lunes, 31 de mayo de 2010

Haré lo que pueda, dijo.

Y ganó las elecciones.

domingo, 30 de mayo de 2010

Montilla y Revilla

Un día de esta semana comparecía Montilla, el president de la Generalitat de Catalunya, en el Senado, e intentaba convencer a sus señorías de la necesidad de hacer algo para que el Estatut no se quede a vivir en el edificio del Tribunal Constitucional, donde lleva cuatro años de despacho en despacho, muerto de asco.

Revilla, presidente de la Comunidad Autónoma de Cantabria, no fue, según él, porque "oir a uno de Córdoba con traductor es muy fuerte".

De lo cual se deduce:

Primero, que a Revilla le importa un pimiento cómo funcione el Tribunal Constitucional, si bien o mal. Tiene otras preocupaciones, vamos.

También, que los de Córdoba, si van a las Cortes Generales, o hablan con el presidente de Cantabria, tienen que hablar en español, aunque sean presidentes de otro país, como Lituania, o Catalunya.

A lo mejor, que Revilla no se ha leído la Constitución, entera.

Que Revilla no sabe quien es José Montilla, o que lo único que sabe es que nació en Córdoba, aunque es catalán.

Que el presidente de Cantabria no sabe catalán, como Aznar.

Que estaba pescando con unos amigos unas anchoas para regalar a Zapatero y se le escapó el exabrupto, sin saber que había periodistas.

Pero qué país, por Dios!.

sábado, 29 de mayo de 2010

Formentera


Formentera es una isla muy bonita que está ahí, en mitad del Mediterráneo, un poco a desmano. Por eso a nadie se le ocurriría casarse allí, porque menuda faena para los invitados, a los que la gracia les sale la torta un pan.

Eso debieron pensar unos cuantos oficiales del Ejército del Aire, menudo gracioso el teniente Mijangos, ir a casarse en Formentera el jodido, y encima invitarnos a toda la escuadrilla, es que la novia es de alli, concho, pues menos mal que no es del Hierro, o del islote Perejil, o de Cabrera o de Conejera.

Acabaron arrestados por utilizar tres aeronaves del Ejército para ir a la boda. Desde Mallorca fueron. Bueno, algo es algo. Por lo menos no fueron desde El Ferrol.

Lo malo de estas noticias es que desaparecen enseguida de los periódicos, y ya no hay forma de saber cómo se defenderán los acusados, que es lo único interesante del asunto: que si la gasolina la pagamos de nuestro bolsillo, que aprovechamos para hacer las horas de vuelo que necesitaban los suboficiales para completar su periodo de formación, que de paso hicimos el mantenimiento de las avionetas, que estaban las aeronaves ahí, muertas de risa, que si no llegábamos y yo era el padrino...

Y luego anda el presidente del Gobierno recortando medio punto de aquí y un cuartillo de allá. Mejor invertir en explicar de quién es lo público, y que lo público no se toca cuando no toca.

Qué país, por Dios.

viernes, 28 de mayo de 2010

modo aparcado

Aparqué, eché el freno de mano, paré el motor, saqué las llaves, bloqueé el volante, miré por el retrovisor lateral a ver si venía alguien, y como no venía nadie, abrí la puerta empujando hacia afuera con el hombro izquierdo, y no mandé a un perrillo contra la pared de un puertazo porque él, con una destreza que para mí la quisiera, esquivó el golpe metiendose por debajo, de la puerta. Lo que no esquivó fué mi pisotón, al que respondió con un sonido que yo transcribiría como aing, y zafándose a la par que yo me trastabillaba y caía al suelo desparramando llaves, maleta, gafas, sombrero y cartera.

- Joder, dijo el dueño del can.

- Joder, ¿qué?, contesté.

Y ahí quedó todo.

En un alarde de prudencia ahorré el joder cuándo, el joder cómo, el joder dónde y el joder quien, y tambien el joder con el perro. Y el dueño del animal se debió ahorrar también un buen discurso porque puso cara de vaya mierda de humanos que van por la vida asustando perros y se fue.

Todo esto pasa porque mi coche no tiene un dispositivo de autorregulación del espejo retrovisor lateral, de manera que por la autopista permita ver coches y camiones y trolebuses, y cuando aparcas, perritos, gatitos, hurones y lagartijas, pasando del modo carretera al modo aparcado de manera automática.

Mierda de coche que tengo, tú.

jueves, 27 de mayo de 2010

Ver y leer


Es sorprendente la claridad con la que algunas personas ven las cosas (tan diferente de la niebla que tengo permanentemente delante de mis ojos).

Mi compañera de trabajo tiene las gafas clasificadas en gafas de ver (también llamadas gafas "de lejos") y gafas de leer (también conocidas con el sobrenombre de gafas "de cerca"). Y por eso no confunde las unas con las otras. Y se pone unas para conducir y otras para corregir. Unas para ir al cine y otras para coser un dobladillo. Unas para mirar el paisaje de su tierra, León, tan ancho él, y otras para ojear El País.

Yo no puedo. Y no ayudó en nada el tema de las bifocales.

He pensado que por eso, porque sus gafas son de las "de ver", a mi hijo Xavi le cuesta tanto leer, aunque ve estupendamente. Ayer fuimos a la playa y no se le escapaba ni un cangrejo entre las rocas (qué tierno verle trepar con el culillo al aire y las gafas llenas de salitre bien puestas en su sitio!).

