sábado, 31 de octubre de 2009

Fabian y Margarita

- Fabian!, esconde al niño que ahí viene la Benemérita.

- ¿Y dónde lo pongo, si no cabe en ningún sitio?

- Ponlo donde se te ponga, por Dios, qué hombre sin recursos!

Diez años y setenta kilos. Y eso que por orden de la asistenta social lo habían puesto a dieta. De lunes a viernes. Bajó diez kilos en seis meses, que serían veinticinco si no se hubiera atiborrado con bigmacs y riskettos los sábados, y con donuts y gusanitos y brazos gitanos rellenos de crema pastelera los domingos.

- a ver señora, entréguenos al niño, que aquí traigo la orden del conselleiro. Y esta vez no se resista, que todavía tengo el morao en la espinilla de la última vez.

- por encima de mi cadáver.

- no se ponga teatrera, que no tengo toda la tarde.

- ¿pero cómo me van a quitar el niño porque esté gordo, Cristo Bendito?

- pero cómo gordo, Margarita, que su hijo es un fenómeno que no cabe por el portón de urgencias de la escuela, jolín!. Y que sufre desamparo, que lo dice aquí el papel.

Margarita se esforzó en decir que no, que desamparo el del juez Garzón contra Pedro Jota, que a su hijo le daban todo el cariño que necesita para crecer fuerte (como un titán el jodido) y sano.

Eso repetía el abogado de la familia, que el niño crecía sano y feliz, y que la Administración debía haber educado a los padres sobre la importancia de una dieta equilibrada.

Así que mucho cursillo prematrimonial y mucha leche pero nadie te explica qué es la dieta mediterránea, y luego tienes hijos, les das de comer para que nadie vea que los tienes desnutridos y te los quita la Xunta.

Yo creo que no nos tendrían que enseñar nada. Que en un país como España, te tendría que salir del alma enseñar a los hijos a comer como Dios (que es como decía Elvira Lindo el otro día que hay que entender lo de la dieta mediterránea), que es como se come en este bendito país.

viernes, 30 de octubre de 2009

Un Dios distinto de lo normal

Aquello no podía ser. Después de lo golfo que había sido, van, y le montan un cumple. Indignado estaba.

Había ido encantado a su primer día de catequésis, pensando que iba a estar con sus amigos, un poco excitado porque no sabía lo que era, algo agobiado si a esta actividad se unía la obligación de ir a misa los domingos...

Se le fue el agobio en cuando dijeron su nombre y el grupo al que le tocaba ir. Entró saltando.

Pero cuando llegó a casa me contó que le habían contado la increíble historia de un chaval que había pedido a su padre la paga de todo el curso y se la había gastado en malos, llegando incluso a comer con unos cerdos y suspirando por volver a casa a comer la tortilla de patatas de cada noche, porque pensaba que los cerdos de su padre comían incluso mejor que él.

No supo decirme qué era incluso, pero decía la palabra una y otra vez.

- incluso, eh?, incluso.

repetía.

La historia decía que el hermano del sinvergüenza este se agarró un rebote de tres narices al ver el fiestón que le hizo su padre cuando volvió, y él estaba de acuerdo, porque no es normal.

- ¿qué no es normal?

- ¿qué?

- que qué no es normal. O quién.

- el padre.

Hala. Mira lo que aprende el primer día de catequesis. Si lo sé le mando al culto de la Iglesia Evangélica. Que por lo menos cantan y dan palmas.

jueves, 29 de octubre de 2009

Pan de verdad

Vino emocionado de casa de unos amigos porque le habían dado de merendar dos bocadillos de nocilla, y con pan de verdad!

Algún día mis hijos me pasarán la factura por haberles hecho pasar la infancia más triste, sin pan de verdad.

En mi casa no hay pan, sino sucedáneos: pan de molde con costra, pan de molde sin costra, pan integral de molde, biscotes, crackers con chispitas de sal, y crackers integrales, pan negro alemán para comer con quesos fuertes y tener un aliento poderoso hasta el miércoles y pan de nueces y pasas, para comer con mantequilla en los desayunos. Hay pan de payés, traido regularmente de Catalunya y congelado para los días que cenamos pan con tomate y tortilla francesa. Hay pitas turcas para rellenar con algo y tortillas mexicanas para hacer tacos. Pero pan, lo que se dice pan, no hay.

Y cuando mis hijos ven una barra en la cocina a las cuatro y media de la tarde es como cuando los prisioneros liberados de la caverna de Platón ven directamente la luz del sol: hay pan de verdad!, corre la voz!, llama a Ana!, ¿puedo invitar a unos amigos para que vean que soy normal? ¿puedo hacerme una foto con la barra? Ama, déjame el móvil, que voy a sacar una foto! Voy a colgarla en el Tuenti!!!, van a flipar cuando me vean! ¿Puedo merendar huevos con chistorra? ¿puedo hacerme un perrito con el pan de verdad? ¿puedo descongelar la carne con tomate de ayer? ¿Puedo salir al parque para que me vean? ¿Podemos merendar sentados en la puerta de la calle? ¿Podemos guardar un poco para el almuerzo de mañana? ¿Puedo poner la tele para ver cómo se ve merendando con pan de verdad? ¿Puedo llamar al abuelo para contarle que estoy merendando con pan de verdad? ¿Puedes hablar con la directora para que me quite el negativo que me ha puesto en el recreo por comer chorizo cular de Salamanca con pan bimbo? ¿podemos ser siempre así? ¿puedo no hacer deberes hoy, porfa, que es un día especial? aita, ¿el cielo es esto?

