lunes, 30 de noviembre de 2009

Dónde está la derecha


Cuando le digo a mi hijo que tiene una cosa a la derecha, o a la izquierda, hace un curioso giro con todo el cuerpo y empieza a mover las manos, como para orientarse. Es muy gracioso. Egibar debía ser igual de pequeño. Le oí el otro día decir que entre Munilla y la pared de su derecha no había nadie. Tururú. Lo que viene ocurriendo estos días con los pronunciamientos públicos de la jerarquía católica española demuestra que el jeltzale estaba equivocado. O desorientado, moviendo así los bracitos, como mi hijo.

Por ejemplo. Martínez Camino está, o a la derecha de Munilla, u ocupando la misma baldosa que él, y a la misma distancia de la pared. Si no, no se entienden las barbaridades que dice. Es como si habitara en una burbuja diseñada por él y otros jerarcas, aislado de todo contacto con el asqueroso mundo este, para no contaminarse, a la derecha del todo (no del Padre), a un par de años luz de millones de católicos que se curran lo de vivir el evangelio a pelo cada día, como mejor saben. Y que pasan auténtica vergüenza ajena al verle repartir excomuniones delante de la prensa. Razón tiene Bono al exteriorizar el cabreo de muchos.

Pero hete aquí que a la derecha aún hay más gente. O la pared estaba muy lejos o están todos apelotonados. Mirad cómo hablan de M. Camino unos simpáticos cristianos pertenecientes a una secta a la que el Santo Padre, siguiendo el sentido inverso al que marca el secretario de la Conferencia Episcopal Española, quiere incorporar de nuevo a la comunión eclesial:

Martínez Camino con su lenguaje turbio y obscuro es digno discípulo de su mentor el cardenal de Madrid. Es el prototipo de lo que ocurre en el soviet de Añastro (calle en la que está ubicada la sede de la Conferencia Episcopal en Madrid). http://cruxetgladius.blogspot.com es la dirección del blog del que he tomado esta cita, que os la pongo porque seguro que estáis pensando que me la he inventado para hacer una gracia, y para que veáis dónde está la derecha y donde la izquierda, con alusión al comunismo incluida.

Bueno, pues esto es lo que hay a la derecha: excomuniones, obscuridad... ¿Y la acogida (la de Jesús a los pecadores)? ¿Dónde está, a la derecha o a la izquierda?

Desde aquí una cordial invitación a estos hermanos de la derecha a venirse a la izquierda de la Iglesia, la que dice Munilla que no existe. Se respira otro aire, no sé.

domingo, 29 de noviembre de 2009

el dia de la vergüenza

Se puso la corbata del día de su boda y gastó más tiempo del necesario delante del espejo, como si con eso pudiera quitar la cara bobo que se le había puesto después de leer la nota de la tutora. Desde hacía algún tiempo, y debido a circunstancias de la más variada índole, se oía a sí mismo repetirse la misma expresión:

- joder, qué marrón.

Y a medida que la repetía se le pegaba a las vísceras. Y se le ponía más cara de idiota. Con ella se puso delante de la maestra, la cual entró en la salita con una sonrisa que él no supo interpretar, porque el tema del que iban a hablar tenía, en sí mismo considerado, batante poca gracia. Él le devolvió el gesto con otra sonrisa, que con la cara de nada que llevaba puesta y aquella corbata de vender seguros convertía su imagen en la de un perfecto besugo.

- Bueno, igual se imagina por qué le he pedido que venga, comenzó ella, sin hacer referencia ni al frío que hace ni a otras circunstancias tangenciales, y sin dar tiempo ni a recomponer el ademán, que seguía siendo el de besugo.

- Sí, creo que sí, y se calló, para no dar pistas y para ver si era por no llevar hechos los deberes o por pegarse en el patio, o cosas así.

- La verdad es que el otro día se creó una situación un poco incómoda.

- ...

- Verá. Fue Manoli, la tutora de P5, la que se los encontró en el vestuario de chicas, intentando ponerse uno a otro los condones que había traido su joya, digo su hijo...


- ... uno a otro!!!???

- ... sí, en el brazo.


- (buf!) Madre del amor hermoso. ¿Y que hizo Manoli?

- pues explicarles que eso no se ponía ahí...

- ...?!

- ... y nada más. Bueno, sí, les dió un chalo en el culo a cada uno y los mandó al patio sin condón.

- Bien hecho.

- Sin embargo, creo que como padre debería tener un poco más de cuidado con sus cosas íntimas, porque cualquier día...


- Perdone, no nos confundamos, que los preservativos eran de su hermana, que los lleva siempre en la cartera, que yo soy una mierda de padre de adolescente, pero que como padre de niño de P4 no tengo parangón
.

- En ese caso, a lo mejor tiene que hablar con su hija.

- O usted con su madre.

- O con la suya, no te jiba!

- Con la de mi hija quiero decir. Yo pensaba que este tema del sexo estaba bajo control. Verá, las veo hablando todo el día, cogiendo los támpax del mismo bote, diciendose cosas al oído de esas de madre a hija y de hija a madre, en fín, que yo creo que este es un tema de comunicación madre - tutora estrictamente tal...

- pues yo creo que está usted escurriendo el bulto y pasando del tema, y visto el panorama, o se pone al asunto o voy a contárselo a la madre de Verenice (no había ser humano más cotilla en la Comunidad Autónoma) para que lo difunda entre sus amistades en la degustación de enfrente.


Entró con cara de bobo y salió con otra cara. No sabría decir de qué. Había pasado el día de la vergüenza y se aprestaba a afrontar el día del oprobio. Entró en un bar a desayunar y mientras untaba el sobao en la mistela con ginebra escuchó a un cura en la tele hablar de pecados mortales, de confesarse públicamente, de excomuniones late sententiae. Martinez Camino, ponía debajo, y se imaginó que con ese apellido y esos vocablos solo podía ser del Opus. Y todo le pareció tan negro como el cura y sus palabras. Se vio a las puertas del infierno, condenado por tomarse a pitorreo la paternidad, por irresponsable y por cretino.

Y no levantó cabeza en todo el día. Había que hablar con la niña.

sábado, 28 de noviembre de 2009

el hurto

- ¿quien ha cogido dos condones de mi cartera?

- yo no, uno.