Así que mañana mismo vuelvo a Alain Aflelou a comprarle unas gafas de leer. Mira que no haber caído antes...

miércoles, 26 de mayo de 2010

ritmos distintos


Todo lo bueno y lo malo van de la mano, y así también mi encanto y mi estupidez. Ocurre que hay un desajuste temporal entre mi ritmo de perder y mi ritmo de encontrar. Esto es, que nunca encuentro lo que busco, pero en el afán encuentro lo que perdí anteayer, o la semana pasada, o hace un mes. Y aunque el cabreo de perder es inmenso, el gozo de hallar lo que no buscas lo hace más llevadero.

Por ejemplo, buscando en la guantera del coche las llaves de casa encontré el portaminas, que no sé quién lo puso allí, maldita sea, y al abrir la carpeta de asuntos personales pendientes, que no hay dios que le meta mano de llena que está, encontré, ahí es nada, el pequeño protector de plástico de la cabeza magnética de la fuente de alimentación del ordenador.

A veces, cuando es invierno y no encuentro algo que perdí ayer, saco la ropa de verano y rebusco en los bolsillos. Siempre encuentro algo, y eso me ayuda a bajar la ansiedad. Dos euros, un cartucho de tinta para la pluma que encontré al lado del portaminas en la guantera del coche cuando fui a buscar las llaves de casa, un preservativo que le dio la sexóloga a mi hijo, no sé para qué, y que yo confisqué inmediatamente, un recordatorio de una primera comunión o un bonometro de Madrid a medio usar.

Y entre que no tengo tiempo y que no sé cómo se hace, no pongo ningún empeño en ajustar mis ritmos de perder con los de encontrar.

martes, 25 de mayo de 2010

perdidos

Llevo un mes sin dormir. He perdido el trabajo. He perdido amigos. Pero ha merecido la pena.

¿Un voluntario en Haití?

¿Un montañero en una operación de rescate en el Himalaya?

¿Un activista en huelga de hambre para reivindicar respeto a su libertad de expresión?

Nada de eso. Un espectador de "Perdidos" esta mañana en la SER, justo antes de que pasen el último episodio de la última temporada.

¿Que para qué sirve la tele, aparte de para hacer que la gente haga tonterías?

Para que los niños te amarguen el sábado por la mañana.

Para quemarla en la sanjuanada.

Para anestesiarte.

Para meterte en la vida de los demás, la cual debería importante un pito.

Para ver cómo se exhiben los horteras.

Y para cosas buenas, también:

Para que los niños aprendan estrategias de negociación.

Para dar uso a las mantas de la tele.

Para decorar un rincón de la sala.

Para adquirir habilidad con el dedo índice (otros dicen hacer zapping)

Para dormir la tele. O la siesta.

Para ver el Mundial, antes (ahora, si no pagas, nada)

Y no me sé más.

lunes, 24 de mayo de 2010

sociología (3)


Como podéis ver en la imagen, no soy el único que ejerce la sociología los fines de semana.

Los mismos ojillos que al sociólogo de Forges se me ponen a mi al ver, como cada domingo del mes de mayo, desfilar delante de mi terraza del aperitivo a niños repeinados y a niñas de peluquería vestidos de forma estrafalaria. Minutos antes han llenado la parroquia hasta la bandera, ellos y sus familias, y ahora van camino del banquete, donde celebrarán el encuentro del niño con lo trascendente.

Y con lo que se celebran ahora las efemérides, no quiero ni imaginar lo que será cuando celebren la comunión número 100.

domingo, 23 de mayo de 2010

mierda y justicia


Igual que donde huele mal es que hay mierda, o cualquier otra cosa apestosa, y donde huele bien es que hay colonia denenes o flores o un sofrito de tomate y cebolla, donde huele a justicia suele haber justicia.

Donde trabajaba Garzón olía a justicia. A justicia humana, quiero decir. Defectuosa, lenta, intempestiva, desencarnada, altiva, pretenciosa, sabelotodo, pelín parcial, hoy a favor de unos y mañana de los otros, nunca a gusto de todos, torpe, obtusa, poco adaptada a los tiempos o a los lugares, sentencias churriguerescas unas y sencillamente incomprensibles otras, y a veces hasta surrealistas, como un cuadro de Dalí pero en sentencia. A justicia como huele en todos los Juzgados y Tribunales. Justicia, en fin, de hombres y de mujeres, y no divina, que es lo que les gustaría a muchos inconformes, aunque luego sean ateos.

Cuando tanta gente noble critica que se haya apartado a Garzón del ejercicio de sus tareas de juez, y tanta gente miserable se frota las manos por lo mismo, es que se mezclan las cosas. Los olores, vamos. Y en lugar de oler la mierda a mierda y la justicia a justicia, la justicia huele a mierda y la mierda a justicia.

sábado, 22 de mayo de 2010

gracias por la aclaración



Yo ya me imaginaba que el Rey no trabajaba cargando cajas en el puerto de Barcelona, pero que el médico que lo operó lo confirmara disipó todas mis dudas, porque alguna vez yo sí le había visto en los pantalanes del Port Vell.

También me imaginaba que los etarras que se reúnen en los pisos que tienen por ahí para planificar atentados no comienzan sus reuniones con el rezo del rosario, pero que el ministro Rubalcaba lo subrayara alivió mi mente de devaneos gratuitos.