Con lo felices que les hace, no sé por qué no hay pan en mi casa. Seguramente, la culpa la tiene internet. Desde que leo el periódico en el ordenador, no salgo a por el pan.

Y lo malo no es el pan, sino acabar con la verdad.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Centroamérica nuestra

Los artículos de Sergio Ramírez, ex - vicepresidente de Nicaragua, siempre son interesantes. Ayer reflexionaba en El País sobre el golpe de Vásquez y Micheletti en Honduras, y dice que éste rompe lo que parecía una tendencia consolidada en América Latina: la de los militares retirados en sus cuarteles y sin intervenir en la vida política. Qué bien están ahí. Sólo en Haití y en Venezuela se había quebrado esa tendencia en los 90. Invita Ramírez a poner las barbas a remojar, por si acaso.

Como yo no tengo barba, me he puesto a pensar, y luego he seguido leyendo el periódico, y he visto que en el país vecino, en El Salvador, había un brote verde: ARENA, el partido de la derecha, fundado por el asesino D´Abuisson, que ha gobernado veinte años dejando a los ricos, ricos, y a los pobres, pobres, se deshace poco a poco, y vive una crisis interna que no la salva ni el sinvergüenza de Cristiani, el mismo que presidía el país cuando asesinaron a Ellacu y a sus compañeros y que se fue de rositas de la investigación.

En vísperas de celebrar del vigésimo aniversario del martirio de los jesuítas y de Elba y Celina, la descomposición de la derecha arrojará está vez un olor delicioso, que se unirá al de las rosas que Obdulio, el marido de Elba, cuidaba en el jardín de la UCA.

martes, 27 de octubre de 2009

Fermín

Estaba un hombre de mediana edad, harto de la vida y sus circunstancias, disparando tranquilamente sus armas contra un locutorio en Hortaleza cuando irrumpió una patrulla de la policía y puso fin al suceso.

Primero le pidieron que se identificara, porque al llegar había dejado de disparar y estaba tan pancho con las manos en los bolsillos.

- soy Fermín

dijo, cumpliendo las órdenes de los uniformados, y acto seguido sacó el armamento de donde lo tenía escondido y reanudó el ataque al locutorio, a lo que respondió el 092 con profusión de disparos de arma corta. Le alcanzaron en las piernas y en el culo, pero las balas no llegaron a hacer efecto del todo porque nuestro amigo pesaba más de doscientos kilos. Si lo pesaban con armas, más de doscientos cincuenta.

Así que vinieron dos ambulancias del SAMUR y una grua de esas rojas de Mapfre, que se las vieron y se las desearon para ubicar a Fermín, ya sin armamento, en la camilla, y esta en el habitáculo del vehículo, y trasladarlo al 12 de octubre, donde le atendió un endocrino y un psiquiatra (de las heridas de bala nadie se preocupó porque ni herida había, que los proyectiles solo habían desplazado un poco de grasa), siempre bajo la atenta mirada del Inspector Rosario.

Confesó que se le había venido el mundo encima al ver la factura de teléfono de su esposa y de su hija adolescente, y que la había tomado con el primer sitio en el que vió un cartel de Movistar, todo por no liarse a tortas en casa.

La noticia pasó sin pena ni gloria por las crónicas de sucesos. Fermín falleció de tristeza a los dos días de ingresar en el Hospital

Las balas aún siguen en su sitio.

lunes, 26 de octubre de 2009

¿de que estábamos hablando?

Olvidé de qué trataba el libro que me había leído hacía quince dias. Pero recordaba que la lectura me había provocado una desazón profunda. Que se añadió a otra que tenía de antes.

Con frecuencia olvido dónde he puesto las llaves, matarile-rile-rile, o qué he hecho con no-se-qué carta que han mandado del colegio, o con un folleto de zapatos que estaba aquí hace un momento, y me gano unas buenas broncas, de mi propia conciencia o de las personas que soportan mi desmemoria.

Normalmente confundo el nombre de mis dos hijos varones, de manera que a cada uno lo llamo por el nombre del otro, e incluso a uno de ellos le he llegado a llamar por un tercer nombre, porque no me salían los otros dos.

Una vez me olvidé de cómo se metía la marcha atrás, y como no hacía falta meterla para salir del garaje, salí de garaje, y conduje doce kilómetros por una autopista, hasta que lo recordé.

He tenido muchos dejà vu, pero no guardo memoria de ninguno.

Hoy leía a Maragall decir que todos estamos un poco locos, un poco sin memoria, y me he tranquilizado bastante. Pero la tranquilidad me ha durado lo que he tardado en darme cuenta de que había olvidado cómo funciona el nuevo lavavajillas.

Y me lo habían explicado esta mañana.

domingo, 25 de octubre de 2009

un hijo noruego

Pasó por detrás de mí a la velocidad del sonido, con la cara congestionada y apretándose el bajo vientre con una mano y el pecho con la otra. Al principio pensé que era un infarto, pero al ver que tomaba la dirección del baño me tranquilicé. Por eso y porque nunca, en sus once años de vida, había presentado problemas cardiovasculares.

Cuando salió, al cabo de veinticinco minutos, presentaba otro aspecto:

- tranquilo, aita, ya está.

me dijo, con el tono de quien ha pasado un examen de licenciatura. Yo no había estado nervioso, pero, por lo visto, él sí, y proyectó, como dicen las psicólogas y los psicólogos.

Fue la suma de su desarreglo intestinal crónico, el copioso aperitivo a base de fuet y berberechos, las fabes con almejas del primer plato y la carne con patatas del segundo, además del buffet de tartas que sirvieron para postre, todo mezclado con el carbónico de la cocacola que ingirió en cantidades poco recomendables y en absoluto supervisadas por ningún adulto de los muchos que deambulaban por el escenario de la bacanal aquella.

