lunes, 29 de junio de 2009

la estrategia NAOS.


Me referí hace unos días a la confabulación de la FEMP, la AESA y la FEN para acabar con las mollas antiestéticas y poco saludables, sobre todo en los niños. En el horizonte, la estrategia NAOS (No a la Obesidad Superlativa o estrategia para la Nutrición, la Actividad Física y prevención de la Obesidad, que nunca sé qué significa NAOS).

La estrategia de marras, en la lucha sin cuartel contra lo que conduce a estar gordo, trata de involucrar a todo bicho viviente: a las escuelas, a las familias, a las empresas y a los médicos. Peleando contra mi tendencia a dispersarme, me centré en las actuaciones propias del ámbito familiar. No pude pasar del punto 10, que a continuación transcribo:

10. involucrar a todos los miembros de la familia en las actividades relacionadas con la alimentación: hacer la compra, decidir el menú semanal, preparar y cocinar los alimentos, etc.

Por si sois tan nulos como yo en este lenguaje plagado de tecnicismos, lo voy a simplificar y a desglosar. Si quieres que tus hijos no estén gordos tienes que actuar en dos frentes, el A y el B

Frente A. Los hijos
(con esto resumo lo que dicen los puntos 1 a 9). Sométaseles a tres obligaciones:

1º) comer frutas o verduras 5 veces al día (a mí no me salen tantas comidas, a no ser que se les mande a la escuela con un bocadillo de berenjenas rebozadas para el almuerzo),
2º) reducir la ingesta de golosinas hasta límites intolerables por el organismo infantil,
3º) dedicar 15 - 20 minutos a desayunar (si acaba en dos de tomarse el cola cao y las madalenas se le invita a estar los otros dieciocho mirando al techo de la cocina).

Frente B. La estructura familiar (resumen del punto 10) Una vez los hijos están bien amargados y con cara de zanahoria:

4º) convocar para el viernes a la tarde la reunión de planificación nutricional, con el siguiente orden del día:
a) decidir el menú
de toda la semana,
b) organización de horarios de fin de semana para sacar dos horas el sábado a la mañana para ir juntos al LIDL, y
c) organización de turnos que canalice el irrefrenable deseo de entrar todos a la vez a la cocina para preparar hoy unos callos y mañana una manitas de cerdo.

Dada mi experiencia, me atrevo a sugerir unos consejos prácticos para los incautos que estén pensando en seguir la estrategia esta. Por partes. Para que vengan a la reunión hay que poner como reclamo un bol de palomitas y unas cocacolas sin cafeína pero con hielo. Ya sé que esto es empezar torcido, pero al menos vienen. Punto a). Ocurrirá, después de pelear bastante, que los menús salen poco nutritivos, llenos de mayonesa y de aceitunas y cebolletas, y que alguno siempre quiere meter dos días de Mc Donald´s. Punto b). Cuando llega lo de la compra en familia es previsible que todo el mundo se haga el orejas a no ser que saquen tajada del viaje. Más de uno no se mueve de casa por menos de seis tabletas de chocolate blanco. Y punto c). En la cocina no deben entrar más que de uno en uno y para cumplir funciones de auxiliar, si no se quiere acabar como dice Forges. Con esta perspectiva, como podéis imaginar, no hay reunión sin coerción.

Así que elige. O tranquilidad u obesidad.

los que fue



El día que murió Michael Jackson, y los días siguientes, pasaron en la televisión una imagen tras otra. Más que fragmentos de su vida, parecían recoger las vidas que vivió. Y aprovechando que él cumplía los mismos 50 años, y esperaba que de un momento a otro entraran a liquidarle, decidió pensar, no en lo que había sido, sino en los que había sido.

Odió a todos. Desde el niño prodigio al guaperas de los ricitos. Desde el novio imbécil al adulto que le visitaba desde el espejo por las mañanas.

Ya instalado en el que era hoy, decidió escribir cartas de felicitación a los que le aguantaron de lunes a viernes. Tenían mérito. Y a los que le aguantaron también los fines de semana, que merecían un reconocimiento aún mayor. Metió un mensaje en una botella, en el que felicitaba a todos los que, sorteando el destino o aprovechándose de él, no habían tenido la desgracia de cruzarse en ninguno de los caminos que recorrieron aquellos que fue. Y puso la botella en la playa que había delante del hotel.

Cuando terminó de escribir cartas cumplimentó un formulario rindiendo cuentas de los cincuenta años al Jefe de Negociado. Quedaba tanto en el debe que pidió dos vidas al cielo y un gin tonic al servicio de habitaciones.

Exigió responsabilidades al dueño de esto, qué hay de lo mío, igual que Jackson con quien lo hizo negro.

Finalmente, se desparasitó. En un último gesto de dignidad llamó a su abogado y pidió que apartara del testamento a todos los representantes que tuvieron aquellos que fue.

Y, como Santiago Nasar el día en que lo iban a matar, puso el despertador a las 5:30 de la mañana.

domingo, 28 de junio de 2009

coletas

Levantaba a su hija de cuatro años cada mañana, con el sol, si había, y si no, con las nubes. Preparaba su desayuno, lavaba su carita y la vestía. Para no cometer torpezas, habituales en él por su manera más bien distraída de ser y estar, preparaba la ropa la noche anterior, una para sol y otra para lluvia, porque también quería ser previsor, y preguntaba a su mujer:

- ¿esto pega con esto? ¿y esto con esto?

Tenía miedo del juicio ajeno. Desde aquella mañana en la que, después de dejar a la niña en la escuela, fue a tomarse un café en la degustación de enfrente, y escuchó la conversación de unas madres que ponían pingando a un pobre padre viudo que hacía con sus tres hijos pequeños lo que le permitían su entendimiento y sus fuerzas. Escasas, estas.

Así que ponía especial esmero en la última de las tareas. Peinarla. Tenía una melenita rizada que presentaba infinidad de complicaciones, así que compró en eroski una docena de diademas con las que suavizar el trabajo. El día 15 ya se habían perdido todas, cosas que pasan, y tuvo que aprender a hacer coletas. Para esto había que saber un poco de matemáticas, porque la raya del pelo tenía que ser una linea recta. Y había que ser un poco artista, y tener cierta visión espacial y alguna habilidad motora, imprescindible para sujetar los pelos con una mano y manipular la goma con la otra, contando además con que la niña no se estaba quieta.

Para la primavera le salían tan bien las coletas que pensó en dejar su trabajo y poner una peluquería. O un puesto en la calle, a la puerta de una escuela. Solo para poner coletas a las niñas (a los niños en aquel tiempo, si llevaban una camiseta rosa, les llamaban marichicas, así que como para llevar coleta).

El 28 de junio fue a recoger el informe de evaluación de la pequeña. Iba de buen humor, porque era su cumpleaños, le habían regalado un frasco de colonia y hacia sol. Y en esos informes de niños siempre dicen cosas bonitas: ya sabe la "o", cuenta hasta 35, recita hacia atrás los "versos del capitán", y cosas así.

La tutora estuvo encantadora con él, y cuando leía el informe tomando un cortado en la degustación se le cayó el mundo encima.