- ¿qué es eso?, el otro.

Todo le pilló desprevenido, sin defensas y sin un discurso sereno y articulado. Todavía no habían llegado en la Escuela de Padres al tema de la educación sexual, y llevaba una temporada apuntando dudas en una lista para ese día, porque por lo visto iba a ir una experta de esas que hacen programas en la tele en las madrugadas de las cadenas privadas.

Así que se mantuvo natural. O se lo hizo.

- ¿qué dices que te han cogido?

- dos condones!

- ¿de cuántos?

- los dos únicos que me quedaban!

- ... ?!!

- seguro que han sido ellos, que andan todo el día revolviendo en mis cosas!

Después de un interrogatorio al uso supo perfectamente quien era el autor de hurto. Y su convicción se vió confirmada al revisar la agenda del sospechoso. La nota de la maestra estaba en rojo, encima:

- necesito hablar con vosotros de un tema delicado. Llamadme cuanto antes, por favor.

Y empezó a prepararse para el día de la vergüenza. Olvidando que tenía una conversación pendiente con la hija adolescente a quien habían agraviado con el hurto.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Letras

Ahora se deletrea más.

Como no hacemos otra cosa que decir por teléfono nuestra dirección de correo electrónico, y esta es siempre una combinación de letras bastante estrambótica, hemos ido ganado en la competencia de comunicación oral.

Aunque no hayamos hecho la mili, sabemos que a es alfa, que b es bravo, que c es charly y que d es delta, y nos empeñamos en el deletreo telefónico como antaño en los gordos y finos de la caligrafía, aquellos que hicieron de nosotros la generación de la letra bonita.

Yo noto que mis hijos se saben las letras. Leer, leen mal, pero las letras se las saben todas: qué sitio ocupan en el teclado del ordenador, en el teclado del móvil, cómo combinarlas para que el analfabeto que esté al otro lado se entere de k t kro, o de k kdmos a las 6. También saben de lo absurdo de la existencia de la hache, y cuando deletrean, la ignoran

Ahora se leen menos libros pero se deletrea más. Si queréis quedaros con lo negativo es que sois unos cenizos. Allá vosotros.

jueves, 26 de noviembre de 2009

medio cerdos

Qué buena es la vida en reposo. Con los pies en agua caliente me siento como un garbanzo en remojo. Hasta puedo sentir cómo se me desprenden las pieles de los pies. Y leo, atónito, cómo unos ciudadanos de Arrieta han obstaculizado durante meses la instalación de una explotación ganadera alegando "perjuicios para la salud", que no es otra cosa que lo que te pasa cuando hueles una peste asquerosa, que es lo que desprenden los cerdos por ser cerdos, es decir, en el desarrollo de su propia mismidad.

Manda huevos. Una cuadrilla de bilbainitos a los que la fortuna les ha deparado la posibilidad de hacerse con un adosado en el campo, con vistas a las ovejas, las quieren ahí, para que me decoren la vista, pero sin que huelan, que es como decir sin que sean ovejas en plenitud. Ovejas a medias, digamos.

La salud es muy importante. Para el cuidado de la salud física, los urbanitas que se van a vivir a Arrieta impiden que se instale una granja de cerdos. Para el cuidado de la salud mental, los urbanitas que se quedan a vivir en la ciudad impiden, con manifestaciones y protestas ante el Ayuntamiento, la instalación de un tanatorio en el barrio.

Y así, tanto cuidar la salud, tanto cuidar la salud, uno se vuelve gilipollas. Sano, eso sí.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

vida en reposo

En esto consiste:

1. Hablar con el carnicero. De lo que quiera.
2. Beber te sin teína y café sin cafeína. A todas horas.
3. Poner los pies en agua caliente con sal al llegar a casa. Y que el agua no se enfríe en ningún momento, gracias a algún sistema que ahora ignoro.
4. No abrir el buzón.
5. Andar en moto en primavera, de marzo a noviembre.
6. Dejar de hacer deporte.
7. Releer el título VIII de la Constitución, para ver si encuentro mi sitio en la España de las Autonomías.
8. Evitar las digestiones pesadas. Y a los pesados.
9. Alimentarse a base de salmón ahumado, jamón de Guijuelo y Viña Pesquera.
10. Dejar de ir al médico, yen su lugar, pasear con las manos en los bolsillos de tus pantalones de pana, mirando al suelo, y apuntar después todas las ideas que se te ocurran, para hacer series numeradas del uno al diez.

Y ya está.

Gracias a todas por vuestra colaboración. Hoy estoy más tranquilo.

martes, 24 de noviembre de 2009

vida reposada

Me dice el médico que haga vida reposada. Y lo deja así, sin más, suspendiendo las palabras en el aire, sin mirarme a la cara, como quien dice que qué noviembre más raro llevamos con estos diecisiete grados a las ocho y media de la mañana. Y yo tampoco pregunto. No me atrevo. Principalmente, por miedo a quedar mal, porque a lo mejor todo el mundo sabe lo que significa vida reposada (todas las personas que estaban en la habitación y que oyeron el mensaje siguieron a sus quehaceres como si tal cosa), y yo soy el único tontolhigo que no se entera.

He andado todo el día haciendo elucubraciones. A lo mejor quiere decir que duerma la siesta. O que a las tardes cuando llego a casa diga a mis hijos que no toquen las pelotas que ya ha acabado mi jornada laboral y me toca estar en reposo. O que es la vida la que tiene que ser reposada, y no yo. O que me vaya a vivir a Colombia, donde si haces bien, y si no, también. O que no haga la cena mientras escucho Hora 25. O que no me altere con el fútbol. O que coja la baja, que es esa cosa tan española de no ir a trabajar cuando no me sale de los cojones, o cuando tengo a mi madre enferma, o a mi hija, que siempre habrá un médico que te firme el papelito. O que haga como la verdura, que antes de sofreírla la dejo diez minutos en el escurreverduras para que luego el aceite no chisporrotee.