- este niño tenía que haber nacido en Noruega, alejado del festín ibérico permanente,

pensé.

- o haber tenido unos padres responsables.

apostilló una señora que me había leído del pensamiento.

Estuve a punto de contestarle, pero mientras contaba hasta diez pensé, primero, que no soy una persona violenta, después, que no suelo descargar mi rabia usando verbos y sustantivos y adjetivos gruesos, y tercero, que tenía razón.

sábado, 24 de octubre de 2009

en brazos de Morfeo

Ocurrió ayer en los Estados Unidos. El avión iba de San Diego a Minneapolis, y los pasajeros se mosqueron porque la azafata les dijo que en unos minutos aterrizarían en el aeropuerto de destino y había pasado una hora. También les extrañó que se oyera de fondo algo así como una respiración profunda. Por lo visto, se habían dejado abierto el botón de la megafonía.

Una señora que hacía el trayecto cada semana para visitar a una cuñada prematuramente enviudada fue la primera en dirigirse a la auxiliar de vuelo:

- perdone, señorita, pero el paisaje que veo es el de la ría de Plentzia, y creo que deberíamos haber aterrizado. ¿Hay algún problema?

La solícita azafata le dió una excusa de medio pelo y se dirigió al habitáculo de los pilotos, encontrándolos a ambos en brazos de Morfeo, con la cabeza del uno en el hombro del otro.

Les tiró encima los hielos del whisky que habían dejado a medias y les dió un par de sopapos a cada uno, para ponerlos en su sitio, y hacerles cumplir con su obligación, que era hacer aterrizar el aparato.

La explicación oficial de la hora y media de dilación fue que un canario se había metido en uno de los motores, hallando la muerte en el acto y causando tremendo estropicio en la mecánica, y que uno de los pilotos hubo de arriesgar el pellejo para sacar el cadáver del ave y restablecer la normalidad en pleno vuelo.

Los americanos son tan peliculeros que se creyeron la milonga y prorrumpieron en un prolongado aplauso una vez hubieron tomado tierra con evidente alivio y mayor retraso.

Y contaron la epopeya a los familiares y amigos que les esperaban, como sintiéndose parte de una de esas historias que le hacen a uno sentirse importante por haber esquivado la muerte.

La foto del héroe salió en la prensa, mientras la compañia le suspendía de empleo y sueldo por una temporada.

viernes, 23 de octubre de 2009

el gran impostor

Cuando llegó a los cincuenta (llama la atención la suma, desde hoy hasta mi cuna) hizo un repaso de su vida.

Se quedó sorprendido de la cantidad de veces que había intentado aparentar lo que no era. Por seducir a una mujer, por conseguir un trabajo, por agradar al personal.

Se preguntó entonces quién era, en realidad, y se quedó sin respuesta. Medio siglo y ni la más remota idea.

Decidió entonces empezar a vivir. Pero no le dejaron.

- haberlo pensado antes, impostor.

Y se quedó sin besos para su mujer, sin informes que pasar al jefe y sin nada que decir en los postres de las cenas con amigos.

Condenado a vivir y a morir como había impostado.


jueves, 22 de octubre de 2009

1004

Llamó al 1004 para dar de baja el teléfono de una persona muerta y pasaron tres minutos hasta que habló con un ser humano. La espera fue entretenida, porque una voz maquinosa le iba diciendo que hiciera cosas: que marcara 1 si era alto o 2 si era bajo, que dijera si había nacido en Orihuela o en algún otro pueblo de la provincia de Alicante, que si le había puesto el regalo de ratoncito Pérez al niño de una puta vez, que esperara a que un operador le atendiera... y le puso música para esperar sin que se estresara.

Del arrobo musical le sacó Juncal-en-qué-puedo-ayudarle, con más acento de Cádiz que Bibiana Aído. Y le dijo que le ayudara a dar de baja la línea de una persona que ya no necesitaba el teléfono para nada, porque había muerto. Le preguntó si lo había pensado bien, ya que cualquier familiar podría beneficiarse de grandes ventajas y descuentos en la contratación de servicios si mantenían la línea, y le dijo que sí, que lo habían pensado, y que era que no. Como Juncal insistía, le dijo a lo bruto que los muertos no necesitan teléfono, que nos visitan en sueños y nos dicen todo lo que tienen que decir sin necesidad de auricular.

Pero Juncal era una mujer preparada para todo tipo de contestaciones, e inquirió entonces acerca de si no querrían mantener el número, ese que había acompañado al finado durante tantos años, en sus tarjetas de visita, en sus páginas blancas, en el uno-uno-ocho-veinticuatro...

- estoy segura de que Don Hipólito le había cogido cariño al número.

Pero cómo se va a coger cariño a un número, contestó. Se coge cariño a un gato, o a un canario, o a Terelu Campos, o a una vajilla, pero no a un número, por Dios.

Y Juncal claudicó. Era la primera vez que le pasaba. Así que no intentó venderle un Plan de Pensiones.

Ni la vitrocerámica que tenían de oferta.

miércoles, 21 de octubre de 2009

ser padre

Es difícil ser padre hoy. Si tienes tres hijos es el triple de difícil que si tienes uno, porque las respuestas que un día valieron se tornan estériles cuando menos te lo esperas, maldita sociedad del conocimiento.

Pero de todas las cosas difíciles a las que he de enfrentarme (las mentiras infantiles, los límites en la adolescencia, los deberes de conocimiento del medio, sobre todo la parte relativa al funcionamiento del sistema linfático) ninguna como buscar excusas a por qué no ha venido esta noche el ratoncito Pérez.