Si no fuera por esta vocación por ser gráficos en las descripciones estaríamos todo el día imaginando cosas absurdas, con el consiguiente gasto neuronal infructuoso.

viernes, 21 de mayo de 2010

agosto en Zaragoza

En agosto en Zaragoza hace mucho calor. Mucho. El día que juré derramar por España hasta la última gota de mi sangre, siempre que España lo necesitara, claro está, que gracias a Dios aún no lo ha necesitado, y que espero que no lo necesite nunca, porque si feo está jurar, más feo está incumplir los juramentos, era el más caluroso del verano. En la explanada de San Gregorio estábamos, a la una de la tarde, a 39 grados. Todos de calor. Vestíamos el uniforme de bonito, con camisa de manga larga, corbata y chaqueta, y pantalón largo también. Y todos los correajes haciendo tilin tilin cuando desfilábamos. Las gotas de sudor bajaban lento por la cara hasta el cuello y se remetían por dentro de la ropa sin que pudiéramos hacer nada para quitarlas de ahí, en posición de firmes o de descanso, que cansa lo mismo la una que la otra. Pellicena cayó redondo en mitad de la formación, con gran estrépito de cinchas y de fusil, justo cuando tocaba presentar armas, en el momento de la consagración, para rendir honores al Santísimo. Como Dios y España jugaban en el mismo equipo, las juras de bandera iban con misa, y el soldado español, católico por cojones, le enseñaba el cetme al carpintero de Nazaret, por si no había visto nunca uno.

Pero se acabó. En 2010 España ya no obligará a ningún militar a salir en procesión en Semana Santa, ni habrá misas de campaña en los actos oficiales, ni se harán funerales católicos por héroes de la patria musulmanes.

Ya solo falta que en Zaragoza haga menos calor, pero con esto del cambio climático, todo se andará.

jueves, 20 de mayo de 2010

Tu la llevas, Maria Emilia

- A ver, Maria Emilia, ahora la llevas tú.

A la presidenta del Tribunal Constitucional le toca ahora redactar un nuevo texto de sentencia y someterlo a la votación de los demás magistrados. Ya me la imagino haciendo un corta-pega con las anteriores, a ver si cuela.

Cuatro años llevan, cuatro, dando vueltas al Estatut. Han redactado cinco ponencias y no les ha gustado ninguna. A esta le sobraba esto y a esa le faltaba aquello. Es decir, que los que más saben de la Constitución y de lo constitucional no saben si el Estatut de Catalunya es constitucional o no es constitucional. Manda huevos.

Uno con mucho sentido común les ha dicho que a lo mejor lo que procede es que lo dejen y hagan otra cosa, que ánda que no tendrán trabajo. A veces pasa, que te obcecas con algo y no te sale. A mi me pasa cuando intento meter el coche en un sitio del parking de esos con columna a un lado. Caber, cabe, pero yo estoy de no. O cuando estoy con la cabeza en otro sitio y leo y releo la misma frase del examen que estoy corrigiendo. Y no me entero de nada. Entonces mejor dejarlo.

Decía Ruiz Soroa ayer en El País que a ver a qué viene tanto meterse con el TC, con la cantidad de cosas estupendas que ha hecho, y con lo que le debemos en materia de derechos y libertades. Y yo le digo que no es eso, que al mejor escribiente le sale un borrón, y este texto se les ha atravesado. Y ya está. Que lo dejen. O que declaren el Estatut constitucional por aburrimiento. Que si en cuatro años no se han puesto de acuerdo en que es inconstitucional es que es constitucional.

O que busquen fórmulas de trabajo alternativas, que a lo mejor es que no lo cogen con gusto. Por ejemplo, que se vayan de retiro a Montserrat, y lo estudien allí, que seguro que lo entienden mejor, bebiendo vino del Priorat y comiendo unas butifarras con secas en los descansos. O que se vayan de cena, y lo traten a los postres, con unos carajillos de por medio.

Pero que hagan algo, por Dios, antes de que Maria Emilia perpetre el enésimo borrador.

miércoles, 19 de mayo de 2010

potitos

Me llamó mi hermano diciendo que venía a merendar, y fui al súper a comprar unos potitos de frutas, que sé que le gustan. No tiene dos años, no, tiene cuarenta y pico, pero le pierden los potitos. De hecho, sus hijos le castigaban sin cenar por comerse sus papillas.

Y al llegar comprobé que se habían acabado. Todos. Cuando pregunté en la caja me dijeron que son cosas que pasan. Al parecer, Jennifer Aniston y Gwynneth Paltrow, que debían estar gordas como focas del Báltico, empezaron una dieta que consiste en tomar 14 potitos al día y una buena cena. Fue conocerse la noticia y agotarse las existencias de potitos. De hecho, ha crecido también la demanda de verduras, porque a las madres no les ha quedado otra que volver a la acelga con patatas y loncha de jamón, todo hervido y bien pasado, como plato principal de la dieta de los peques.

También se han alzado algunas voces de ilustres dietistas diciendo que eso es una barbaridad. Que 14 potitos al día no hay hijo de madre que se los coma sin que el intestino se le pegue al pancreas. Y hasta los neurólogos han dicho que semejante ingesta produce regresiones severas de las funciones cognitivas. De hecho, algunas de las cuarentonas que han empezado la dieta andan preguntando a ver dónde está el exin castillos.

De todas maneras, a mi hermano le puse unos chorizos de Orozko a la sidra con una botellita de Protos. Y como es de buen conformar, no echamos de menos el nutribén.

martes, 18 de mayo de 2010

psicología

En la frutería departían la frutera y la pescadera, ociosas ambas ante la falta de clientes del sábado por la mañana. Uno de esos locales con una entrada y dos despachos, que si los ve Sanidad se les cae el pelo por mezclar las nécoras con los plátanos.

- Buenos días, buen hombre.

Nunca nadie me había llamado bueno así, a la cara, así que me sobresalté.