Yo qué sé qué coño es vida reposada. Lo digo para que apuntéis que soy idiota y que me tenéis que explicar bien las cosas, porque si no, no me entero.

lunes, 23 de noviembre de 2009

obispos


La designación de Munilla como obispo de la Diócesis de San Sebastián es un mensaje claro - otro - emitido desde Roma, en la linea de derechizar la jerarquía. Todo un signo de los tiempos que vivimos, y de los tiempos que nos esperan, precisamente en la semana en la que se cumplen veinte años del asesinato de Ellacu y los otros padres jesuítas en El Salvador (en la misma tarde del día en que los mataron por las calles de San Salvador pasaba un carro militar con altavoces que decían "seguimos matando comunistas, ríndanse, ya cayeron Ellacuría y Martín Baró, somos de la primera brigada").

Lo malo no es que designen obispos de derechas, de esos que piensan que aquellos jesuítas flirteaban con Marx, y de los que piensan que la Iglesia no debe meterse en política (salvo si se habla de abortos o de homosexuales). Allá ellos.

Lo malo no es tampoco que con esto vaya a dar un giro la Iglesia de Dios de Gipuzkoa. Lo tienen claro. Bastante pocas luces demuestran si buscan eso, porque muchos de los que están enganchados a lo de Jesús, aunque amen a la comunidad en la que lo encontraron, pasan bastante de estos rollos jerárquicos, y les importa un pito tener un obispo así o asao.

Lo chungo es que con esto, cuando la Iglesia se empeña en designar obispos al margen de lo que quieren los cristianos que quieren a la Iglesia, refuerza su imagen carca a los ojos de la gente buena e increyente. Y su mensaje se hace in - significante. Y eso es herejía.

domingo, 22 de noviembre de 2009

el hombre que susurraba a los caballos

LLevaba varios días con el titulo de esa película en la punta de la lengua. Y no sabía la razón. Cosas del inconsciente, pensaba.

Pero no. Resulta que vivo en un barrio de esos en el que de cada dos vecinos uno tiene mascota. Normalmente, perro. Y hay algunos que tienen dos. O más. Una de las servidumbres que tiene ser propietario de estos seres es que los tienes que sacar a pasear entre las seis y las siete de la mañana, por alguna razón que se me escapa. Será que son animales madrugadores, o animales despertadores, o que todos los de mi barrio tienen el sueño alterado, u otros motivos que solo conoce la madre naturaleza.

Normalmente, los perros no ladran a esas horas. Y eso sí lo entiendo mejor, porque tampoco yo cuando me levanto estoy para discursos. Sin embargo, basta con que ladre uno para alterar el sueño de todo el vecindario de humanos. Y eso es lo que había taladrado mi sueño y mi conciencia. Eso y la "finura" con que la dueña le reconvenía.

Ayer tuve la oportunidad de verlos en directo. Una mujer delgada y desgarbada, con el chándal puesto encima del pijama y con unas deportivas blancas, sujetando con correas a dos perros, el parlanchín y otro. Al que ladraba le decía que se callara, pero con quien hablaba de verdad era con el otro, uno alargado y feo, que iba a su bola.

Hablaba con el can sin parar, con un volumen hiriente para las cinco de la tarde y directamente delictivo al amanecer:

- ¿cuántas veces te tengo que decir que no pases la carretera sin mirar?

- qué por ahí no se va, hombre, todas las mañanas el mismo rollo, ¿cómo te lo tengo que decir?

- ¿pero por qué haces eso? ¿es que no me entiendes cuando te hablo?

Es una imagen imborrable, la de la mujer del chándal hablando a gritos al amanecer con un perro alargado, y esperando de él, más que la obediencia, la respuesta, la conversación, el diálogo franco y sincero.

Era tanto el entusiasmo que estoy convencido de que el animal acabará contestando. Y hasta puedo imaginar qué.

sábado, 21 de noviembre de 2009

GPS

- Esa voz... ¿dónde he oído yo esa voz?

Interrumpió la explicación de la profesora de Lengua Española porque no podía más:

- tienes la misma voz que el coche de mi madre.

Cómo hablan los coches solo Dios lo sabe. Y la profesora. Impasible contestó:

- a lo mejor soy el coche de tu madre.

Sin alterarse. Sin levantar la voz. Mirando a los ojos. Seduciendo. Eso es gestionar una clase de la ESO. Y lo demás, lo de que los niños no son como los de antes y lo de la disciplina perdida son cuentos chinos.

Y si no hubiera seguido hablando, el tiempo se habría suspendido, y el relato sería redondo. Pero no, explicó que ella ponía la voz al GPS del coche de su madre. Y a otras decenas de miles de aparatitos de esos. Y a las películas de dibujos animados. Y a las series de moda de la tele.

Y acabó firmando autógrafos.

viernes, 20 de noviembre de 2009

San Agustín

Estábamos hablando de San Agustín. Y la duda le salió del alma (o al menos eso me pareció, por cómo entornaba los ojos)

- lo que yo no entiendo es cómo le hicieron santo si estaba casado.

Me pensé unos segundos la respuesta (en realidad, no tenía respuesta)

Imaginé a San Agustin llegando cansado de la oficina a las tardes, relevando a la chica que cuidaba a sus hijos porque los horarios de su esposa eran incompatibles con los suyos, encontrando el cuarto de jugar hecho unos zorros y las agendas del colegio llenas de advertencias del estilo de "ha dado un mordisco al perro del guarda jurado" o "se distrae con el vuelo de un abejorro", pidiendo a gritos que te bañes y que pongas la mesa, diciendo que no cuando le preguntan si pueden ver la tele o a si pueden jugar al ordenador, porque en la Escuela de Padres aprendió lo de los límites y este mes está intentando cumplir con lo que acordaron, cagándose en la madre que los parió, aunque la quiere mucho, porque han estado comiendo pipas en el salón y han tirado las cáscaras detrás de sofá los muy cabrones, empleando la violencia sin recato contra sus culos cuando los encuentra insultándose como hooligans...

- yo tampoco, contesté.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Vaya mierda de amigos

Ahora que entre todos van oscureciendo uno a uno todos los detalles que rodearon los cuarenta y siete dias de secuestro y la liberación del atunero, hay uno que a mí me anda rondando la cabeza y que me tiene distraido de lo fundamental, que es congratularse del pedazo de embajador que tenemos en Kenya, de lo coordinadas que han estado las distintas instituciones y de lo bonito que va a ser el regreso a casa y el reencuentro con las familias.