- Observaciones: conviene mandar a la niña peinada por las mañanas.

viernes, 26 de junio de 2009

El hombre solo

El hombre solo de Bernardo Atxaga era un ser al que los cinco días de la novela le pesan como si fueran cinco siglos. A todos los hombres y mujeres solos les pasa lo mismo, ya sean directores de instituto o de centrales nucleares, que lo del tiempo y su discurrir se convierten en una broma pesada.

Al hombre solo su soledad le obligaba a pactar, una tras otra, treguas para llegar a la noche y seguir siendo un hombre, aunque fuera un hombre solo. Treguas con el miedo. Treguas con la ansiedad. Treguas con el pensamiento circular.

El hombre solo, de grande que era su soledad, oía su propia vesícula trabajando. Y cuando la soledad se le hacía insoportable, se preparaba ensaladas con la comida del gato, y se inventaba un personaje en el que vivía hasta que se le pasaba el agobio.

A veces el personaje era la propia soledad, y se acostumbró a pensar en ella como se piensa en una compañía, que a veces no calla, qué pesada, y a veces solo escucha. Lo que le quieras contar. Y que no agobia con consejos.

Morirse también se murió solo, con su familia de vacaciones en las Indias occidentales, vaya por Dios, que no llegaron a tiempo para el oficio.

Pero el tanatorio se llenó de gente, que no supo a quien mostrar sus condolencias.


Emilio cumple hoy 45 años y dirige el mejor colegio de Bilbao.

Gorditos y contentos

Uno de cada cuatro niños españoles tiene sobrepeso. Que le sobra peso, digo. Kilos. Y como eso no se puede consentir la Federación Española de Municipios y Provincias ha firmado un acuerdo con la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y la Fundación Española de la Nutrición para mejorar la salud infantil y combatir la obesidad desde los Ayuntamientos, fomentando el programa Thao - Salud Infantil y la Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad.

Resumiendo, en marciano: La FEMP ha firmado un acuerdo con la AESA y la FEN para la promoción del Thao- SI y la NAOS.

Vaya lío. Seguro que no han valorado la relación entre obesidad y felicidad. Seguro que no han reparado en las conclusiones de un estudio de la Universidad Complutense y de la Fundación Crecer Jugando (en marciano, UCM y FCJ) que dice que el 85% de los niños españoles entre seis y doce años se consideran felices. Sólo nos ganan los holandeses, pero eso es porque están rodeados de tulipanes y porque viven por debajo del nivel del mar, que digo yo que alguna explicación científica tendrá que haber.

Esto significa que 3,5 de cada cuatro niños gorditos españoles es feliz. Por ejemplo, Inma, de ocho años (qué nombre más bonito para una niña de ocho años), que dice que el día más feliz de su vida "fue la Nochevieja, porque mi primo se comió las uvas y luego le salieron por la nariz". Y tiene más razón que una santa, porque la felicidad es eso, ver a tu primo asfixiarse mientras su padre le pega unas leches en la espalda y todo el mundo se ríe del pobre chaval. Instantes fugaces de tocar el cielo con los dedos.

Así que he mandado este informe a la FMP, a la AESA y a la FEN y a la madre que las trajo para que revisen sus conclusiones. Que no es lo mismo acompañar los michelines de pesadumbre que de dicha. Dicho está.

miércoles, 24 de junio de 2009

San Pedro


San Pedro es un santo muy popular. Y uno de cada cuatro pueblos de España, aproximadamente, (es un dato a ojo, que no he contrastado con la base de datos de la Federación Española de Municipios y Provincias ni con la de la OCDE) se solazan en su nombre a finales de junio.

El alcalde de la zamorana pedanía de San Pedro de la Viña (286 habitantes) quiso honrar al santo patrón contratando para las fiestas el espectáculo titulado "Chica lava tractores y lucha con chocolate". Al principio estaba tan contento, y cuando le preguntaban, decía que la chica de la foto del cartel era su novia, y las que actúan con ella, sus amigas, con las que él mismo había estudiado cuidadosamente la coreografía, para adaptarla a los gustos de la localidad. De hecho, fue él quien introdujo el elemento autóctono, novedoso e impactante, del tractor, que en el diseño original las chicas lavaban unos seat 1500.

Pero los socialistas, que mucho ateo y mucha leche pero son todos unos carcas y unos reprimidos, andan ahora acosando al pobre y bienintencionado edil. Que si machista, que si despilfarra el dinero público, que si qué horas son esas, a las siete de la tarde, entre los juegos infantiles y la verbena, para programar el "acto"...

Se defiende como puede, y ya ha anunciado una demanda contra la agrupación socialista por los perjuicios psicológicos que le han causado con este revuelo infundado. He tenido un gran disgusto con esto, dice. No me extraña. Menudo bajón. Todos los hombres del pueblo entusiasmados, por fin algo cosmopolita en el programa de fiestas, corriendo presurosos a poner dinero para pagar la actuación, para que no hubiera que echar mano de las arcas municipales, importándoles una higa la hora, que total, en sampedros están niños y grandes en la calle todo el día, y vienen estos tiquismiquis a sacarle punta al tema. No hay derecho, hombre.

Y con tanto acoso ha perdido el norte. Y ha confesado que la chica del cartel no solo no es su novia, cosa que ya se comentaba en los corrillos, sino que ni siquiera se corresponde con ninguna de las que van a actuar. A lo cual los mecenas han respondido diciendo que les devuelva el dinero, que ya está bien de engaños y que si el espectáculo no tiene calidad no lo financian.

Ay, con lo socorridas que son las chocolatadas o las morcilladas.

martes, 23 de junio de 2009

Sefarad


Sefarad. Hace ocho años, leí nada más publicarse esta parábola de Muñoz Molina sobre las perversidades del siglo XX. Es una novela de novelas. Un libro para exiliados, mentales o físicos. Y de ella me acordé el sábado pasado, cuando leí en Babelia una entrevista con el escritor Jesús Pardo en la que decía que lo peor que se puede ser en este mundo es étnicamente puro.

Justo lo contrario de lo que pensaban algunos el siglo pasado. Y este. Lo pasaban tan mal pensando que su sangre se deterioraba por momentos con las mezclas y el mestizaje, que publicaron unas leyes (las Leyes de Nüremberg sobre pureza de raza, de 1936) para quitarse el mal rollo. Así solucionaban el incómodo problema de no saber exactamente quién era quien, y se sacaban de encima al impuro. Tanto celo puso el Estado en aliviar a los ciudadanos de esta molesta sensación, que custodiaba la sangre y el honor de cada uno, para que no se tuvieran que preocupar de nada.

Yo me siento mejor desde que sé, como dice Pardo, que nuestra sangre es un mix de cutrez judaica y oratoria árabe. Y me parece entender que Francisco Camps también se siente mejor, que desde que ganaron las europeas anda más desatado que Basagoiti, y ha resucitado la idea de educar para la ciudadanía española en lengua inglesa, y así, como los ingleses son un poco humor latino y otro poco eficacia germánica, de la misma mandamos a la mierda la pureza de razas y nos casamos todos con todos, hala!