- Y usted por qué piensa que soy bueno.

- Por tres razones, caballero. Porque ha saludado cortesmente, porque se ha descubierto al entrar y porque sus ojeras revelan claramente que tiene al menos tres hijos, alguno en edad difícil, aunque dificil no es la edad, sino vivir con esa edad dando gusto a todo el mundo. Hijos que le quitan a usted horas de sueño o lo matan a desvelos.

Iba a preguntarle en qué Universidad de los Estados Unidos había obtenido el doctorado en psicología, pero, antes de abrir la boca, el olor a pescado me trajo la respuesta, que detrás de un mostrador se aprende todo lo que es necesario para vivir cabalmente.

lunes, 17 de mayo de 2010

sociología (2)

En una terracita al sol de la primavera, por aquello de era domingo y tocaba sociología, nos pusimos a discutir acerca de qué era eso que llevaba aquella señora amarrado con unas cintas a la muñeca. Yo, vista la edad y el estado general de la mujer, decía que podía ser un instrumento para medir la presión arterial, de esos que te leen la tensión cada diez minutos y te la comunican por sms. O un desfibrilador automático, o un suministrador de insulina. Y ella me decía que no fuera idiota, que eso no era más que una funda con dibujos del pato Donald, y que lo de dentro era el teléfono móvil.

La verdad es que lo del móvil da para horteradas de todo tipo, desde las melodías hasta las fundas y otros gadgets para convertirlos en colgajos o hacerlos fluorescentes. Pero yo me negaba a creer semejante cosa porque pienso que hasta el comportamiento más hortera tiene un límite.

Al final, ni para tí ni para mí. Aprovechando que se levantó para ir al baño, preguntamos educadamente a quien le acompañaba a ver qué era esa cosa.

O no nos entendió la pregunta o le sentó muy mal, porque nos contestó que era la bateria, que su suegra iba a pilas.

domingo, 16 de mayo de 2010

Castilla

Mis amigos curas me decían que el fenómeno de la descristianización va de norte a sur, y debe ser verdad, porque esta mañana, paseando por Las Batuecas, me he dado cuenta de que las cigüeñas ya no anidan en los campanarios, sino en los postes de la luz.

Y porque al ir a comprar unas pastas en el Real Convento de Santa Clara, en Tordesillas, asistí a la resistencia de la hermana repostera:

- Ave María Purísima.

- Buenos días, hermana, quería...

- Ave-María-Purísima.

- que buenos días digo, que me ponga...

- A-ve-Ma-ría-Pu-rí-si-ma.

- O contestas como toca o te quedas sin pastas, asistí.

- ¿Y cómo es...?

- Mierda de secularización, se oye al otro lado del torno.

- Sin pecado concebida.

- Sin pecado concebida, hermana.

- Espera, guapa, que empezamos, Ave María Purísima...

- ... sin pecado concebida.

- Muy bien, hija mía, ¿qué deseas?

- Pues quería unos pestiños y unas cocadas.

- Marchando, bonita, son 10,90 del ala.

Luego me enteré de que a Sor Ventisca no había quien le quitara del puesto de repostera, porque siempre había estado estupendamente dotada para las relaciones con el público. Pero las noticias le llegaban tarde, y lo descristianizado de la sociedad le seguía sorprendiendo.

La clausura es lo que tiene. Que no sales, y no ves los postes de la luz.

sábado, 15 de mayo de 2010

Gustavo y el otoño


- Gustavo!, que acabes los deberes y bajes a cenar!


- No puedo, tengo que hacer una redacción sobre el otoño y no me sale nada.

- ¿Cómo que no te sale nada? Trae acá un lápiz, que te doy a dar yo otoño.

Y Gustavo contempló como su madre componía en diez minutos una redacción bellísima sobre el otoño, con sus hojas y sus vientos y todo eso.

- Pero mamá, cómo voy a presentar eso, si van a saber que no es mía.

- Tú calla, coge el cuaderno y lo copias con tu letra.

Así lo hizo, y entregó la redacción, y al cabo de unos días el profesor dijo que los trabajos estaban todos suspendidos. Todos menos uno, que estaba escrito por alguién que terminaría siendo escritor.

- A ver, Gustavo, sal aquí y lee a esta cuadrilla de merluzos tu redacción sobre el otoño.

Aunque le temblaban las rodillas, leyó la redacción de su madre. Y cuando terminó, se hizo el silencio. Y al silencio le siguió una ovación cerrada de sus compañeros, que desde entonces lo llamaban Gustavo el escritor.

Según él mismo cuenta, así le nació la vocación a Gustavo Martín Garzo, incansable buscador de la belleza, y uno de los mejores escritores españoles del momento. Con trece años, decidió hacerse escritor para estar a la altura de su madre, la cual nunca escribió otra cosa que una bellísima redacción sobre el otoño.

Y desde que oí su relato, no hago otra cosa que mandar trabajos y más trabajos a mis alumnos. Sobre el otoño y sobre todo lo que se me ocurre. A ver si encuentran en algún sitio su vocación.

A los alumnos de 2º de Bachillerato de Jesús - María Ikastetxea

jueves, 13 de mayo de 2010

Pesadillas

Al entrar al parking fui a saludar al de la puerta, que llamó a todos sus colegas y me exhibió delante de ellos como un mono de feria.

- este es, este, el que perdió el ticket a la entrada.


- pues yo me lo imaginaba más gordo
, dijo uno

- y yo con pinta de fumao, el segundo.