Me refiero al caso de los dos piratas detenidos y trasladados a España. No se donde leí que, al parecer, la detención se produjo cuando estos dos individuos, que viajaban en un esquife que remolcaba la motora de los secuestradores, fueron dejados a su suerte por éstos, en su intento de aligerar lastre mientras trataban de huir de la patrulla de la armada que intentaba evitar el secuestro.

Abandonados por sus supuestos compañeros, en manos de unos extraños, llevados en avión a miles de kilómetros, compareciendo delante de jueces y médicos que les miraban la boca, que les sacaban sangre y que les medían la clavícula, no sé si acabaron de enterarse de que mientras ellos esperaban un juicio que podía acabar con doscientos años de cárcel, los otros se paseaban por la playa borrachos perdidos después de la mariscada que se habían pegado tras repartise el botín.

La próxima vez preguntaran algo mas antes de elegir compañeros de aventuras.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Alakrana

Y se fueron las unidades móviles de todos los medios de comunicación a la búsqueda de las reacciones de los familiares de los marineros liberados.Uno esperaba escuchar que qué alegría más grande Dios mío, y poco más. Lo justo para ensanchar un poco el alma y alegrarse un poco con las alegrías de los que tan putas las han pasado.

Pero no. He aquí que el reportero se dirige a la mujer de uno de los marineros gallegos, imagino que preguntando que qué hara usted cuando vuelva a ver a su marido, y esta manda los tópicos a la porra y le contesta que muchas cosas, alguna de las cuales no se puede contar aquí. Hala.

Mi hijo de siete años ve las noticias conmigo. Y me pregunta que por qué no se puede contar lo que va a hacer.

Y yo le digo que será un secreto. Y él me dice que a lo mejor se van a cenar por ahí. Y yo le digo que igual. O que le habrá preparado los macarrones que sabe que le gustan. O que le habrá comprado una camiseta del Madrid, de CR9. Y él me dice que ya. O que a lo mejor se quedan charlando hasta tarde tomando una copita de cava, o de vino. Y yo le digo que puede. O que puede que se den un beso largo de esos que se dan en las películas. Y él me dice que eso no, porque esos besos no existen, que sólo se dan en las películas. Y yo le digo que igual sí, porque lo del Alakrana es como una película de esas que terminan bien, cuando se besan. Y él me dice que sí.

martes, 17 de noviembre de 2009

Rivera y Damas, arzobispo de San Salvador




Ignacio Martín- Baró, presente.
Amando López, presente.
Elba Ramos, presente.
Juan Ramón Moreno, presente.
Segundo Montes, presente.
Celina Ramos, presente.
Joaquín López y López, presente.
Ignacio Ellacuría, presente.


Visité El Salvador en 1993, apenas cuatro años más tarde de los asesinatos. Charlábamos despacio con Maria Julia Hernández, la responsable de Tutela Legal del Arzobispado de San Salvador, en su despacho de la capital, cuando entró Monseñor Rivera y Damas.

- ¿Cómo va todo, Maria Julia?

Recuerdo su apretón de manos como un encuentro con el más allá, que en Latinoamérica es el más acá más miserable. Por aquello de Jesús de hacer de los últimos los primeros en el orden de preferencias del Padre del Cielo.

Y esta noche del veinte aniversario, leyendo al padre Tojeira, provincial entonces de la Compañía de Jesús, me estremece otra vez su recuerdo de las palabras emocionadas de Rivera y Damas, de pie ante los cuerpos masacrados:

- "el mismo odio que asesinó a Monseñor Romero es el que asesinó a los Padres Jesuitas"

Unidos en la vida, unidos en la muerte. Segados por el mismo "odium fidei". Enterrados en la misma historia de dolor del pueblo salvadoreño y resucitando en El Salvador y en el mundo entero (Salvador Carranza, Mártires de la UCA, UCA Editores, San Salvador, 1990).


Un puerto no alejado de este mundo,
una ensenada que era el mundo entero,
recibiendo, pancósmicos, y siempre vivos,
a nuestros muertos.
Los asesinos dispararon contra el alma,
no contra su cuerpo.
Y el alma acribillada
se hace universal, es como un cielo
que acompaña envuelve y clarifica.
Vivos están aquellos que murieron.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Los buenos vecinos

Loor a los vecinos rumbosos, que se llevan a tus hijos se excursión, gratis, y te los devuelven comidos, cenados y con una mochila cargada de regalos: el diente de un dinosaurio, un blandi blub, una baraja americana, dos cuadernos, una hucha, dos camisetas, una cantimplora y un llavero rosa. Son, los vecinos buenos, digo, imprescindibles para el equilibrio social, tan deteriorado por los otros, los malos vecinos, los que te llaman para decir que no les gusta cómo viste la chica que cuida a tus hijos, o que se chivan al presidente de la comunidad de que han sido ellos los que hacen pis en la planta del rellano, esa que crece tan hermosa, a los que les molesta que toques el piano un domingo a las diez de la mañana, los que cuelgan las sábanas sin centrifugar encima de tus plantas, los que importunan con confidencias que te importan un carajo, los que llevan un cuadrante con los turnos de limpieza del patio y te recuerdan el tuyo cada mañana de los quince días anteriores para que no pase como la otra vez, que te olvidaste, los que votan que no a todo en las reuniones si tú votas que sí, a los que les molesta que te duches a las seis y media de la mañana, no sin antes aliviarse uno y tirar de la cadena, porque dicen que no son horas, los que esperan a que seas tú el presidente para proponer arreglar el tejado y los que pasan el dedo por el pasamanos después de que tú hayas hecho la escalera porque se creen los encargados del control de calidad.

Que Dios los bendiga a todos, los vecinos buenos, y que nos inspire los mejores pasteles para hacer más bonitas sus tardes de otoño, y que juntos reconstruyamos la armonia que los otros reventaron.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Esprendedoras

Lo bueno que tiene preguntar es que a veces te contestan.

En aquel instituto del extrarradio de México DF estaban hartos de recoger las hamburguesas de debajo de los radiadores. No entendían por qué los alumnos despreciaban la comida que con tanto mimo preparaban, para ellos y para otros veinte mil de otros doce institutos, cuatrocientos operarios que trabajaban desde la noche anterior, colocando entre pan y pan la carne, la lechuga, el queso y el tomate. A lo mejor es que estaban frías, de tanto tiempo que llevaban hechas, o resecas, después de pasar por cuatro recalentamientos, o grasosas, vete tú a saber.