The bright side of the road

Oscuridad, oscuridad, ¿dónde he oído yo oscuridad? Desde la viñeta de Erlich de ayer llevo dando vueltas a la pregunta. ¿Quien dijo aquello de pasar del fondo oscuro de la calle al lado brillante y luminoso de la carretera?

Van Morrison, claro. Van The Man (aunque la que os propongo es la versión afro - latino - americana de Shakira, que también tiene su aquel, en un acto de la campaña del candidato Obama)

From the dark end of the street to the bright side of the road
we´ll be lovers once again on the brigth side of the road.
Little darlin´, come with me, won´t you help me share my load,
from the dark end of the street to the bright side of the road.

Qué simple es la verdad, carajo! Y qué listo el que se da cuenta de que vivir solo es eso: luchar por pasar de las tinieblas a la luz.

En medio de la pesadilla, donde no se ve nada, es bueno soñar con iniciar ese viaje. Es lo único posible además. Y si sueñas muy fuerte, el sueño es la mismísima realidad.

Won´t you help me sing my song?


domingo, 21 de junio de 2009

pesadillas


Erlich publica sus dibujos en El País. Cada mañana me hace pensar, por si se me olvida, con el trajín del desayuno equilibrado y todo eso.

Este de hoy es bueno. Especialmente bueno, quiero decir. Normalmente, cuando un niño tiene miedo por algo pasa lo contrario. El padre rodea los hombros del pequeño con su brazo, y le transmite, con cualquier trola o cuento chino que se le ocurra, una seguridad que no tiene y un cariño infinito.

Pero este es un padre especial. Especialmente tierno, quiero decir. Está con el crío, sin aspavientos. Y ve lo mismo que él: nada. Comunión de postura y de ademán. En las buenas, contigo, y en las oscuras, casi negras, contigo también. Y las cosas por su nombre. Muerte, muerte, y ya no estás, ni se te espera. Asesinato, asesinato, victoria del alma negra, sonrisa del miserable.

Delante del cadáver de un hombre asesinado un niño solo pregunta por qué. Y después preguntará si va a volver a pasar. Yo diría que la durabilidad del material con el que está hecha el alma ruin de los que matan y de los que aplauden no permite ser optimista.

Pero en la oscuridad, contigo.

yo vivo en un país... (y 2)


En el país en el que vivo hay un número importante de personas que van a las fiestas aunque no tengan nada que festejar. Se prodigan en extraños comportamientos. Por ejemplo, pueden haber suspendido todos los parciales e ir de marcha el viernes y el sábado. Algunos, hasta el jueves. Por la sencilla razón de que es fin de semana. Dejan la conciencia en el portal, detrás de una planta, y hala. Luego la recogen a la vuelta, o a veces se les olvida porque no están para nada, y andan sin conciencia hasta que se compran otra.

Otro ejemplo es lo que se ve estos comienzos de verano en este país en el que vivo. Cada ciudad, cada pueblo, cada barrio, cada calle, cada escalera, celebra sus fiestas patronales, sus sampedros, sus sanjuanes o sus sankeremos. Aunque no sepan lo que es un patrono. Pues bien, las personas de ese grupo al que me estoy refiriendo van a todas, aunque se les haya caído colonia en un ojo o les hayan extirpado el bazo anteayer. Aunque no tengan el cuerpo de fiesta, van de fiesta.

Algunos van de fiesta aunque hayan asesinado a un vecino. Y algunos van de fiesta porque han asesinado a un vecino. Estos últimos son seres de doble pertenencia, parte del grupo de los que no perdonan una fiesta y parte también del grupo de los miserables, abominable y numeroso, al que me refería ayer.

Dicen los periódicos que dos corporaciones municipales de mi país han suspendido sus festejos. Es su manera de respetar el duelo de la familia de Eduardo, asesinado ayer.

La música que me trae el viento de la noche me dice que otros no han hecho lo mismo.

Lo cual demuestra cuán equivocado estaba Descartes al decir aquello de que el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo. A mucha gente que vive en mi país le ha tocado poco.

viernes, 19 de junio de 2009

Yo vivo en un pais...


A algunas personas les he escuchado decir que el país en el que vivo es muy complejo. Vaya cosa. Como si hubiera algún país sencillo. Como si Irak, o Finlandia, mi admirada Finlandia de los líderes mundiales de tantas cosas, fueran países sencillos.

No, el pais en el que vivo no es un país complejo. O, por lo menos, no es más complejo que muchos otros. Y, por lo tanto, la palabra que lo define no es esa.

En lo fundamental, Euskadi es como el resto de los paises de su entorno. Con la misma proporción aproximada de gordos y flacos, a expensas de que algún informe de la OCDE desmienta esta impresión. Y también con la misma proporción de canallas. Lo que cambia, pero no de un país a otro, sino de un grupo de miserables a otro, es la razón en la que se amparan para cometer sus ruindades.

En cuanto a los miserables de aquí, su excusa es tan original y tan absurda que no encuentras un grupo igual en toda Europa. Y es tan rebuscada que para encontrar militantes de su causa buscan entre paranoicos y resentidos, que siempre hay. Cuando tienen ocasión, matan personas, pero también cometen otras fechorías, como robar o extorsionar a otros. Incluso a sus propios vecinos, que hace falta ser cabrón.

Esta mañana, la acción coordinada de un chivato, un asesino y algún cómplice ha acabado con la vida de un señor de 49 años que se llamaba Eduardo, y ha intentado acabar también con la su mujer y sus dos hijos, porque qué es la vida sin la persona que quieres, que eso lo saben hasta los canallas.

Por la vida de Eduardo no se puede hacer nada, pero a salvar la de su familia está convocada la sociedad entera del pais en el que vivo.

Se pueden buscar excusas, pero en el camino pierdes humanidad. Y es una pena.

jueves, 18 de junio de 2009

Finlandia


Como paso mucho calor, estos días pienso en Finlandia. Son los líderes mundiales en lanzamiento de jabalina. Y es un país que ha dado al mundo extraordinarios pilotos de coches de carreras. La OCDE, gracias al célebre informe PISA, consagró su liderazgo mundial también en la cosa de estudiar.

También pienso estos días de canícula en lo que me gustaría trabajar en la OCDE. Sus trabajos me ayudan a reflexionar sobre mi práctica cotidiana, que ya sabéis que a mí me gustan mucho las estadísticas. Cuento de todo: las veces que me sueno los mocos en un trimestre, el tiempo que dedico a mirar por la ventana del despacho los jueves, las escaleras que subo en una semana de trabajo estándar, el porcentaje de horas semanales en las que suspiro alguna vez, o los días que hace sol (esta última es una costumbre que he heredado de mi padre, que tiene todos los calendarios ilustrados con soles y nubecitas desde el año 58, cuando el Athletic ganó la copa al Madrid de Di Stéfano en el Bernabéu).