- pues no parece tan tonto como decías, apostilló un tercero

Nada. Echaron unas risas a mi costa, preguntaron a ver si había perdido alguna otra cosa, que si recordaba mi nombre, y tal, y volvieron a sus ocupaciones.

Como veis, volví al aparcamiento donde tan lucidamente había desglosado unos pensamientos la semana anterior. Aparqué está vez en zona verde, frente a un conejo verde, aunque la pared seguía siendo gris. Me quedaban por cerrar algunos flecos y necesitaba todo mi poder de concentración. Abrí el sandwich de pavo, queso y anchoas, volví a poner los pies encima del salpicadero y me dí a pensar.

Pero como había descansado poco, toda la noche tabulando encuestas, me dormí, y soñé con Obama y Zapatero

- ¿Zapatero?, soy Obama, que hagas unos ajustes que veo nerviosos a los mercados.

- ¿Pero quienes son los mercados?

- Y yo qué se, a mi lo que me dicen, que para eso tengo asesores que me escriben las ideas que se les ocurren para que parezcan mías. Tú no tienes asesores, ¿o qué?

- Claro, pero a mí me decían algo de unos brotes verdes, que me había crecido el PIB medio centímetro, que el paro bajaría en el siguiente mes en media docena de personas... y no se qué más cosas.

- Cambia de asesores, déjate de rollos y haz algo que merezca el nombre de ajuste. Tiene que tocar a las clases normales, funcionarios, jubilados y cosas así. Algo con sangre. Y que de lugar a manifestaciones, porque si nó los mercados no se tranquilizan.

- Pero cómo voy a hacer eso, si llevo dos años diciendoles a los de la derecha que se metan los ajustes por el culo.

- Pues se los sacas de ahí, los limpias un poco para que estén aparentes y los presentas en una rueda de prensa con voz y gesto grave, ¿sabes ponerlo o te mando un asesor de gestos?

Cuando desperté y ví que era una pesadilla, recordé aliviado que vivo en un país con un gobierno de izquierdas, que si tiene que hacer ajustes empieza por apretar en los impuestos de los ricos, y volví a mis cavilaciones.

Reeducado, por fin.

- Si estamos aquí, dijo el profesor, es porque hemos cometido todos varias infracciones de tráfico.

- O para tocarnos los cojones, dijo una vocecilla desde el fondo.

- Buenooo, si que empieza esto animado, apuntó uno de por el medio.

- Yo no sé si tengo que estar aquí, dijo otro mirando a su alrededor.

- ¿A tí te han retirado el carnet por orden judicial?, preguntó el instructor.

- Sí.

- Pues tienes que ir al curso de recuperación total, a la otra sala, donde veas que todos tienen cara de delincuente. Coge las esposas al salir.

En la sala que ocupaba yo estábamos los que solo habíamos perdido unos pocos puntos, bastante normales en apariencia. Aunque solo en apariencia. Uno muy pesado decía todo el rato que todo es relativo. Que haya que entrar a las rotondas por la derecha es relativo, que los agentes de la policía siempre tengan razón es relativo, que el ESP estabilice el coche es relativo, que se pierdan reflejos conduciendo morao es relativo, que a 160 tardas diez minutos en frenar es relativo, todo era relativo.

Otro no paraba de moverse, que a ver esto cuando acaba, que a ver por qué no pones algún video, que por qué no hacemos debate, que si me puedo levantar, que yo por qué estoy aquí, que qué sentido tiene la vida...

La más joven discutía el caso de la mosca ocupante del vehículo que salía ilesa de un accidente por estar volando dentro del habitáculo. No daba crédito al asunto, porque a ella, cuando viaja, se le llena el parabrisas de bichos voladores.

Con todo, desde que hice el curso de sensibilización y reeducación vial soy otro. En lugar de distancia de seguridad dejo el kilómetro de seguridad, y si se me pone uno delante le doy luces para que se quite, que me estropea la seguridad. No tomo alcohol los dos días anteriores a coger el coche, porque metabolizo lento.

Y no me levanto de la mesa sin poner el intermitente.

miércoles, 12 de mayo de 2010

empastes


Las conversaciones que tengo con mi dentista no tienen desperdicio. Me contó que ahora la gente solo quiere empastes blancos, porque son más bonitos.

- ¿más bonitos? ¿pero es que cuando conoces a alguien le miras dentro de la boca?

Luego me puso la anestesia y se hizo el silencio. Y cuando hay silencio, me da por pensar. Que hay personas que se preocupan mucho de la belleza exterior. Suelen tener bastante, y quieren agrandarla. O bastante poca, pero entonces tienen lo que comúnmente llamamos "algo". Es guapo, decimos. O no es guapo pero es simpático. O, directamente, no es guapo pero a mí me gusta, porque soy de gustos raros. Este primer grupo es el de las personas atractivas.

Y luego están lo obsesionados con la belleza interior. Tanto que cuando van al dentista le dicen que ni se le ocurra ponerles un empaste de plata, por mucho que sea más resistente, porque son feísimos.

No lo había pensado, pero a lo mejor, igual que hay gente guapa de cara, hay gente guapa de muelas. O gente que se enamora de otra por lo bonitos que tiene los empastes.

martes, 11 de mayo de 2010

sociología


Yo los domingos los dedico, además de a la gastronomía, a la sociología. Ambas cosas a la vez. Por eso elijo para tomar el aperitivo una terraza en una acera transitada. A ser posible, en una zona peatonal. Y me doy dos horas. Voy pidiendo cosas, no os penséis. Empiezo con un americano con mucho hielo, mitad vermut de solera y mitad campari, que acompaño con unas aceitunas, y para luego dejo los gin tonics con las rabas. Y voy mirando a las personas que pasan, atendiendo a sus conversaciones, tan de domingo cada una. Cuando no pasa nadie echo ojeadas a El País.