En quince años no me he acordado ni un día de poner el ragalito a tiempo. Y empecé a buscar excusas. Un día dije que estaba en Noruega, porque este tema va por países. Otro que estaba atendiendo el asunto de un chaval que se había roto el maxilar superior andando en bici. Otro que había huelga de dentistas. Otro que había problemas con el blindaje del concierto económico.

El problema de ahora es que, en contra de lo que hicieron sus hermanos, el pequeño no protesta, y el retraso acumulado es de dos semanas. Y no me hubiera dado cuenta si no llega a ser porque le puso, junto al diente, y bajo la almohada, un trozo de queso emmental, que con el paso del tiempo fue macerando hasta emitir unos efluvios que ni la papelera de Aranguren, y atraer una especie de mosquitos minúsculos que acudían por miríadas al festín.

Espero acordarme esta noche. Si no, me lo recordáis mañana.

martes, 20 de octubre de 2009

Fraga. O Don Manuel

Ha sido Fraga de toda la vida, desde cuando era ministro de Información y Turismo (que no sé quien unió las dos cosas) y se bañaba en Palomares con aquellos calzones imponentes. Y hasta que presidió la Xunta. Pero ahora en su partido lo llaman Don Manuel.

A mí me impresionó aquel día que dijo que él utilizaba como papel higiénico los folios plastificados que Zapatero presentaba en los debates televisivos preelectorales. Me pareció una burrada. Y cuando me imaginaba la escena me daba un vuelco el corazón. Pero vistas las barbaridades que le he oído decir después, creo que es la manera natural de abordar las cosas de quien está de vuelta de todo y de aquel a quien lo que piense la gente le importa un pimiento de Padrón.

Pero me da una envidia tremenda cuando termina sus respuestas en las entrevistas con un y no tengo nada más que decir. Me parece una muestra de soberanía extrema que yo no me atrevo a tener. Cuando me preguntan, una de dos, o contesto o digo que no sé, pero nunca se me ocurre decir que dejes de preguntar ya, que no voy a decir nada más por muy pesado que te pongas.

Pero en madrugadas como estas, en que el egunon me sale atrancao, ganas no me faltan.

lunes, 19 de octubre de 2009

Piercings

Ya dije que el fútbol me aburre bastante. Pues bien, el partido no daba para mucho y ya me había leído enterito el programa que reparten a la entrada, incluída una referencia a que el árbitro, aunque gallego, había nacido en Alemania (a lo mejor por eso yo no entendía lo que pitaba). Mi acompañante parecía interesado en el choque, así que hablaba poco, y tampoco era cuestión de andar molestando al vecino. Pensé en dedicarme a pensar un rato en mis cosas, pero como ultimamente no son motivo de alegría, lo dejé.

Pero la vida siempre me ofrece un recoveco en el que guardarme de la cotidiana intemperie. En este caso fue la oreja de la chica que ocupaba el asiento de delante, un poco a mi izquierda. La oreja izquierda, para ser más concretos. Sólo podía verla cuando ella giraba la cabeza hacia ese lado, así que me puse gritar recomendando a los futbolistas que volcaran el juego hacia la banda izquierda, alegando que nuestro extremo estaba inspirado.

- pásale a De Marcos, cegato, que esta solo!!!

Conté veinticuatro piercings en esa oreja. Me puedo haber confundido en dos o tres, porque no paraba quieta la mujer, pero había veintitantos. Cuando miraba a la izquierda contaba los aros, y cuando miraba al centro, las tuercas.

Luego me fijé en sus dedos, y ví que llevaba las yemas con refuerzos de esparadrapo. O a lo mejor eran tiritas. Para curar las heridas de cuando se rasca la oreja, pensé, aunque tampoco sé cómo puede picarte la oreja, si en la oreja hay más agujero que oreja propiamente dicha.

Pensé en si cada día llevaría los mismos veinticuatro adornos o si los cambiaría los días impares, o los festivos, o los feriados locales.

Pensé en si dormiría con ellos, levantándose cada día con la almohada ensangrentada, o si dedicaría sus veinte minutos a quitarselos, y otros veinte a ponérselos cada mañana. Eso me llevó a pensar si llevaría betadine y gasas en el bolso, y a juzgar por el tamaño del mismo, concluí que sí.

También pensé en si los guardaría cuidadosamente en una cajita de madera labrada o los dejaría tirados encima de la mesita de noche.

Pensé en que tendría que ir dos horas antes al aeropuerto para pasar el control de metales, que vaya coñazo, y pensé en que llevar todo eso colgando debería tener alguna compensación, más allá del mero regocijo estético.

Pensé en qué le voy a decir a mi hija cuando me pida permiso para agujerearse el cuerpo.

Pensé en faquires. Pensé en la India. Pensé en alfombras voladoras y en sultanes y en princesas.

Y se me pasó el partido volando.

Gracias a Dios, porque a mi el fútbol me aburre bastante.

domingo, 18 de octubre de 2009

el caballero de la armadura oxidada

Mariano confía en Paco, pero Don Manuel no. Don Manuel confía más en Rita. A pesar ese desprecio, Paco quiere mucho a Don Manuel, pero es que Paco, como le pasaba a el caballero de la armadura oxidada (precioso el cuento de Robert Fischer), es muy amoroso, y quiere mucho a todo el mundo. Tambien quería a Alvaro, a quien en la escuela llamaban el bigotes porque no se afeitaba esa pelusilla que te sale a los quince años. Y a Ricardo, a quien el día que lo cesó le dijo que era por amor.