Por eso, al enterarme de que uno de cada cuatro profesores dedicamos el 30% de las horas de clase a hacer callar a los alumnos o a tareas administrativas (como apuntar quién falta, o un negativo al que se ponga faltón) he respirado profundamente aliviado, porque es una cosa menos que tengo que contar. Y también me ha reconfortado bastante saber que en Brasil y en Malasia están peor que aqui.

Son datos de la última macroencuesta de la OCDE. Han preguntado a 90000 profesores de 23 países. Y también han concluído que en tres de cada cinco Colegios el mal comportamiento de los alumnos entorpece las clase. Ya es mala suerte. He trabajado en 7 y todos eran de los de alumnos disruptores.

La conclusión es muy clara. Como no soy maestro de Infantil, si estoy apuntando y mandando callar no puedo enseñar. Mis clases son una birria y el sistema pierde calidad.

La conclusión de la conclusión. Padres modernos: dejar de atormentar a los niños con la urbanidad (los reyes de Francia meaban detrás de las cortinas y los que podían verlos miccionar se sentían privilegiados), la educación vial y el mugendo. Y decirles que se callen cuando habla una persona mayor.

Y no tengo nada más que decir, como dice Fraga.

miércoles, 17 de junio de 2009

nadie es tonto, menos yo, segunda parte.


Una pregunta que me hago de manera recurrente es por qué me pasan tantas cosas estúpidas. Y no es por mí, por salvarme yo o por otras razones escatológicas, sino porque no quiero contagiar a los que viven conmigo. Fíjate. Después de pasarnos todo el viaje desde Barcelona bañados en nuestros propios líquidos corporales, remontando el Ebro con los hijos semidesnudos y enrojecidos en el asiento trasero, jurando matar al que nos vendió el coche y al que dijo que lo arregló, y acordando el divorcio a la altura de Arnedo, va el mecánico y le dice a mi mujer, que en este caso era ella quien arriesgaba su reputación, que si hubiéramos presionado este botón de la derecha, llamado "botón del aire acondicionado", se hubieran desencadenado los procesos que le son propios, y el ambiente se hubiera refrescado, haciendo el viaje más placentero.

A la portera del número 7 de la calle Grenelle de Paris le fascinaba la abnegación con la que los humanos son capaces de dedicar una gran energía a la combinación de ideas inútiles y absurdas, de lo cual son ejemplos este blog, su autor y la vida que lleva.

Hoy me he sentado a ver el partido de la roja. La última vez que me senté un miércoles a las 4 de la tarde a ver la tele ponían la casa del reloj. Tal es mi desconocimiento de lo que ocurre a esas horas en el ámbito doméstico, que he dado por sentado que el zumbido que hacía la tele se debía a que a esa hora el aparato se ventila solo, que a veces mi coche - huevo también lo hace. Pero como llegado el minuto 35 el zumbido persistía he descubierto que no, y me he puesto a buscar el abejorro, o lo que fuera, por todo el salón. He encontrado unas galletas digestive emplastadas de colacao con habitantes diminutos, la funda de la raqueta, medio yo-yo, las agujas de hacer punto, dos airgamboys y varios fragmentos solidificados de salmón ahumado, pero del abejorro ni rastro. Y eso que lo estaba oyendo todo el rato. Finalmente, y gracias a un comentario del amable locutor del partido, he descubierto que era el sonido ambiente. Que allí en Sudáfrica, que era donde tenía lugar el encuentro, como a la gente no le gusta el fútbol, porque son más de rugby, les dan a la entrada del campo una trompeta para que se entretengan.

Menos mal que no me ha visto nadie hacer el bobo. Pero algún día lo descubrirán todo. Y será mi ruina. Y la de mi familia, contagiada de idiocia galopante.

Eso sí. Que les quiten las trompetas, o que les quiten el mundial del 2010, por Dios.

martes, 16 de junio de 2009

6.0 megapixels


Mi abuela las llamaba máquinas de retratar. Y antes no todo el mundo tenía una. Ahora hay cámaras de fotos en los móviles, en los mecheros de propaganda y en las plumas estilográficas, aunque no seas 007, y cualquier mindundi tiene una Olimpus. Antes nos esmerábamos en colocar las fotos en el álbum, y los más ocurrentes escribían pies de foto que hacían sonreir cada vez que los leías, porque los álbumes se abrían sólo entrada la Nochebuena, y ya no te acordabas del año anterior. Ahora todo está almacenado en cedés que la gente almacena en fundas que almacena en estuches que almacena en bolsas que almacena en armarios.

Toda esta saturación se debe a que queremos sacar fotos de todo. Y eso no puede ser. Si todo es importante, lo verdaderamente importante pasa inadvertido. Por ejemplo, antes llevábamos la máquina de retratar a la Primera Comunión de un primo. Y ahora vas con ella hasta a las insoportables jornadas de puertas abiertas de la piscina, tardes de humedad y michelines en las que, como cada mes de junio, te enseñan el resultado de la inversión en clases de natación de tus hijos. De entre estos resultados hay algunos patéticos, pero eso no disuade a los progenitores de inmortalizarlos en imágenes.

Sin ir más lejos, una niña rellenita, al arrojar su cuerpo desde el podium, se dió una tripada que, además de salpicarme, me trajo a la cabeza el principio de Arquímedes, y la madre, cuya sola visión explicaba la redondez de la niña, le pidió que repitiera. Así tres veces. Ni la niña era Nina Zivanevskaia ni la madre Alberto Schommer. Ni Angelina Jolie, tampoco. Y el resultado lo sufrimos todos. Y todo por esta endemoniada generalización en el uso y el abuso de las fotos.

La verdad es que el mal rollo que me da este tema tiene un motivo. Mi vieja reflex y yo llevamos un año separados. Dejó de quererme cuando vió que usaba una mierdosa RICOH de 6.0 megapixels que me tocó en el bote de Nesquik. La tiré, pero aún no me ha perdonado.

lunes, 15 de junio de 2009

trabajo divino


Dios ha pasado el fin de semana en Catalunya. Trabajando, eso sí. El sábado estuvo en Montilivi, que es el campo del Girona. Me enteré cuando la comentarista de la SER dijo que Manolo, jugador del Tenerife, paseaba su euforia medio desnudo por el césped al acabar el partido, festejando el recién conseguido ascenso a primera división. Llevaba colgando del cuello una estampa del patrono de su pueblo. Un patrono es como un subdelegado del Gobierno (antiguos gobernadores civiles) pero en divino. Pues bien, a las preguntas de la periodista, extrañada por esta expresión confesante, Manolo dijo que él no creía ni practicaba, pero que "ese tío, hoy, se ha portado". No sabemos si se refería a Dios o al patrono, pero a los efectos de este pequeño apunte reflexivo, lo mismo da. Y como Dios es alegre y joven, y allí en Girona había mucho cachondeo, yo entendí todo aquello como una efusión de gozo trascendente.