Así que decidieron hacer una encuesta de esas anónimas, para saber los motivos del descontento. Descontados los insultos, las imprecaciones, las sugerencias relacionadas con que se metieran las hamburguesas por distintos sitios, y descontados también los que aprovecharon el papel de la encuesta y el anonimato para dirigir una carta de amor a una profesora guapísima, se quedaron con los datos: un 0,6 sobre 10 a la calidad de la comida, un 0 redondo a la temperatura con la que era servida, y un 3,5 a la variedad de los menús (había hamburguesa los días pares y pizza los impares).

Del apartado de sugerencias se quedaron con dos: la de los que pidieron que instalaran en los pasillos máquinas desprendedoras y la de los que sugirieron que instalaran en los pasillos máquinas esprendedoras. Y por más que buscaron, los responsables del Centro no encontraron ni las unas ni las otras.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Desorientados

Cuando saqué el carnet de conducir descubrí en mí una pericia inexplorada: aparco como los ángeles. En linea o en bateria. De morro o de culo. Hago caber el vehículo donde todo el mundo dice mmm, no.

Desaparcar es otra cosa. Y no porque la maniobra sea complicada, que para eso están los parachoques y los seguros, sino porque no hay dios que encuentre el coche. Sobre todo cuando lo dejo en un párking o en el estacionamiento de un hipermercado o de un aeropuerto. Y mira que lo ponen fácil: pisos de colores, plazas numeradas, pasillos identificados con animalitos pintados, flechitas y números de colores rojos y verdes... Pues no hay forma. El coche nunca está.

Me suele pasar que aparco y me pongo a otra cosa: saco la lista de la compra o la tarjeta de embarque y mi mente se desplaza a otro mundo, donde acontecen otros sucesos.

Y así me va: se me pasa la hora de sacar el coche del párking, porque después de pagar tardo veinte minutos en encontrarlo, o me pierdo en el aparcamiento y tengo que llamar a un guardia de seguridad, o se me descongela el pescado dando vueltas. También me pasa que se me olvida con qué coche he ido, que en el trayecto del cajero al coche, además de la paciencia, pierdo el ticket, o que me emperro en intentar abrir un coche que no es el mío, con el consiguiente estrépito de alarmas.

Traté de resolverlo llevando encima el GPS que me regalaron, en lugar de dejarlo en el coche, pero como no sé usarlo, lo pongo en la función MP4 y voy escuchando música para entretener la búsqueda. Y sé de más gente a la que le pasa lo mismo, porque nos encontramos deambulando en la oscuridad del subsuelo.

A algunas de esas personas les cuesta reconocer su problema, porque cuando nos cruzamos bajan la cabeza para que no se les vea que están desorientadas, o se dirigen rápidamente a un coche que no es es el suyo para que parezca que ya lo han encontrado.

He pensado en montar una sociedad gastronómica de personas desorientadas.

Si nos juntamos los desorientados de lo de desaparcar con otras desorientaciones más vitales, habría overbooking en el txoko.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Y ahora os voy a contar como en mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo, como decía el Capitán Tan, también he pasado por sitios más bien mierdosos.

Recuerdo un hostal en Málaga en el que pagué 1200 pesetas por dormir una noche, 7 euros de los de ahora. Era 1990 y uno no estaba para excesos. La habitación era asquerosa. Las sábanas estaban sin cambiar desde hacía tres o cuatro huéspedes, y el anfitrión era un hombre descomunal embutido en una camiseta de tirantes, que me recibió sin afeitar y rodeado de diecisiete o dieciocho churumbeles bastante gritones. No dormí nada, porque la ropa de cama de desplazaba conmigo cuando cambiaba de postura, pero estuve entretenido toda la noche contando las cucarachas que salían de los agujeros que había en el suelo.

Tampoco estuvo mal aquella taberna de Córdoba, en el mismo viaje, en la que el pobre camarero me dijo, llorando, que no podía más.

- Si solo te he he pedido una cerveza, le contesté.

- Ya, pero hace una hora, repuso.

- Eso también es verdad.

Y es que unas niñas con acento de San Blas -ejque- que eran veinte o veintiuna y estaban de viaje de estudios, estaban en la mesa de delante, pidiendo su cocacola y su tapa y pagando cada una lo suyo. Y regateando el precio, encima. El pobre barman acabó loco, así que le invité a un gintonic.

Sin embargo, la palma se la lleva una pensión de Roma en la que le gané por dos pelos a un argentino un sitio en una cama. Él acabó en la rue y yo en la única habitación que quedaba. También es cierto que yo estaba más presentable y que él apestaba a whisky, que yo tenía unos euros en la mano y él una botella. Un taxista beodo y laringectomizado me había trasladado desde el aeropuerto de Fiumicino por 120 euros de vellón hasta la estación Termini. Eran las tres de la mañana y fue el precio que conseguí después de negociar bastante, que el maldito empezó pidiendo doscientos. La cama, no obstante, estaba limpia, y el sueño me supo a gloria. Y los spaguetti alla arrabbiata del día siguiente me devolvieron la alegría de vivir.

He pasado por algunos lugares aún más infectos: he llegado a dormir al raso en un parque en Zaragoza. He comido un bikini en un bar del aeropuerto del Prat cuya grasaza aún permanece en las paredes de mi estómago. Y en Cherburgo un marinero me dió una somanta de leches que los moraos me duraron todas las vacaciones.

Menos más que ya lo he borrado todo de mi memoria.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Tres sitios imprescindibles


Juan Eslava Galán acaba de escribir un libro precioso que titula "mil sitios que ver en España al menos una vez en la vida". A mi no me da el espacio para tanto. Ni la edad. En los pocos años que tengo apenas he podido ver más de ciento veinte o ciento treinta sitios. Pero dos de ellos no están en el libro.

Uno es la ciudad de Salamanca, tal como se ve al atardecer de un día de invierno desde las torres de la catedral nueva. Con el sol vistiéndola de oro. Suele hacer frío, y un viento que jode el cutis, así que antes de subir conviene haber comido al mediodía un buen menú. Detrás de la Plaza Mayor, en Isidro, podéis ingerir uno a base de garbanzos con berza, gloriosos, y cuyos calores permanecen en el aparato digestivo, extendiéndose después al resto del cuerpo, durante horas y horas.

