, qué hombre sin recursos!

Diez años y setenta kilos. Y eso que por orden de la asistenta social lo habían puesto a dieta. De lunes a viernes. Bajó diez kilos en seis meses, que serían veinticinco si no se hubiera atiborrado con bigmacs y riskettos los sábados, y con donuts y gusanitos y brazos gitanos rellenos de crema pastelera los domingos.

- a ver señora, entréguenos al niño, que aquí traigo la orden del conselleiro. Y esta vez no se resista, que todavía tengo el morao en la espinilla de la última vez.

- por encima de mi cadáver.

- no se ponga teatrera, que no tengo toda la tarde.

- ¿pero cómo me van a quitar el niño porque esté gordo, Cristo Bendito?

- pero cómo gordo, Margarita, que su hijo es un fenómeno que no cabe por el portón de urgencias de la escuela, jolín!. Y que sufre desamparo, que lo dice aquí el papel.

Margarita se esforzó en decir que no, que desamparo el del juez Garzón contra Pedro Jota, que a su hijo le daban todo el cariño que necesita para crecer fuerte (como un titán el jodido) y sano.

Eso repetía el abogado de la familia, que el niño crecía sano y feliz, y que la Administración debía haber educado a los padres sobre la importancia de una dieta equilibrada.

Así que mucho cursillo prematrimonial y mucha leche pero nadie te explica qué es la dieta mediterránea, y luego tienes hijos, les das de comer para que nadie vea que los tienes desnutridos y te los quita la Xunta.

Yo creo que no nos tendrían que enseñar nada. Que en un país como España, te tendría que salir del alma enseñar a los hijos a comer como Dios (que es como decía Elvira Lindo el otro día que hay que entender lo de la dieta mediterránea), que es como se come en este bendito país.

1 comentario:

Sofia dijo...

De vuelta al blog, ahora que he recuperado la conexión a internet.

Como bien sabes, se traduce por tu ironía final, el sentido común que se debería aplicar a todo lo que hacemos, falla estrepitosamente aunque se demuestre por tamaño y condición que ya hemos superado hace mucho tiempo la edad de la inocencia.

¡Y no será porque no se insiste en decir que se es lo que se come!