No se dónde durmió, en los próximos días nos enteraremos de algún milagro nocturno en la zona del Montseny, pero a la mañana del domingo se fue a ver las motos a Montmeló, donde tenía lugar el Gran Premio de Catalunya. Al parecer, tenía un asunto pendiente con el demonio ese de Simoncelli. Me he enterado esta mañana, al leer la crónica de El Correo: "Alvaro Bautista aprovecha el castigo divino a Simoncelli", titulaba. Y luego, en la crónica, decía que "Dios castigó a Simoncelli con un empujón invisible caído del cielo, similar al que el italiano propinó a Bautista en Mugello" (quince días atrás, en ese circuito italiano, el tal Simoncelli empujó a Bautista con su moto, haciendo que este se saliera de la pista y perdiera la posibilidad de ganar la carrera). Es increíble. Que tenga que ocuparse el mismísimo Altísimo de estos trabajitos.

Y así nos va. Si Dios no descansa el fin de semana, cómo va a estar el resto de la semana a lo que tiene que estar...

qué aburrimiento de partido


El encargado del marcador era un sosías del mismísimo Ignatius J. Reilly, el protagonista la La conjura de los necios (John Kennedy Toole).

Y la grasa que, en forma de ronchas superpuestas, lucía con ostentación bajo la camiseta - túnica, y la que regalimaba de su boca al morder la hamburguesa, haciendo emitir brillos evanescentes a la barba mal afeitada, se fue trasladando al luminoso, y de este a la pared, en forma de chorretones, y de la pared al suelo, formando un charco en el que los pequeños jugadores resbalaban una y otra vez.

Con la segunda fractura de clavícula un espectador gritó:

- que sequen la pista!

Pero ya era demasiado tarde y la mancha aceitosa llegaba al círculo central. Y antes de que evacuaran el polideportivo alcanzó la primera fila de asientos de la tribuna.

Una vez en los soportales del Ayuntamiento, y mientras se tomaban el caldito proporcionado por la Cruz Roja, los del Colegio de Árbitros echaron en falta al encargado del marcador. Corrieron en su busca, pero solo encontraron la camiseta XXXXL y el cartón de un big mac junto a la silla de anotadores.

Cuando volví en mí, perdíamos 12 - 11.

domingo, 14 de junio de 2009

Médicos


Dos médicas simpáticas. Y en una semana. Si es que a fuerza de insistir... Ninguna de los dos hizo nada, porque de los dos enfermos uno se curó solo y el otro es incurable, pero el tono de voz, la sonrisa, el tempo pausado, cómo tocaban a los pacientes... todo daba la sensación de ser otra cosa.

De la primera de las doctoras, que le preguntó por el árbol genealógico para ver si había algún pariente con diarreas crónicas, me dijo el enfermo:

- si era como una psicóloga...
-¿de enigmática?, inquirí.
- no, de dulce
.

De la segunda, a mí me quedó el recuerdo imborrable del mostacho.

- si era como Jesucristo...
- ¿por la barba?, pregunté.
- no, porque te curaba hablando.

Ser dulce y curar con la palabra. Me parece que eso tampoco se enseña en Medicina.

Por eso tenía razón Hipócrates, el del juramento, para quien los médicos eran hombres buenos peritos en el arte de curar. Lo de peritos después. Y lo primero, ser buenos.

Por eso, para empezar la carrera te piden un 8,11. Esos son los hombres y mujeres buenas. Por debajo de esa nota estamos la morralla.

sábado, 13 de junio de 2009

el padre de la corista

Anoche me colé en una fiesta de ricos, a los que mi hija había ido a entretener con sus juegos de sirena. Se dilató un rato el cura, y cometió varios excesos verbales en las bendición de las reinauguradas fosas natatorias, que es como llamó a las piscinas. Pero como la concentración de numerarios del Opus era notoria, a juzgar por la proliferación de ray-ban (que con la caída del sol sirven para sujetar los pelos), Lacoste y Burberrys, y también por la devoción con la que seguían el exorto y por las veces que se persignaban, nadie hizo los chistecitos zafios a los que tan dado soy por mi baja estofa. Así que los cuatro o cinco que se me ocurrieron los olvidé rápidamente, de tal manera que no pueden ser el trasunto de este egunon.

Sin embargo, no tuve más remedio que contestar a un palurdo que, cuando las nadadoras se despojaron de sus albornoces dijo:

- pero si llevan bañador!

Le dije que si, pero porque venían a un club privado de postín y allí todos era muy finos, que en el club en el que entrenan la natación sincronizada se hace en pelotas.

A lo mejor me pasé, porque, en realidad, eran las diez y media, la piscina era descubierta y hacía un frío del carajo. A lo mejor era un comentario de ponderación y yo estaba susceptible. No sé.

A continuación servían un lunch, y como sus sensores detectaron mi polo de cuatro euros del Carrefour, decidí, aprovechando mi transparencia, comerme sus croquetas y beberme su vino, pese a no ser más que el padre de la corista. Con la sensación de estar hollando terreno vedado a mi condición. El del dinero y el poder.

Bendecidos, eso sí, como las fosas esas.

jueves, 11 de junio de 2009

Nadie es tonto, menos yo, primera parte


Tardé veinte minutos en subir desde la planta baja de las consultas externas hasta la secretaría de la tercera planta, pediatría.

Me detuve delante del directorio que había a la entrada y observé un 6 así de gordo junto a la palabra pediatría general, así que deduje que pediatría general estaba en la sexta planta. Atravesé la puerta de cristal y me dirigí al ascensor. Dí al botón de llamada y me puse a esperar. El número luminoso indicaba un 2, luego un 3 y luego un 4, así que deduje que estaba subiendo. También lo dedujo Andoni, que me acompañaba. Así que vosotros, si estáis atentos a esta historia, ya habréis deducido que tendrá problemas de lo que sea, de intestinos o de colon irritable, pero tonto, tonto, no es.

Empezó una bonita discusión entre los dos.

- Claro, está subiendo porque le has dado al botón de subida, me dice, y le da al botón de bajada.

Le empecé a explicar que había dado a ese botón porque lo que quería era subir, y tal y tal, pero esa parte del razonamiento la tiene Andoni muy estrecha y este argumento no pasaba, así que se me dispersó la idea y me fijé en que estábamos compartiendo espera con una doctora embarazada. Esto no viene a cuento, pero lo explico porque siempre es mejor que esperar con Gadafi.

Ya habían transcurrido un par de minutos y seguía en el 4. Así que decidí subir andando. Y que el lastre, digo Andoni, hiciera lo mismo, pese a sus protestas. A la altura del primero, nos dimos de bruces con un ascensor, así que, como por inercia, pulsé el botón de llamada. Esta vez era un solo botón redondo, así que no discutimos. La puerta se abrió. Dentro había seis seres humanos con bastante mal aspecto.

- ¿sube?, pregunté.

- si dejan ustedes de joder con las paraditas..., contestó uno desde el fondo.

Vaya ambiente, pensé. Pero tenían razón, porque joder, había jodido bastante, ya que con cada paradita había que pulsar nuevamente todos los botones. Y así lo hicimos. 3º, 4º, 5º y 6º, hala!. Pero el ascensor, como había otro jodiendo más abajo, bajó una planta, la única que separa el primer piso de la planta baja, precisamente. Y vuelta a empezar. Tres personas más subieron al ascensor, una de ellas de extraordinario volumen y otra gordita, sin más. Esta vez el ascensor no bajó un piso sino diez o doce centímetros, con la puerta abierta y todo.