Y otro es el castillo de Santa Catalina, en Cádiz, también al ponerse el sol, y visto desde el apartamento de mi tía Puri. En este caso, el placer se redobla si se acompaña del gazpacho que ella prepara como ninguna y de una ensaladilla bien aliñá. Y se remata con una botella de litro de Cruzcampo y unos chopitos calentitos recién traidos de la freiduría Las Flores. A la casa de mi tía no puedo invitaros, pero seguro que os apañáis con unas tortillitas de camarones de las que ponen en El Balandro, en la Alameda.

Y como el mundo no se acaba en España, sino en París, donde empiezan y terminan además todas las cosas que merecen la pena, he escogido un tercer sitio. Se trata de la nave central de la Abadía de Saint Germain des - Prés, que ha escondido entre sus muros los huesos de Descartes y el memorial de Pascal, donde el silencio es más puro, si cabe, que en la sala de estudio de la Pontificia de Comillas. Y para estar a gusto sentado en tan magno espacio es imprescindible haberse comido antes una raclette en alguna de las tabernas del barrio latino y haberse tomado un espresso en uno de los veladores de los cafés que hay en la plaza. Los mismos en los que se sentaban Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir.

Buen viaje.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Muros

A los veinte años de la caída del muro de Berlín, Nicole Muchnik pensó que no estaría de más recordar que en el mundo existen actualmente 17 muros o barreras infranqueables entre países, un total de 7500 kilómetros de muros, que llegarán a 18000 cuando esté terminados.

A saber: la gran muralla de arena natural de Marruecos, para defenderse de los ataques del Frente Polisario, el que hay entre Israel y Palestina, los tres construidos en el antiguo Frienship Park, entre México y los Estados Unidos, el de Melilla, los que construyen los soldados americanos en Bagdad, para separar chiitas de sunitas (por si andáis preguntandoos cuándo acabará la guerra, os recuerdo que Donald Rumsfeld, antes de enviar las tropas a Irak, dijo que "la guerra se habrá ganado cuando los estadounidenses vuelvan a sentirse seguros", así que habrá que preguntarles), el de Padua, que separa a las comunidades inmigrantes, los que proyectan para aislar a las favelas de la olímpica Río, los 88 muros de la paz de Belfast, el que separa la rica Botswana del pobre Zinbawe, para que el ganado de este país no entre en aquel, la barrera virtual, qué finos, que Boeing construyó entre México y Arizona.

Y luego están las videocámaras, los vigilantes armados de nuestras urbanizaciones en Pozuelo, los vehículos blindados todoterreno, la ropa protectora, el calzado de suela reforzada y las clases de artes marciales.

Todos más seguros. Menos la mayoría. Todos menos libres. Todos. El tiempo del miedo.

martes, 10 de noviembre de 2009

retuérceme el ordenamiento, por favor, que tengo un problema




- espera, que lo tengo por aquí, por algún cajón.


Esto es un experto jurídico español buscando un recurso en el ordenamiento jurídico para resolver la situación de los dos piratas detenidos y bajo la jurisdicción de la Audiencia Nacional. Para que, depués de devolverlos a Somalia, no parezca que el Gobierno español se ha bajado los pantalones.

El asunto tendría gracia si no fuera dramático. Porque los servicios de inteligencia, siempre para salvaguardar la integridad del territorio y de quienes lo habitamos, hacen lo que quieren - ellos dicen "lo que deben"-, y luego va el experto de turno y viste el monigote como haga falta, retorciendo el ordenamiento jurídico hasta que dé de sí cuanto sea necesario

... ¿a qué tantos problemas ahora?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Los motivos del silencio

La sala de estudio de la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid es un espacio diáfano y luminoso. Inmenso. Me sorprendió el silencio, porque cuando entré la ocupaban no menos de cuatrocientos estudiantes.

Enchufé el ordenador pasando el cable por encima de la carpeta de la bella joven que se sentaba delante, molestando bastante, aunque sin querer, pero ella no levantó la vista de sus apuntes. La mesa, habilitada para ocho plazas de estudio, la ocupaban otras dos personas cuyo sexo no recuerdo enfrascadas en sus asuntos. Ni siquiera se inmutaron cuando mi PC hizo del musical pin-pon-pin-pon de microsoft al encenderse. Ni un corrillo, ni una tos, ni una silla que hace ruido al levantarse uno, ni una página al ser pasada, ni el roce de un fosforito en las últimas, ni un suspiro de cansancio o de amor. El primer sonido me vino de doce metros atrás, y era el de una uña al rozar contra el cuero cabelludo de un mozo que parecía sacado de la portada de un disco de Fórmula V.

El responsable de ese ambiente monacal era un individuo que, además de bibliotecario, hacía funciones de guardia jurado, y cuya única arma era una mirada penetrante y terrible, que taladraba hasta los sentimientos cuando alguien se dilataba más de la cuenta ojeando un libro en la estantería o cuando una chica intentaba recorrer los cien metros de pasillo sin quitarse los zapatos de tacón.

Me puse a pensar en cómo es posible ocupar una superficie de veinte mil metros cuadrados con un humilde cuerpo de ser humano y con la sola ayuda de unos ojos claros. Y me entretuve en ensayar miradas ocupantes, buscando ampliar la dimensión de mi ser. Pero no me miraba nadie.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Paraules d´amor

No sé si se refería solo a las palabras que intercambian los corruptos o a algunas otras que se escuchan por ahí. El caso es que la sentencia de Millás en el dominical de El País me dejó pensando una buena temporada: si estas palabras que viajan de teléfono móvil a teléfono móvil no fueran invisibles, formarían sobre nosotros un techo de mierda que haría de la tierra un lugar inhabitable.

No sé. De lo que si estoy seguro es de que el mogollón de teléfonos móviles que existen han multiplicado el número de palabras que se dicen. En consecuencia, también de las superfluas.

Antes se pensaba más, por eso se nos ocurrían más ideas. Ahora cuando llevas un rato sentado sin hacer nada sacas el móvil y llamas a alguien:

- ¿qué?

- nada, aquí.