El domingo observé que cada vez hay más vascos y vascas que se visten como si en cualquier momento les fueran a proponer un ataque a la cima del Anboto. Y que, esto es lo más aterrador, se visten igual los lunes que los domingos. Van a trabajar con chirucas, aunque den clase en la ESO, y no se quitan el forro de Ternua hasta bien pasado el 40 de mayo, qué calor, por Dios. Y para que los pelos no desentonen con los pantalones de micropana de Decathlon, ellos y ellas se dejan crecer unas greñas que pintan con colores púrpuras y granates. En su defecto, se ponen unas trencitas que hacen el mismo efecto. Visten igual los padres y los hijos, y las madres y las hijas.

Me decidí a volver el domingo que viene, porque oí que tienen comuniones, y quiero ver en qué se transforman.

lunes, 10 de mayo de 2010

No pensarás que me voy a beber eso


- No pensarás que me voy a beber eso, le digo.

- Y por qué no, me pregunta el camarero.

- Pues porque te he pedido un crianza de Rioja, un euro con setenta de nada, con el que se paga, entre otras cosas, el trabajo silencioso del bodeguero que lo atendió en su barrica de roble francés para que llegara criado hasta donde el destino nos ha juntado a tí y a mí, y sin ningún rubor has cogido la botella de un perolo en el que la tenías en agua. Porque luego le has dado a la botella mojada un revolcón en el aire, rociándome como en una bendición pascual. Porque luego lo has escanciado, poniendo la botella vertical, con profusión de burbujas y desparrame generalizado del caldo, manchando la copa por todos los lados, que mira cómo tienes los dedos, so guarro. Y porque mientras hacías todo eso con una mano, que no sé cómo puedes, con la otra le estabas poniendo una caña a esa señora, abriendo y cerrando el grifo a golpes para ver si caía más espuma.

Por supuesto, todo esto es una conversación figurada, que yo jamás me atrevería a sostener en esos términos. Pero todo lo pensé. Y lo absurdo del ataque de estrés que me produjo la maniobra del camarero me hizo pensar otra vez en si mi vida es más queso o más agujero.

Explicar a Sartre es lo que tiene.

domingo, 9 de mayo de 2010

ajustes contables


Haciendo unos ajustes en la contabilidad, Metro Bilbao ha encontrado 56 millones de euros.

Si es que hay cosas que se pierden por cualquier esquina: la tapita de plástico de los pendrive, o del alimentador de corriente del ordenador, esa especie de regletas que esconden los cuellos de las camisas y que los mantienen esbeltos, las gafas, que cómo las va a encontrar si estás sin gafas, el alfiler de coserte los botones en el despacho, o dinero, que es lo que les pasó a los de Metro Bilbao.

Animado por la noticia, que venía en la sección de Economía y no en la de humor, ni en la de "gente", me puse a hacer unos ajustes en la contabilidad de mi casa, a ver qué encontraba. Uno por aquí, otro por allá, venga a hacer ajustes, y nada. Que había lo que había. Me consolé diciéndome a mí mismo que qué bien hago la contabilidad, que no me encuentro errores. Probé entonces a hacer unas trampas, a ver cómo se siente uno siendo corrupto, pero no me hizo ninguna gracia, al ver que el estafado era yo.

Consciente de mis escasos progresos llamé al banco y les pedí que hicieran algunos ajustes contables en mis cuentas, pero que no se molestaran en llamarme si no encontraban al menos 2000 euros. Qué se yo, unas comisiones mal cobradas, un euribor mas uno mal calculado que se le cuela a todo el mundo varios años seguidos, unos intereses mal liquidados, que un mal día lo tiene cualquiera y que no tenéis por qué ser tan perfectos, mirad lo que les ha pasado a los de Metro Bilbao.

Me abonaron la cuota de la VISA Electron porque no se habían dado cuenta de que yo soy un cliente txartel-free, y con esos veintiseis euritos me tomé unos pinchitos de ensalada de bogavante y una botellita de txakoli, mirando al mar, a la salud de Metro Bilbao.

sábado, 8 de mayo de 2010

los agujeros negros


Ya sabéis que he perdido de todo y en circunstancias deplorables. En las últimas semanas, además de una gorra preciosa de color gris, he extraviado un guante. Y esta es una pérdida con valor doble, como los goles fuera de casa en las eliminatorias de Copa. ¿Que qué haces con el otro guante?. Una de dos. O eres un miserias y lo guardas (yo tendría una caja con tres guantes desparejados, decenas de calcetines de distintas formas y colores, una bota, una zapatilla de casa, otra zapatilla deportiva, un gemelo y un pendiente), o te dejas de vainas y lo tiras a la basura.

También puedes preparar una caja con un mocasín, y la dejas ahí para dársela a tu hijo, si está en segundo de Primaria. Porque ocurre que estos seres suelen venir a casa diciendo que les han dicho en la escuela que mañana lleven dos envases de yogur vacíos, o un palo de escoba, "pero sin los pelos", o un tuperware en desuso. Y así ya estás listo para cuando le pidan que lleve una caja de zapatos medio llena.

Con todo, nunca había perdido el ticket del parking en el mismo momento de entrar en él. A la salida sí, que eso es un clásico. Los días que vas a Madrid y aparcas en el aeropuerto, cuando vas de rebajas, cuando hace malo y llevas camisa, jersey, chaqueta y gabardina... En esos días, o porque hay muchos bolsillos o porque hay mucha actividad, lo normal es perder el ticket en el transcurso de la jornada. Pero perderlo a la entrada no dice nada bueno en favor de uno.