- ¿qué pasa? ¿a estos no les decís nada, o que?, dije en voz alta, para expresar mi disconformidad con la diferencia de trato.

Volvimos a pulsar todos los botones, y el ascensor reaccionó de la misma manera que si hubiéramos cantado a dos voces la salve marinera. La puerta amagaba con cerrarse y se apagaban los botones. Así que pulsábamos otra vez (como la relación empezaba a ser de amigos, ya habíamos nombrado a una señora para que lo hiciera por todos), y la puerta volvía a amagar, se apagaban otra vez los botones, y así hasta tres veces. Hasta que uno que se erigió portavoz dijo lo que todos estábamos pensando, si bien lo formuló en términos de hipótesis, para no parecer un listillo:

- a lo mejor hay demasiado peso.

El voluminoso no se dió por aludido, y el modesto portavoz repitió la hipótesis, ahora elevando un poco el volumen y con muestras evidentes de malestar, y mirando a los ojos a la persona gordita, que había quedado colocada más cerca de la puerta. A esta no le quedó más remedio que bajarse, porque por distintas razones, varios nos habíamos sumado ya a la actitud hostil del delegado. Hubo algún insulto y algún empujón, pero no puedo decir que no bajara por su propia voluntad.

Y emprendimos la subida, algo tristes ya, porque a medida que llegáramos a los pisos teníamos que separarnos, y pese a las rencillas del principio, nos habíamos cogido cariño. Especialmente dura fue mi despedida de la que se bajó en el quinto, porque teníamos una amistad de 6 pisos, entre bajadas, estancias y subidas.

En el sexto no estaba pediatría general. Lo supe de inmediato porque el directorio indicaba otras cuatro especialidades. Bajamos por las escaleras al quinto, por la sencilla razón de que si no es el sexto será el quinto. Y me puse a la cola de la recepción de volantes, justo detrás de la persona gordita que habíamos expulsado del ascensor hacía cinco pisos y ocho minutos, la cual me miró con cara de donde las dan las toman. Me entró la duda, al ver la cola. Y dejé en ella al lastre con el volante. Por las escaleras volví al sexto a ver si donde había leído psiquiatría ponía pediatría. No hizo falta: la mirada que me dirigió una de las pacientes que esperaban y la espuma que le salía por la comisura de los labios disiparon todas mis dudas. Del sexto bajé al cuarto, no sé por qué cojones. Y pregunté en recepción a ver dónde estaba pediatría general, y me dijeron que en el tercero. Volví al quinto, dije al lastre que dejara la cola, insulté un poco a la persona gordita y bajamos a toda leche las escaleras hasta el tercero, donde solo tuve que esperar media hora a que nos recibiera la doctora.

El resultado de la visita es que tengo que volver al especialista. Dentro de un mes. Menos mal. Así tengo tiempo para entrenarme y bajar mi marca de veinte minutos para subir tres pisos.

Nadie es tonto


Josep María Mesalles es el representante de Samuel Eto´o. Un representante es una persona que sabe lo que le conviene a su representado. Con este le une un contrato de representación, en virtud del cual habla por su boca y decide por él. A cambio, el representado le entrega un porcentaje de lo que consigue sacar del club que finalmente le contrata. El representado, si le preguntan lo que quiere hacer con su vida, suele decir que no sabemos, y así está hasta que el representante le dice donde vamos a jugar.

Anda ahora Mesalles negociando que si sigue que si se va del Barcelona el bueno de Samuel. Y dice que nadie es tonto. Que si viene un club y paga más, se irá.

Pues yo creo que sí. Que sí hay tontos. O, al menos, que hay un cierto volumen de estupidez disperso en el mundo y mal distribuído, de manera que a algunos les ha tocado mucha. Lo digo por experiencia propia, porque yo no sé ya dónde guardar toda la que me ha tocado. Puedo hacer una demostración.

Pero a Mesalles también le ha tocado un pico, no creas. Porque dejar Barcelona, su sol, Can Barça, las papas bravas del Tomás, el espumoso del Champanyet, los suizos de la calle Petritxol, la Champions, Gaudí, las puestas de sol de Cadaqués, la cervecita de las doce en la playa de la Barceloneta, las calçotadas, las butifarras con secas de La Filomena, los arroces de Los Caracoles, el turrón de yema tostada de Casa Foix, por ganar 1 millón de euros más en dos años cuando ya se ganan cinco anuales, es que es tonto.

Rematadamente.

miércoles, 10 de junio de 2009

madalenas para desayunar


Yo estaba tan tranquilo en mi casa muriéndome a gusto cuando vino Keynes, y después de salvar a los americanos del desastre, inventó aquello del welfare state al que se apuntó casi toda Europa, nosotros de los últimos. Y por lo visto tenemos un enorme interés en recuperar el terreno perdido. De manera que si te quieres morir ya te puedes atar una rueda de molino al cuello y tirarte de la punta de la Mesa de los Tres Reyes. Aún así, antes de que acabes el nudo llegará el de los reconocimientos de la Mutua o uno de Salud Escolar que estaba de fin de semana y te hará unas recomendaciones para que desayunes más sano, equilibrado se dice ahora, o para que evites riesgos innecesarios en la caida. O para recordarte el viejo chiste de qué bien que has elegido el monte más alto de Euskal Herria para tirarte cuesta abajo, porque así, con lo que tardas en caer, vives más tiempo.

Qué pesados con la salud!. Prevención, dicen, para disimular. El interés oculto es que vivamos todos 100 años, aburriendonos como limacos los últimos 30, reventar la caja de la Seguridad Social y que caiga un Gobierno detrás de otro para alimentar a todos los asesores desocupados que hay por ahí.

La última broma es el papelito del Servicio Vasco de Salud con el que vino el pequeño a casa el otro día, y en el que decían que tanto el profesorado como Salud Escolar consideran de gran importancia hacer un buen desayuno. Y citaba textualmente:
1º.- Fruta (1 pieza entera o zumo natural)
2º.- 1 producto lácteo (leche o yogur)
3º.- pan, cereales o galletas.

Apologia de la dieta mediterránea con horario de inglés, incoherencia pura, porque ¿que niño humano se toma tres cosas antes de ir a clase sin levantarse tres cuartos de hora antes para desayunar tres platos? Y además, ¿dónde están los huevos, el bacon? ¿Dónde las beans y las salchichas? ¿Qué pasa con las tortitas? ¿Y con los sobaos pasiegos de mantequilla pura? ¿Y con la deliciosa bollería industrial de Martínez? ¿Quien quiere acabar con los bollos de mantequilla de Arrese y con los croissants a la plancha que ponen en el Ercilla?