Además de amoroso, y como le pasaba al caballero de la armadura oxidada, Paco se tiene por bueno y generoso, y llegado a la cima, pensó que lo único que le quedaba por hacer era traer al Papa a casa. No ir a ver al Papa, que es por lo que suspiran los del Opus. O ir a una salchichería alemana el día que eligen a un papa alemán, como hizo Federico (que también es amado por Paco). No, que venga el Papa a verme. Y se lo encargó al bigotes:

- va a venir el Papa y quiero que todo quede estupendo. Organízame el evento.

El Bigotes y otro amigo que también se llama Francisco nunca habían organizado una visita de un Papa, así que se la encargaron a una empresa constructora de León, que es lo que haría cualquiera que tuviera dos dedos de frente. Porque las empresas constructoras de León lo mismo te traen un Papa que te arreglan el escalestric.

Y quedó tan bien todo y tan aseado que luego les encargaron todo tipo de eventos de esos que hacen los partidos y los Gobiernos, que si el día de la comunidad, que si el del jubilado, que si el de lucha contra el cáncer de próstata, que si el del vino de Jumilla, que si una inauguración de un pantano... siempre hay algo que celebrar.

Hasta el día que les cazaron repartiéndose comisiones. Ese día empezaron a mentir.

Todos menos Paco, que si la cagó, fue por amor.

Y eso lo comprende todo el mundo. Por eso Paco, como el caballero, sigue encerrado en su armadura de hombre bueno, generoso y amoroso.

sábado, 17 de octubre de 2009

descomposición

Una amiga me dijo que llevaba dos noches con descomposición. Y yo me ruboricé. No puedo evitarlo. Siempre me pasa cuando la gente comenta a mi alrededor cosas tan íntimas.

Y es que mi mente tiene la costumbre de intentar visualizar aquello de lo que son objeto las conversaciones en las que tomo parte. Si me hablan de un partido, me imagino a los futbolistas, si me hablan de Platón, me imagino unas ideas, si me hablan de la paz, me imagino una paloma, y así. Como nos pasa a todos, vamos. Y esa mañana me ví en las de decir a la mente que se estuviera quieta, so pena de ponerme como un tomate.

No penséis que hablábamos de las funciones que le son propias al aparato excretor, ni de cosas personales acerca del funcionamiento de nuestros cuerpos. Qué va. Era un intrascendente cambio de impresiones acerca del tiempo meteorológico y los repentinos fríos de octubre y las reacciones que estos provocan en algunas naturalezas.

Esa reacción química de enrojecimiento de la piel es una consecuencia de mi natural timorato, el mismo que me impide oir hablar de sexo a los postres de una cena entre amigos. En tales casos, transpiro como un danés en Sevilla mientras los demás ríen una tras otra gracias, pericias e impericias, todas de dos rombos.

Y tan obsesionado estoy con el tema que mientras escribo veo un anuncio de un operador de telefonía con unos muñequitos cantando no se qué de una fibra, óptica imagino, y yo pensando en la otra, la que hace que los intestinos vayan como tienen que ir.

Qué obsesión, por Dios.

viernes, 16 de octubre de 2009

Maldito empleado ladino

Severo decidió atracar un banco. Harto de sufrir calamidades y comer garbanzos de lunes a viernes en el comedor de los pobres, robó el colt 45 de juguete de su sobrino y se fue para una sucursal de la Caja Rural en Valencia.

Por el camino iba tratando de recordar cómo era:

- quieto todo el mundo!

No

- manos arriba, esto es un atraco!

tampoco, eso es en el baloncesto

- bueno, ya se me ocurrirá algo.

Pero no se le ocurrió nada, y se quedó allí como un pasmarote delante de los cuatro empleados blandiendo el revólver, que se veía desde ahí que era de mentiras. Uno de los empleados sí que era ocurrente, y le dijo que a ver si pensaba que se chupaban el dedo, a lo que Severo contestó que no, y se fue, dejando el atraco en tentativa.

Los empleados, malvados ellos, llamaron a la policía, y una patrulla, que no tenía cosa mejor que hacer, se personó en la oficina para tomar unas huellas y hacer el paripé.

Y de repente, Severo, que estaba arrepentido y tenía el alma negra de la culpa, entró por la puerta a presentar sus disculpas por el disgusto infringido. El empleado ladino se chivó, y la policía, que verdaderamente no tenía nada mejor que hacer, lo puso a disposición judicial.

Y ahí está Severo, en prisión preventiva, esperando que el juez tenga un ratito para su asunto, muerto de tristeza y añorando los garbanzos que le llevaron a la perdición.

jueves, 15 de octubre de 2009

Fumar puede no matar

Hace tiempo que vengo sintiendo por los fumadores algo más que cariño. Me refiero a aquellos que han tomado conciencia de que fumar es malo y no quieren que a los demás les pase nada malo por su culpa.

Los veo arrinconados en las esquinas, compartiendo confidencias, intemperies y placeres, y siento que la sociedad no ha sido justa con ellos. Fumar mata, dicen las cajetillas de tabaco, pero también matan el vacío y la soledad, y veo a mucho fumador pasivo resentido diciendo ahora me las vais a pagar todas juntas, y a mucho ex - fumador que los mira como con una mezcla de pena y altivez porque yo he podido dejarlo y tú no. Y me parece muy feo.

Hoy venía escuchando en la radio la entrevista con Vicente Amiel, catalán del Empordá, de la Costa Brava, y me han crecido las simpatías por momentos. Porque más que entrevista era un acoso, despiadado, entre dos rencorosos periodistas amargados porque un fumador de los poco respetuosos les amargó un día un arroz a banda.