Salí triste del aparcamiento, porque veo ancharse sin parar el agujero negro de mi mente. Pero se me pasó pronto, justo cuando vi que el guarda de la entrada se petaba de la risa, diciendo que había visto de todo en un parking, pero nunca a nadie como yo.

Sentirse único y diferente le eleva a uno la autoestima.

viernes, 7 de mayo de 2010

Cada uno medita como quiere

Cada uno medita como quiere. O como puede. Hay quien busca un rincón en medio de las montañas, porque sintiéndose pequeño se le ocurren ideas grandes. Hay quien necesita estar junto al mar, porque al arrullo de las olas se queda traspuesto, entra en otra dimensión, y en ella la meditación transcurre plácidamente, sin obstáculo de ningún tipo.

Yo elegí un aparcamiento en el corazón de una gran ciudad. Seguramente, porque ese era precisamente el lugar en el que seis horas antes había aparcado mi coche. En la planta 2 del subsuelo, enfrentado el morro del vehículo a una pared gris, de hormigón.

Acababa de sacarme un postgrado y necesitaba reflexionar sobre los cambios que esa novedad traería a mi vida. Y no tenía tiempo de océanos ni de naturalezas salvajes, así que me contenté con este espacio artificial, profundamente humano, nada agresivo, tenuemente iluminado por cientos de fluorescentes amarillentos, que le daban un aire de intimidad desolada. El único testigo de las ideas y venidas de la mente era una zanahoria blanca dibujada sobre un cuadrado colorado, hecha para que los conejos que entran en los aparcamientos sepan si están en la planta zanahoria, en la planta tomate de huerta o en la planta col de Bruselas.

Sentado en el asiento del copiloto, y con los pies en el salpicadero, iba dando cuenta de un pudin de pescado que me supo a gloria.

Y fue la suma de todo, la merluza, los conejos, las zanahorias, los fluorescentes, las coles, el color gris, el subsuelo, lo que me hizo alumbrar ideas brillantes sobre mi futuro.

Si os dicen que estoy pensando, buscadme bajo la tierra.

jueves, 6 de mayo de 2010

El arca de Noé


Una expedición de arqueólogos chinos ha encontrado los restos del arca de Noé varados en la cima del monte Ararat. Saben que es el arca de Noé y no la Pinta de Colón porque está en el monte Ararat, primero, y también porque en la bodega tiene una cuadra para animales. Ah, y porque junto al pesebre han encontrado el carnet de la biblioteca de Jafet, que era uno de los hijos de Noé.

Llevo varios días sumido en la estupefacción. Y ahora dedico tiempo a buscar la berza debajo de la que se escondió Garbancito para guarecerse de la lluvia, el tazón de Papá Oso que encontró Ricitos de Oro en la cocina, las botas del gato y el albarán que entregó el flautista al alcalde de Hamelin.

Eso sí, he descuidado bastante el resto de mis ocupaciones.

miércoles, 5 de mayo de 2010

bombachas


Creo que a todo el mundo le pasa. Que una palabra, o un sonido, o una imagen, generan en la mente una idea. Y luego el cerebro la coge y hace con ella lo que le da la gana.

A mí me pasó que oí la palabra bombacha en la radio, en una tertulia de latinoamericanos. Bombacha es la palabra que usan los argentinos para nombrar la cosa que aquí llamamos bragas. Bombacha, qué palabra tan bonita para un objeto tan prosaico, pensé. Y fue pensarlo y venir la mente, agarrar la bombacha e irse por ahí a andar con ella.

Pensé en aquellos calzoncillos y bombachas que cuando ondean al sol, ya en las terrazas de Andalucía, blanco sobre blanco, aquel de dixan y este de cal, ya en las de la Rioja Alavesa, parecen banderas desplegadas al viento. Y en aquellos otros minúsculos que llegarán a escurrirse un día por los agujeritos del tambor de la lavadora, estropeándola, que luego tiene que venir el técnico, trajinar un rato, extraer la prenda, y decir aquello de ya he terminado y de que era "esto" lo que he encontrado dentro del mecanismo.

Pensé en los calzoncillos de antes, esos que tenían una abertura practicada en la parte delantera para simplificar todos los procesos que le soy propios al acto de hacer pis siendo varón, y en cómo las modas, o vete tú a saber qué trauma infantil del fabricante, han ido convirtiendo los gayumbos de toda la vida en piezas cerradas con una doble costura en su parte anterior con finalidad meramente estética. Embutido en ellas la micción en posición de pie se convierte en una tarea dificil de abordar sin contorsiones laterales o fronto - abdominales.

El cerebro suele tener estas cosas, que lo mismo que coge una idea, luego la deja y coge otra. Sin saber cómo, ya estaba ocupándose de las tres modalidades del clima mediterráneo, no sé por qué. Y los latinoamericanos seguían a su rollo, ya sin hablar de bombachas.

martes, 4 de mayo de 2010

El vecino gritón y el vecino virtuoso


Una de las pocas virtudes que tengo es la paciencia. Pero como tengo mucha, compenso bastante todas las que me faltan. Si no tuviera tanta, no habría llegado al descanso del partido contra el Mallorca sin decir al que me gritaba en la oreja que dejara de gritar en mi oreja. Era un hombre ya maduro, y a juzgar por el tipo de comentarios y por las jaculatorias que bramaba, de los que no van al fútbol más que una o dos veces en toda la temporada. Y se le notaba excitado. Uno, porque nos jugábamos la UEFA, y eso pasa una vez cada cuatro o cinco años. Y dos, porque se debía haber bebido no menos de media docena de combinados antes de entrar al campo. Esto lo sé porque cada rugido venía adornado de un insoportable pestazo a alcohol de garrafa.