Lo lógico sería despedirse y colgar, porque si no hay nada, no hay nada. Pero suele pasar que se te desata la lengua y empiezas a contar que se te ha roto un zapato, y luego que has comido arroz, y el otro te contesta que también, y así todo el rato.

Tendrían que poner un límite, para que, obligados a elegir, elijamos solo palabras de amor. Aunque sean tres frases hechas aprendidas de comediantes y de sueños de poetas.

Paraules d'amor senzilles i tendres.
No en sabíem més, teníem quinze anys.
No havíem tingut massa temps per aprendre'n,
tot just despertàvem del son dels infants.

En teníem prou amb tres frases fetes
que havíem après d'antics comediants.
D'històries d'amor, somnis de poetes,
no en sabíem més, teníem quinze anys...




sábado, 7 de noviembre de 2009

desde el fondo de la clase

Hoy he oido decir que es muy importante tener claro el recorrido físico que hemos hecho en la vida, porque es el que explica nuestro recorrido moral. O algo así.

Y para hacerlo proponían elaborar un relato a partir del sitio que hemos ido ocupando en clase, desde párvulos hasta que dejamos la universidad.

Yo empecé en el medio de la clase, sitio que abandoné para irme a la primera fila a la altura de tercero de primaria, pero no era yo quien elegía, sino otros, que sobre mí tenían ascendencia, y a fe que me la hacían reconocer si la ponía en duda. A hostias. Acabé la primaria otra vez en el medio, lugar que no abandoné hasta segundo de secundaria. Entonces me fuí a la última fila, y empecé a odiar a los que elegían la primera. En el gallinero me afinqué hasta el final de mis días de estudiante, con un paso fugaz por el medio cuando el amor se cruzó en mi vida y el amor se sentaba, otra vez, en mitad de la clase.

Me justificaba diciendo que desde el fondo siempre se tiene más perspectiva. Chorradas. Desde el final de la clase no se oye nada.

Y así acabé. Con presbicia y presbiacusia. De lo de la moral, ni sé.

viernes, 6 de noviembre de 2009

zapatos planos



Parece que vive en un piso de esos del barrio de Salamanca con techos tan altos que los varones tienen que hacer pis sentados, por miedo a que el eco haga sentir una intempestuosa granizada de verano donde no hay otra cosa que una micción de tres al cuarto.

A las noches llega a casa derrengada, y no tiene el cuerpo más que para sentarse con su marido y sus hijos a cenar y compartir fatigas y alegrías. Sólo cuando los vapores del ribera del duero llegan al cerebro y este emite las órdenes que liberan la lengua de las cadenas que le impuso el cargo, ella se anima a proponer un juego:

- venga, va, a ver a quien se le ocurre la chorrada más gorda para decir mañana a los periodistas. Algo que los descoloque bien.

- cántales "qué bonitos ojos tienes", y así cambias el rollo ese de que "son ustedes muy amables, muchas gracias" dijo uno.

- que Gallardón y tú fuisteis novios antes de conocer a papá, apuntó otro.

- algo que haga que te miren a los pies, que haces mala cara, mamá, de verdad, sugirió el último.

El final ya lo sabéis:

- Ya saben ustedes que cuando llevo zapato plano no hago declaraciones. Son ustedes muy amables, muchas gracias.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Del 48 al 23.

Había una vez un país en el que a los niños empollones les ponían chicle en el asiento de la escuela y los arrinconaban contra la pared cuando jugaban al palizón.

No solamente los niños eran unos miserables, también los gobiernos y las instituciones, de manera que cuando el niño empollón decidía dedicar su vida a la investigación científica e iba al ministerio, ya hecho un hombrecito, a pedir una beca, al funcionario que atendía se lo tenían que llevar las asistencias médicas, porque del ataque de risa que le daba se quedaba sin respiración.

El joven emigraba en busca de mejor suerte, y cuando la encontraba, se quedaba a vivir en el país de acogida, se casaba con una joven del lugar, tenía hijos e hijas que servían a la nueva patria, y hacía nuevos amigos, también científicos, como él.

Una vez, el joven rey de aquel país tuvo algo parecido a un insomnio. Como no podía dormir, salía a mirar por la ventana. Y no veía más que a merluzos, los mismos que arrinconaban a los empollones jugando al palizón, pero ya mayores. Le daba pena ver el erial en el que se iba convirtiendo el suelo patrio, y no podía dormir.

Convocó a sus consejeros y les dijo que había tomado una decisión. Bajaría el tipo del IRPF para los sueldos altos del 48% al 23% para aquellos científicos nacionales que había repartidos por el ancho mundo que quisieran retornar. Y si con ellos se traían a unos amiguetes del destierro, de los que enriquecen el mundo de las ciencias y de la cultura, pues estupendo. Su majestad premiaría su venida con las mismas ventajas fiscales. Los consejeros alabaron la sabiduría del rey, que con su medida consiguió enriquecer el país con mentes más preclaras del universo.

Pero uno de los consejeros era miembro a su vez del Consejo de Administración de un poderoso club de fútbol, y releyendo el bando real encontró en él un resquicio que debidamente explotado le reportaría pingües beneficios. Amparándose en que la medida era para favorecer la llegada de genios del mundo de las ciencias y de la cultura, y aprovechando que el fútbol era un fenómeno cultural, de la cultura llamada "de masas", más concretamente, fichó a lo más granado del balompié mundial, pagando sueldos seis o veinte veces más altos que los que se pagaban a los que luchaban contra el tumor cerebral y el cáncer de mama.

Los futbolistas se hacían de oro, el consejero también, porque cobraba unas estupendas comisiones por su gestión, y la Hacienda del Estado y los contribuyentes en general fueron viendo cómo al mirarse cada mañana en el espejo se les quedaba más cara de gilipollas.

Hasta que el rey de hartó y dijo que ya estaba bien de chorizos. Desterró al consejero, vetó la entrada de más futbolístas y les dijo a todos los que ya estaban que tenían cinco años para sacarse una carrera de ciencias e inventar una vacuna que sirviera para algo. Si no querian tener que devolver todo lo que habían ganado de más.