Vicente Amiel ha escrito "Fumar puede no matar", una novela deliciosa en la que narra un día en la vida de Santiago, angustiado, desesperado, acosado, nostálgico de aquellos tiempos en los que fumar no te convertía en sospechoso de delitos contra la humanidad ni contra la salud pública.

El humo del tabaco de mi padre y el olor a habano en la Catedral (ahora sólo huele a mierda de marihuana en San Mamés) son sacramentos de una infancia feliz, de un mundo más preocupado por llegar a fin de mes que por comer verduras y fruta cinco veces al día, más pendiente de que no faltaran las madalenas en el desayuno que de la maldita obsesión por vivir hasta los cien.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Indemnización

En una decisión de generosidad sin precedentes en la historia del transporte ferroviario de personas, la dirección de Euskotren ha decidido devolver a los pasajeros afectados por el paro de la semana pasada el importe del billete del tren que no cogieron

Para mostrar su pesar por el fallecimiento de un compañero en accidente, los empleados de la citada compañía dejaron de trabajar. Los usuarios, mientras, esperaban en los andenes.

Ahora verán en parte compensada su infructuosa espera con un euro y ochenta céntimos.

Que yo sugiero que inviertan en un Viña Salceda en el bar en que lo sirvan. Les sabrá a gloria. Y a lo mejor se les olvida que esa tarde perdieron un negocio, una cita, un examen, un abrazo, un beso apasionado o cualquier otra estupidez de esas por las que nos movemos las personas.

martes, 13 de octubre de 2009

Agur, tía Asun

Cuando se muere una persona que no ha sido la primera en la vida de nadie, nadie llora mucho. Cuando termina el funeral, uno no sabe muy bien a quien decirle las palabras aprendidas, y al final no se las dice a nadie. Y los que sienten mucho agobio ante la muerte respiran tranquilos porque el anonimato del muerto incomoda menos su espíritu.

En medio del silencio de la capilla de la Residencia de las Religiosas del Sagrado Corazón, en Algorta, descansa por fin Asun, la tía Asun, con su hábito blanco y azul marino y un gran crucifijo entre las manos. La velan sus hermanas, las mismas que revelan que la llama de las ganas de vivir se le fue apagando lentamente, en dos meses, hasta decir, con señorío propio de los de Bilbao, que bastante hemos andao.

Entregó su vida hace más de sesenta años y desde entonces no dejó de entregarla cada día.

Agur, Asun. Cuando te sientes a descansar sin el agobio de la maldita rodilla, delante de quien estés, enséñale las fotos de tu vida de Bilbao, de la de Barcelona, de la de Sant Celoni, de la de Palma, de la de La Almunia de Doña Godina, de la de Algorta. Enséñale lo que el corazón de Jesús te enseñó a querer a la gente, y lo que la gente te devolvió.

Y dale caramelos, que seguro que llevas en el bolsillo.

lunes, 12 de octubre de 2009

Por la paz mundial

Cuando se pone gomina me recuerda a Clark Gable, aunque sin bigote. Porque tiene siete años, claro. Verlo salir de la ducha cada tarde es retrotraerse setenta años en el tiempo. Diez minutos tarda en hacerse una raya perfectamente centrada en medio de la cabeza, y desplazar los pelos a los lados con una pericia que ya quisiera yo para otros menesteres.

Dicen que en la clase le llaman "el antiguo", y me parece demasiado sofisticado para habérselo inventado sus compañeros. Más bien lo atribuyo a alguna de las madres que cada tarde asisten anonadadas a la fuerza del fijador capilar, que permite que salga de las aulas con el mismo aire de galán con el que entró, y la misma mirada azul detrás de sus gafas de pasta.

Envidia cochina, que para sí quisieran ese rubio natural y esa onda sobra la nuca. Y lo bien que queda el conjunto mientras come un bocadillo de chorizo de pamplona, y disputa un balón con el mismo porte que Gorostiza, sin un pelo fuera de su sitio.

Deberían suprimir los parques y las paradas. O limitar los tiempos de estancia de las madres (ya dije en otra ocasión que los padres van menos) en ambos. Perderían las palabras vanas y el chafardeo. Y ganaría la paz mundial.

domingo, 11 de octubre de 2009

ocean

Pasar tres dias fuera de casa impartiendo unas conferencias impone un cierto respeto. Tienes que concentrarte mucho en las rutinas para no meter la pata. Y todo se complica un tanto si te has dejado en casa los calzoncillos, y solo llevas los puestos.

Había que comprar, y yo nunca había comprado calzoncillos, sino que me había ancontrado con ellos. Una vez, de viaje de novios en Estanbul, que compré veinticinco por mil pelas a uno que me persiguió por todo el Bósforo en una lancha motora. Otra vez, en los almacenes El Ángel, en la Plaza Santa Ana de Madrid, revolviendo entre marujas. Saqué dos docenas por quinientas pesetas. Cuando quitaron los almacenes El Ángel lloré un río. Y no he comprado más calzoncillos jamás.

El pueblo en el que tocaba trabajar no era ni Madrid ni Barcelona. Tampoco Valdeolmillos. Una cosa intermedia, pero no sabía donde buscar. La Lencería Mari Jose se me apareció a los tres cuartos de hora de callejeo. Era pequeña, pero tenía tres escaparates llenos de bragas y sujetadores. Y detrás, en una esquina, un pijama de caballero. Por esos extraños destellos de lucidez que tiene a veces mi cerebro, deduje que venderían gayumbos.

Y entré.

Tenía que haber esperado.

Lo supe en cuanto seis rostros femeninos se volvieron hacia mi deteniendo sus conversaciones, sin dejar de sostener en sus manos distintas prendas. Dos eran bragas y una unos pantys, pero otras dos eran extrañas mezclas de faja con calzoncillo de lana acabado en puntillas. No sé. Hasta que no me giré a curiosear estanterías no siguieron con la conversación, si bien en voz más baja.