A ver si se relajan un poquito. Yo desayuno lo que puedo, café con madalenas, precisamente (un folio entero de Salud Escolar sobre los desayunos... y ni una sóla mención a las madalenas). Que me curen si me pongo malo, pero que no me den la paliza.

lunes, 8 de junio de 2009

Molo

Molo es el protagonista de El hijo del viento, la última (supongo, porque al ritmo que publica...) novela del sueco y mozambiqueño Henning Mankell. Terminé de leerla ayer. Y hoy ando en la duda de en que estantería colocar el libro. Manejo varias opciones:

a) En la de los libros que me llevaría al refugio en caso de catástrofe nuclear, nivel amarillo (volvemos-a-casa-en-quince-días). Está diseñada para diez volúmenes. De cuatro kilos de peso, en total. Y está llena. A ver... Los invitados al jardín, de Gala, Plenilunio, de Muñoz Molina, Todos los nombres y Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, La aventura del tocador de señoras, de Mendoza, La fiesta del chivo, de Vargas Llosa, El perfume, de Suskind, La peste, de Camus, Las cenizas de Angela, de Mc Court, y las Memorias de Speer. Tendría que sacar alguno.

b) En la de los libros que me han dejado tan conmocionado que no he podido empezar a leer otro hasta pasadas dos o tres horas. Aquí solo caben cinco libros, porque no quiero que la gente que viene a casa piense que me altera cualquier cosa. El camino de la serpiente sobre la roca, de Lindgren, El evangelio según Jesucristo, de Saramago, La hora estelar de los asesinos, de Kohout, No tengo miedo, de Ammaniti, y Los corderos del señor, de Kadra.

c) En la de los libros que muestran que en África está el alma de la humanidad, y que leo cada dos años, para no olvidar dónde está lo importante: Ébano, de Kapuscinski, Alá no está obligado, de Korouma, Sufrían por la luz, de Ben Yeloum, El callejón de los milagros, de Mafuz, y Dios muere a orillas del Nilo, de El Saadawi.

d) O en la de los textos sobre el sentido de la vida. Al fin y al cabo, Molo mide sus fuerzas con todo el mal que le rodea. Y gana. Vaya si gana. También tendría que sacar alguno, porque en esa estantería están El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, El samurai, de Endo, La historia de Simón, de Fredriksson, Si esto es un hombre, de Levi, y la Comedia infantil del propio Mankell.

También puedo dejarlo en la mesilla, bien a mano, por si de noche me siento morir.

domingo, 7 de junio de 2009

butifarras y personas



A Rajoy no le gusta la gente con la que le ha tocado vivir. Ya me lo olía yo desde que dijo aquello de "qué gente!" dirigido a la bancada socialista del Congreso en el último debate sobre el estado de la nación. Pero luego, como le veo asando butifarras tan contento, con el chaval que le mira embelesado, creo que no, que aquello es un tic, y que disfruta con las personas. Me engaño. Es que no, que no le gustan. O que no le gusta tener que perder su tiempo compartiendo país con algunas. En concreto, con Cayetana Guillén - Cuervo y las que son como ella.

La actriz y presentadora y su marido celebraron el otro día en el Ayuntamiento de Madrid una ceremonia de otorgamiento de ciudadanía a su hijo Leo. Un acto laico en un país laico. Algunos llaman a ese acto "bautizo civil", a lo mejor porque les gusta poner nombres raros a las cosas. O quizá lo nombran así de manera despectiva, porque lo ven como un ataque más del laicismo, ese demonio rojo que nos devora y no nos deja ser felices.

Que pelmas con lo del laicismo. A ver quién les convence de que un Estado laicista no es Lucifer. Y que podría darnos un "esperanto moral" (Paul Cliteur) en el que entendernos todos los que creemos en la democracia, en los derechos humanos y en la ley, sea cual sea nuestra religión.

Escuché en la SER (www.cadenaser.com) cómo se despachó Rajoy en un mitín diciendo que "ese" era el personal con el que "nos" (a ellos) ha tocado convivir. Y siguió así: "Ayer (ellos) hicieron un bautizo civil" (aquí se oyen unos ja, ja, jas, ante los que el orador se crece) "Es que es algo verdaderamente notable. El ridículo es interplanetario, eso sí que es interplanetario: el ridículo colosal de alguna gente”. Bueno, lo de los planetas no es original suyo. Lo toma de Leire Pajín, que dijo en otro mitín no se qué barbaridad sobre las conjunciones planetarias, que es lo bueno de tener a astrólogos haciendo de políticos.

Pues yo le alabo el gusto y la coherencia a Cayetana. Y más cuando comparo el acto de bienvenida a su hijo con la mierda de bautizo que tuvo el mío. En el suyo escuchaban respetuosos a su padre recitando a Benedetti. En el mío no escuchaba nadie al cura. Y había veinte lechuguinos engominados y sudorosos con cámaras de vídeo y corbatas verdes y naranjas pegando codazos y diciendo palabrotas para llegar primero a la pila. En el suyo imperó la lógica. La civil y democrática. En el mío, como en el noventa por ciento de las primeras comuniones de estos días, ganó el absurdo.

A Rajoy no le gusta esta gente. Eso, o que sus asesores le dicen que dé carnaza a los que suspiran por aquella España católica de mantilla y procesión, de palio sostenido por la Benemérita, en la que no tenían que aguantar, ni Rajoy ni los que le ríen las gracias, a toda esta cuadrilla de socialistas ridículos.

E interplanetarios.

sábado, 6 de junio de 2009

relativamente


Dicen los expertos que España es un país relativamente corrupto en relación a los países de su entorno. Es una buena manera de no preocuparse. Yo lo hago mucho. Cuando me cuesta un poco cerrar el botón de los pantalones, me digo que mi perímetro abdominal es relativamente inmenso en comparación con el de Carla Bruni.

Introducir la relatividad también sería una buena manera de mejorar la forma en que se dan las malas noticias a los enfermos, que es una cosa que, aunque parezca increíble, no se estudia en la carrera de medicina: "tiene usted un cáncer de próstata en estado relativamente avanzado, no como el del señor que acaba de salir, al que le quedan dos meses de vida".

La relatividad es un valor en alza. Muchos padres se lo piden a sus hijos, que no destaquen en nada, ni por arriba ni por abajo. Que sean grises, relativos.

Pero volviendo al tema, no tiene ninguna gracia que el país en el que uno vive sea corrupto, pero no exageradamente. Y el riesgo que corremos es el de descargar nuestra indignación mirando a los políticos. La hermana pequeña de la corrupción vive en la puerta de enfrente. Y se llama enchufe.

viernes, 5 de junio de 2009

agur

A los chicos y chicas de 2º de Bachillerato de Jesús - María Ikastetxea
Bilbao

Me cuesta mucho decir palabras difíciles, como hola, adiós, o te quiero. Soy súper - vergonzoso y no tengo mucha imaginación, así que recurro a veces a los poetas y a veces a las canciones. Ya sabéis, palabras de amor humano hechas por humanos.

No sé si sabéis quién es Rod Stewart. Ni si habéis oído alguna vez esta canción. Ni si os gusta. Aunque os doy por supuesta la capacidad de comprender lo que dice, porque canta en inglés, y este es un colegio trilingüe.