Amenazaron los muy brutos con ir a la huelga, pero antes de que lo hicieran, el rey les cortó la cabeza.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Increíble



- "No acredita suficientemente los motivos para entrar en el país"


Tan ancho se quedó el policía de Barajas cuando rechazó a un niño de siete años, de nacionalidad argentina, que venía con su padre, de nacionalidad colombiana, residente regular en España. Los papeles del reagrupamiento estaban en regla, pero el policía no.

Tampoco lo estaba el que no dejó entrar al batería de Divididos, un grupo de música argentino , y sí al resto de la banda. Ya se sabe que de los baterías no puede uno fiarse. Y a lo mejor tocan muy fuerte.

La ley es la ley y el policía, eso lo sabe todo el mundo, es un servidor de la Ley.

Antes que de las personas.

Increíble.

Lo cantaba bien Bob Dylan, ¿recordáis los mayores?, ¿cuando rimaba el honey y el money para hablar de los que buscaban el país de la miel y se encontraban con el del dinero?

Pues eso


martes, 3 de noviembre de 2009

Mascletá

Dice el doctor Nicolás González, neumólogo y experto en problemas respiratorios relacionados con el sueño, que las personas que roncan privan a su compañero de dos años de sueño por cada 24 de vida en común. A mi me parece mucho. No creía que hubiera nadie que aguantara veinticuatro años ese suplicio. Ni veinticuatro días. Si el otro ronca, tú no duermes, y si no duermes, no vives. Te tiras veinticuatro años durmiéndote por las esquinas al día siguiente, con un humor de perros, perdiendo un amigo por mes de hartos que acaban de tus bufidos, y luego muchos roncadores no devuelven los años robados. Y eso está feo.

Yo un día que terminé durmiendo en el cuarto de baño de un albergue de montaña pensé que lo habia visto todo en ronquidos. Aquel salvaje atravesaba con ellos puertas blindadas y paredes de hormigón.

En su casa tenían instalados unos paneles de esos que ponen en las autopistas para separarlas de las viviendas cercanas, y tenían que sustituirlos por otros nuevos cada año debido al deterioro que sufrian.

Los que vivían con él tenían un seguro de nervios, y cuando los perdían y cometían alguna tropelía, la compañía les abonaba un tanto.

Pero resulta que no, que no lo había visto todo. El afamado doctor arriba citado dice conocer el caso de un señor con un ronquido de 80 decibelios, el ruido equivalente al de un petardo. Su nombre estaba registrado en varios hoteles a fin de no dejarle alojarse, porque el ruido alcanzaba tres pisos arriba y tres pisos abajo. Eso en vertical. Dios mío.

Su mujer lo echó de casa y los del 092 del municipio, y la policía autónoma de la comunidad. Y cuando el Gobierno estaba a punto de desterrarlo, encontraron la solución. Dormía de día en pueblos de la Comunidad Valenciana, le acoplaban la megafonía y se ahorraban la pólvora de la mascletá. Y a las noches trabajaba en el servicio comarcal de recogida de enseres.

Si el que se agobia con los problemas es porque quiere.

lunes, 2 de noviembre de 2009

A ver si no es para matarlo

Había tenido una semana indecente. Dos hijos en la ESO y dos amonestaciones escritas por conducta gravemente contraria a la convivencia habían agotado su paciencia, que no era mucha. Una fue para Verenice, por decirle al profesor que se las iba a ver con su padre y otra para Venancio, porque se le había caído sin querer un escupitajo por la ventana, que lamentablemente fue a dar en la bata de una profesora que pasaba por ahí.

El caso es que llegó al estadio calentito. Y la emprendió con el colegiado, el cual, pobrecito, tampoco parecía haber llegado al partido después de haber pasado unos días felices, y no daba una a derechas.

Al principio eran unos insultos estándar, y unas faltas de respeto, que, aún dentro de la grosería, encajaban perfectamente en el género literario que se usa en la gradería. Mediado el primer tiempo empezó a acompañar el verbo del gesto desaforado, violento, cargado de energía negativa. Y rondando la media hora, después de que el árbitro pitara una falta a favor y no castigara al infractor con penalty y expulsión, se levantó, se giró, y nos gritó a los dieciocho o veinte que ocupábamos los asientos de atrás:

- a ver si no es para matarlo...!!!

Todos asintieron con generosos movimientos de cabeza, en parte porque compartían la indignación del enajenado y en parte para que se diera la vuelta enseguida y les dejara en paz.

Pero a mí me pilló en otro asunto, ya que estaba inclinado hacia la derecha intentando captar con la fosa nasal de ese lado los efluvios de un cohiba que se estaba fumando un señor, y así sacar los aromas de marihuana que me estaban entrando por el otro orificio, por obra y gracia de algún desubicado que se había confundido de escenario.

- Tú, gafitas, a ver si no es para matarlo, digo!!!

Repitió dirigiéndose a mí, porque vió que no le atendía.

- Tienes toda la razón, contesté. Y no dejarle volver a entrar en un campo hasta que no haga un programa de desintoxicación, que me tiene atufao!

Se giró de nuevo y siguó insultando al pobre trencilla andaluz:

- Intoxicao!!!, atufao!!!

domingo, 1 de noviembre de 2009

Neruda


Me gustas cuando callas porque estás como ausente


Después de una tarde de lluvia encerrado en casa con él, preparando un examen de inglés, otro de lengua y otro de mate, secuenciados sin piedad uno detrás de otro por alguna docente malintencionada y rencorosa (no sé qué le habia hecho yo), y en un momento de tregua en el que llevaba diez minutos sin hacer añicos la lengua de Shakespeare y de Paul Gascoigne, en silencio total, el verso de Neruda me acarició el corazón, y corrí veloz a rescatar el libro que lo contiene de la estantería de los libros olvidados (debéis saber que también tengo una estantería para los libros olvidados, que se dividen en dos, los que se han olvidado de devolverme y tengo que volver a comprar poque no soporto su ausencia y los que he dejado olvidados en algún sitio y tengo que volver a comprar porque no puedo vivir sin ellos).

Y leí el poema completo.

Y cuando terminé, se lo recité, mirándole a los ojos de vez en cuando.

Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Esperaba una reacción como de corazón encogido, porque le temblaba el labio inferior. Entonces dijo:

- ¿puedo ver la tele?

Callé, pensando que yo también le hago bien a él cuando callo. Y devolví el libro a su sitio.