Me atendieron cuando resolvieron todos los asuntos, y me sirvieron dos ocean de aquellos que a la tercera puesta tenían incómodas holguras.

La charla me salió fenomenal.

Pero fue debido a otros factores.

sábado, 10 de octubre de 2009

Sherezade

Sobre la cabeza de Sherezade, la narradora de cuentos de las Mil y una noches, pende un alfanje. Caerá sobre ella si su historia no consigue despertar el interés del sultán. Se salva contando.

Así me siento yo escribiendo el egunon. Cada vez que clico en "publicar entrada" siento que el alfanje seguirá pendiendo sobre mi cabeza, al menos, hasta mañana. Que he ganado veinticuatro horas a la melancolía. Que me he salvado hoy.

Por eso no dejaré de escribir. Por instinto de supervivencia. Por eso y porque estoy convencido, como decía Eduardo Galeano, de que debajo de la aparente estupidez, hay verdadera estupidez. Y que mirarla a los ojos y reirse de ella da sentido a este penar.

Aunque me llamen gilipollas (anónimo y cobarde).

viernes, 9 de octubre de 2009

La leona

“Si ven la leona, conserven la calma”, decía el periódico.

- Y una porra, - dijo Manel, que se comía una ensaimada para desayunar en Can Perico, - como si fuera tan fácil.

Tenía razón, que una cosa es verla desde un 4x4 en un safarí por Kenya y otra dándose una vuelta por Tarragona, tan libre como la parió su madre, comiéndose aquí un ternero, allí un marrano, y más allá una ristra de fuets, y dejando las masías asoladas.

Dicho y hecho. Mantuvieron la calma, apuntaron bien mientras el animal daba cuenta de tres pollos, y mataron al can, un cruce entre un perro de presa canario y un fila brasileño, que es lo que era la leona de marras.

La policía ya se preguntaba el sábado como coño va a haber una leona en Tarragona si en Tarragona no hay leones. Ahora investiga también qué bebieron la noche del viernes todos lo que dijeron que habían visto una leona, quien paga el despliegue de cinco días de agentes de la Guardia Civil, de Mossos d'Esquadra y de dos helicópteros.

Todo pasa porque a estos simpáticos tarraconinos no los estimularon de pequeños como hace una prima política que tengo, y que cuando sus churumbeles tenían seis meses les pasaba a toda velocidad por delante de sus narices unas láminas a todo color con dibujos de cosas y animales, mientras acompañaba con su voz maternal: leona, perro, mesa, rana, merluza, perro, leona. Ahora, con trece años, escriben con las mismas faltas de ortografía que la media de la comarca en la que viven, y sus trabajos los bajan del rincón del vago. Eso sí, distinguen perfectamente un perro de una lavadora. Así que imagino que también distinguirán un perro de una leona

jueves, 8 de octubre de 2009

paralítico sensorial

Mira tú por dónde mi limitación sensorial va a tener una parte positiva.

Tener hipermetropía galopante y presbicia me impide, aún con gafas, distinguir un penalty de un fuera de juego, y por eso en el fútbol estoy más bien callado. Cuando se levanta la gente y gritan gol es que es gol, y yo también me alegro, y ya está, aunque no lo haya visto. Esto no me preocupa mucho, porque el fútbol nunca me ha gustado, y en San Mamés prefiero leer el folleto que dan a la entrada, así siempre tengo la informacion a mano, y ayudo a los de al lado:

- ¿quien es el 14 del Werder Bremen?


- Mertesacker, informo.

Tener presbiacusia me impide escuchar sonidos emitidos en determinadas frecuencias. Y no oigo absolutamente nada cuando están por debajo de 10 Khz. Por eso no puedo ver la tele con la familia (no soy capaz de seguir una conversación entre dos personajes), ni escuchar música en el coche sin provocar una revuelta en el asiento de atrás, ni asistir a conferencias y charlas en las que el ponente empieza con aquello de que "como tengo buena voz no voy a usar el micrófono". Entonces me levanto y me voy. Directamente.

Mis alumnos se ríen bastante, porque en clase me preguntan una cosa y contesto otra, aunque nunca me ha pasado lo que a mi compañera, a la que un alumno andaluz muy gracioso le preguntó, para tomarte el pelo:

- ergtuso frutajbds hyuir`ms jue dsois la puerta?

Y ella contestó:

- sí, ciérrala.

Mi presbiacusia, y ahora os explico por qué estoy tan contento, me permitirá ahora ir a La Coruña, uno de los sueños de mi vida, donde el Ayuntamiento va a instalar emisores de pitidos en una frecuencia que solo pueden escuchar los jóvenes que hacen botellón, pero jamás los adultos, y menos un paralítico sensorial como yo.

Así que me sentaré en medio de ellos para ver cómo se dispersan entre juramentos diciendo aquello de que no les dejan estar en ningún sitio, que es una protesta muy adolescente. Y todo porque la sociedad, las calles, los planes urbanísticos, las infraestructuras viarias, los puertos y aeropuertos, los bares, las aceras, el mobiliario urbano, los precios, los padres, los profesores, los hermanos pequeños, los tíos de Oropesa, los horarios, los calendarios, las vacaciones, los fines de semana, el sol y la luna se han hecho sin pensar en ellos, que son los más importantes y que estaban allí tranquilamente, sin molestar a nadie.

Anda ya!

miércoles, 7 de octubre de 2009

errores

Yo ya noté algo al ver que pasaba las noches en vela yendo al baño después de tomarse tres cucharadas de Agiolax que el médico le había recetado para el insomnio.