El que tenía a mi izquierda no tenía tanta paciencia como yo. Debía tener otras virtudes, que yo no acerté a ver en el transcurso del partido. Entre ellas no está ni el decoro ni el respeto, porque con el primer gol del Mallorca se giró y cubrió al vecino gritón de improperios, incluido ese tan feo de que vayas a pasar el morón a tu casa. Y luego vino el que no me toques, que no me toques tú a mí, a ver si vas a ser tú del Mallorca, pero tú que dices si soy del Santutxu, hasta que el conciliador de turno dijo a ver si nos comportamos, que hay niños, y las aguas volvieron a su cauce.

Luego me dio pena, porque el hombre se sumió en un silencio duro, denso, culpable, pesado, cargado de una angustia que se extendió por la tribuna como un manto de lava de un volcán de Islandia. Así que en cuando empató Llorente el que se giró fuí yo, y lo abracé, y lo besé, y cuando las lágrimas de ambos se fundieron entendimos que el verdadero intruso era el otro, el de las virtudes escondidas, que representaba una celebración mucho más convencional.

lunes, 3 de mayo de 2010

Maniobras de concentración


Cuando acaba de comer, o de tomar el aperitivo, se entretiene sacando los ojos a los langostinos con un palillo. O extrayendo con el cuchillo láminas cada vez más finas de la corteza del queso desechada en los platos de postre. O diseccionando el troncho de la manzana hasta dar con las semillas, las cuales serán retiradas hasta un extremo del plato. O haciendo figuras geométricas con el tenedor en las mondas de la naranja. O arrojando migas de pan a los posos del vermut, y echando encima agua, y también los posos del resto de los vasos, hasta dar con una mezcla de color y textura asquerosas. O escarbando con la uña en los huesos de las aceitunas. O distribuyendo los restos de comida a lo largo y ancho del plato, aquí este poco de cebolla, allí una hoja de canónigo, más allá la piel del filete de merluza congelado, de manera que un día son la representación de la batalla de Waterloo y otro el sistema defensivo de Mourinho.

Cuando estoy con ella, contemplo las maniobras como hipnotizado. Y veo que le sirven para escuchar la conversación, de la que entra y sale a su antojo.

Lo malo es cuando el almuerzo de trabajo es con otros ministros de otros países, que no entienden su manera peculiar de concentrarse.

Con todo, es una persona normal, con sus manías.

domingo, 2 de mayo de 2010

Ernest y la libertad


En Catalunya se convocaban unas oposiciones al cuerpo de maestros de Primaria, y el Conseller de Educación, Ernest Maragall, celoso con aquello de la libertad de culto, permitió a una mujer examinarse el sábado por la noche, debido a que su religión -pertenece a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, que por lo visto debe de ser el sábado, precisamente- no le permite realizar trabajos comunes o seculares (o sea, casi todos) entre la puesta de sol del viernes y la del sábado.

A la señora la confinaron cuando empezaba el examen y hasta las 20:45, y ella manifestó sentirse feliz "porque sabía que Dios estaba con ella". Mientras, miles de pringaos estaban haciendo el examen a la hora que tocaba, y con diez horas menos para repasar que la interfecta.
Uno que se enteró del asunto salía del examen diciendo que él era de la Iglesia "metomeentodista" del decimosegundo día, y que como su religión le prohibía trabajar a cualquier día y a cualquier hora, por ser una evidente ofensa a Dios, iba a solicitar una pensión a la Generalitat para poder cubrir sus necesidades pecuniarias al tiempo que respetaba sus creencias.

Esta buena mujer hará todo por Dios, pero a mi me parece que le ha echado mucho morro. Y espero que no se enteren mis alumnos, porque si no, van a empezar a aparecer creyentes de todas las religiones en las aulas, y cada uno va a decir que tiene que guardar las fiestas un día de la semana. Y ya me veo yo confinando alumnos y alumnas por los rincones del Colegio.

Eso sí, cada uno con su dios.

sábado, 1 de mayo de 2010

Bartolo y la montaña


A Bartolo le gustaba la montaña. Y a la montaña le gustaba Bartolo. Así es como empiezan todas las historias de amor. No sabes qué es, pero te gusta. Y no quieres hacer otra cosa que estar. Con ella. O con él.

El tiempo pasa. Siempre pasa. Y al pasar, el tiempo revela cosas de la otra, o del otro, que no conocías. Unas te gustan, y otras no.

El tiempo reveló que la montaña era exigente. Que quería todo de Bartolo, que no se conformaba con verlo pasar, con que la hollara en sus cimas más pequeñas.

Y lo citó en su cima más alta. Y le dijo que si quieres conquistarme deberás estar dispuesto a morir por mí. Y Bartolo fue, porque la quería.

Y cuando hubo muerto, e igual que hacemos las personas con los muertos, la montaña lo tapó por completo con su manta blanca de nieve. Y celosa de lo suyo, ocultó el cadáver de la vista de las demás personas, que también lo querían.

(¿que qué pinta esta historia tan triste en una página así, pensada precisamente para encontrar por los rincones remedios contra la tristeza?. Pues que lo triste no es morir, sino vivir sin haber querido hasta la muerte)

Per al Tolo Calafat, mort al Annapurna al abril del 2010