No se compuso para la ocasión, ni dice cosas profundas de esas. Pero cuando la escucho me da un escalofrío aquí en la espalda. Asi que la aprovecho para deciros a todos y a todas que os he querido mucho.

jueves, 4 de junio de 2009

Un señor

Maria me llama señor. Y no no le hago ni caso, porque no me doy por aludido. Hasta que me dice señor!, señor!, a medio metro, y entonces me giro.

Pues no me queda nada para ser un señor. A ver. Llevar abrochado el último botón de la camisa cuando llevo corbata. Leer "Los miserables". No levantar la voz, ni bajar la cabeza. Dejar de morderme las uñas. Calzar unos zapatos de mi número, o de uno que se aproxime. Contestar cuando llaman por teléfono, sin mirar la pantallita ni decir buf!. Ordenar la lista de tareas pendientes de hacer en la vida, y ver si puedo mandar alguna a incobrables. Dormir siempre de costado. Soñar más veces con aquel gol que le hice a García Remón desde el medio campo. Vivir en Bilbao. Aprender a tocar el piano o la guitarra. Dejar de perder dinero suelto. Observar más y hablar menos. Mucho menos. Volver a usar pañuelos de tela. Ir más veces al dentista. Respirar por la nariz. Devolverle a mi mujer el albornoz cuando se lo quito. Atender al personal de cabina cuando explican cómo se pone el chaleco salvavidas. Decorar las paredes del alma con los dibujos de mis hijos. Ir con mi padre. Invitar a mis amigos a cenar pan con tomate.

Que yo recuerde

miércoles, 3 de junio de 2009

Prevención de riesgos laborales


Hay días en los que uno no aprende nada. En los que no le pasan cosas que no le hayan pasado antes, ni buenas ni malas. Pocos, es verdad.

Pero otros días desbordan de aprendizajes útiles para la vida de cada día. Como ayer.

Aprendí a poner bien los dedos de los pies para no andar sujetando con ellos el zapato. También descubrí que cinco de mis seis pares de zapatos (tengo uno para cada una de los seis tipos de ocasiones en los que se subdivide mi vida) son de un número mayor que el que calzo. Algunas veces porque los heredo, y otras porque los compro en Merkal, a veinte euros el par, y si no hay de mi número, compro otro, que por ese precio... Bueno, en realidad yo es que no tengo número, porque calzo el 42 y medio largo, casi 43, pero esa talla no existe. Asi que ahora estoy escribiendo esto con una mano y tirando los zapatos a la basura con la otra. Con lo del curso de desintoxicación me estoy quedando sin blanca, así que a ver si aguanto con las chancletas hasta noviembre.

También aprendí a comprimir el abdomen, lo cual sirve para agarrar una bicicleta y el escurre - verduras que me regaló Carmelo y que está al fondo del último estante, donde mi mujer coloca todo lo que es inútil en la cocina. Claro, porque a ella le da igual que la lechuga tenga un poco de agüilla, pero a mi no. Si no comprimes el abdomen, al agarrar una cosa se te desparraman los michelines. Y aunque no pones en riesgo tu salud, queda superfeo.

Finalmente, y esto si que fue importante, descubrí que si se está quemando el ordenador, y para apagar el fuego le echo encima toda la carga de un extintor de polvo, se estropea y ya no vuelve a funcionar jamás. Ni aunque le cambies el disco duro. Y como tenía un ordenador viejo que me regaló mi suegro hice la prueba de prenderle fuego (costó un rato) y dejarlo arder hasta que se consumió. Y es verdad. Tampoco funcionaba, pero conseguí salvar la tecla de la E - € y un giga. Y los he guardado para cuando los necesite.

martes, 2 de junio de 2009

la sexóloga


Venía con una sonrisa que, si hubiera tenido 12 años más, era como para pensar que había aprobado el EGA o que le había tocado la loteria:

- ha venido la sexologa!

Ya tenemos tema para la merienda, pensé. Lo que nunca imaginé es que me iba a desternillar.

- ¿y qué os ha contado? (si, ya sé, que pregunta más obvia)

- pues lo de los condones y los preservativos! (excitado de emoción y sin que se le cayera un milímetro de sonrisa)

- ¿Lo del Papa?

- No!, lo de que son elásticos.

- ¿cómo elásticos?

- superelásticos, lo ha cogido así de la punta y se lo ha metido hasta el codo.

- Dios mío! (lo que hubiera dado por ver las caras de todos en ese momento)

No hubo forma de rascar más argumentos ni más contenido. Solo condones y preservativos. ¿Qué ha sido lo mejor?, pregunté.

- Joe!, cuando se ha desmayado Inés!

- ¿cómo desmayado?

- si, es que no puede ver la sangre.

- ¿pero qué sangre?

- pues cuando han empezado a hablar del SIDA y de las drogas y de todo eso. Inés no se puede ni imaginar la sangre. Se ha dado con la cabeza en el suelo.

- ¿Y tú que has hecho?

- Abanicarle con uno de esos cuadrados amarillos de papel

- ¿con un post - it?

- eso

- eres un hombre con recursos.

Y se fue detrás de unos niños que llevaban condones en la mano y vociferaban.

Y que todavía haya gente que dude de la utilidad de las lineas transversales en el sistema educativo... Descreídos!

lunes, 1 de junio de 2009

El hijo del viento



En lo que va de año he destrozado un coche y he perdido cincuenta euros sueltos.

Se han estropeado el aire acondicionado del coche (del nuevo), el lavavajillas y el ordenador, que se enciende cuando le sale.

Ha aparecido una gotera en el baño de arriba, que inunda el piso de abajo y además se ha estropeado la conducción general del agua, lo cual obliga a que entremos y salgamos de casa para cortar la llave general cuando el agua no es imprescindible.

El viento arrancó la antena del tejado, y se la llevo nadie sabe adónde. Hubo que reparar, poner nueva, arreglar el tejado y poner el TDT, porque ahora, si no tienes 30 canales de televisión, te aburres.

Ha habido que pintar el cuarto de la niña, ya que el niño había cubierto las paredes de graffitis.

No se ha estropeado, pero molesta bastante que se encienda intermitentemente y de manera continua, la luz del air bag del coche nuevo.

Ayer se estropeó el intermitente trasero derecho. Del mismo coche. Menos mal que es nuevo.

Me ha dado un cólico nefrítico y me han cosido a pruebas médicas que siempre dicen vuelve la semana que viene.

Me han puesto una multa por exceso de velocidad y otra por pasarme de hora en la OTA. Mi mujer, para no ser menos, dejó el coche en un vado y se lo llevó la grúa.

Y ayer se me quemaron las albóndigas.

Calculo las pérdidas en 4800 euros (menos mal que soy rico). Y sólo estamos empezando junio.

- Cada día la vida es más extraña. Tanto penar para que luego, una noche, aparezca un niño negro que salta a la cuerda sobre tu cabeza. ¿No se acabará nunca?

- ¿El qué?


- La vida. Ya es bastante incomprensible tal como es.

(me imagino que en Suecia en 1877 ver un niño negro sería como ver a Federico Jiménez Losantos en el Aberri Eguna)
El hijo del viento
Henning Mankell