Resulta que en España hay 1,4 errores de medicación por pacientes por día, y en Catalunya, que parece que los médicos duermen mejor o están más a lo que tienen que estar, de solo 1,0 por paciente por día.

Los estudiosos del tema lo atribuyen al estress o a la torrija simple de los lunes por la mañana, a veces hasta el martes le llega a uno. Otros lo atribuyen a la falta de motivación, que todos saben que es muy necesaria para hacer una receta. Si no estás motivado las recetas te salen como si fueran listas de la compra. o quinielas. Y los errores suelen consistir en confundirse de paciente, entregar un medicamento erróneo, omitir la dosis requerida o suministrarle una dosis equivocada.

El que no se equivocó fue mi médico, sino yo. Le dije cómo me encontraba, lo que había tomado en similares circunstancias en otros momentos, dijo que todo le parecía estupendo y expendió la receta, sin dosis ni nada, de manera que ahora tomo lo que me apetece. Hay días, así, que me levanto con diarréa, otros con una euforia desatada y otros con dolor cervical. Y para cada uno de esos síntomas tomo otro medicamento que no me recetó el doctor, así que no entra en la estadística de errores.

martes, 6 de octubre de 2009

Emma y Lucero

Busco incansablemente por los rincones absurdos de la vida. Remedio único, pero no infalible contra la tristeza que todo lo ocupa en esta tarde de un igualmente absurdo verano de octubre.

Y buscando encontré a unos señores que premian las investigaciones más estúpidas.

Los premios se los llevaron la doctora Elena Bodnar, de Illinois, el patólogo suizo Stephan Bollinger, y unos investigadores de la Universidad de Newcastle.

La primera inventó un sujetador que puede convertirse en un periquete en un par de máscaras de gas, para tí y para tu novio u otro ser vivo que necesite librarse de un ataque con gas mostaza en el metro.

El segundo estudió cómo en una pelea en un bar es mejor que te rompan en la cabeza la botella de cerveza llena y no vacia, porque ayudada por la carbonación, la botella explota más rápido, y eso minimiza el daño.

Y los ingleses han descubierto que las vacas a las que se llama por su nombre, un nombre que no sea vaca, claro, dan más leche que las vacas sin bautizar, hasta 214 litros más por vaca y año, que no es moco de pavo.

No saben si llamarla Lucero, nombre de vaca por excelencia, la convierte en más eficiente que llamarla Emma, algo más antropomorfo, pero eso lo dejan para optar a los premios del año que viene.

lunes, 5 de octubre de 2009

la felicidad

Hoy estaba hablador y cariñoso, y me ha preguntado qué haría si tuviera mucho dinero. Le he contestado que me deje en paz, que no estoy para pensar en chorradas. Pero él ha seguido pensando, y me ha dejado claras sus opciones:

Primero, pagaría la hipoteca. Segundo, me compraría un ferrari. Tercero, sería feliz, y cuarto, me compraría un avión privado.

Todo bastante normal en un niño de once años.

Pero me ha impresionado su apunte solidario con el tema de la hipoteca. ¿Será que siente su peso, como yo? Y también me ha impresionado su bocadillo de felicidad entre ferrari y avión privado.

Me hace ilusión pensar que cree que ser feliz no tiene nada que ver ni con el uno ni con el otro.

domingo, 4 de octubre de 2009

mejor ser florecilla del campo que viejito que juega al paddle

¡Qué buena noticia! La mayoría de los niños nacidos a partir del 2000 en los países ricos podrá celebrar los cien años, y además con muy buena salud, jugando al paddle en torneos de categoria supersenior.

Los científicos daneses y alemanes que han llevado a cabo la investigación que lleva a estas conclusiones dicen que esta excepcional longevidad no tiene por qué estar relacionada con un nivel de discapacidad elevado. De eso ya me había dado yo cuenta sin investigar nada, sólo con ver a una señora de noventa años de mi escalera subiendo al hombro la bombona de butano hasta el sexto, cantando el chotis "Madrid" para entretenerse por el camino.

Yo siempre me he preguntado dónde está el límite, que parece que lo de los cien años es el summum. Pues bien, este estudio germano-danes publicado en la revista The lancet también responde a esta cuestión, y dice que los seres humanos podríamos llegar a vivir hasta 150 años.

Pero solo si tomamos verduras o frutas cinco veces al día, no desayunamos madalenas, hacemos deporte a diario, no nos estresamos nunca, pagamos siempre los impuestos, que para eso somos ricos y vivimos en el norte, no decimos palabrotas, vamos al monte los domingos con nuestros hijos y con los hijos de otras treinta parejas todas haciendo como que están felices, nos metemos los viernes en una de esas burbujas que purifican el aire, cantamos en un coro, no somos ni profesores ni fontaneros ni socios del Atlético de Madrid.

Y aún así, menudo coñazo. Te jubilas a los sesenta pensando que está todo el pescado vendido, y todavía te quedan 90 años de jubilación.

Me muero. O mejor, me hago flor silvestre. Hoy.

sábado, 3 de octubre de 2009

por robar

Llevaba varios días observando desde la acera de enfrente los movimientos del dueño de la casa. Cuándo entraba y cuándo salía, y vió que a las noches, entre las siete y las nueve, iba con sus amigos a tomar unas cañas. Entonces entró en el piso y distrajo una planta de marihuana de tres metros de alto.

Fue en el Canyet, en Badalona. Y la Guardia Urbana se mosqueó al ver debajo de una marquesina una planta de marihuana de tres metros de alto esperando al autobús, con su tiesto y todo. Al ver llegar a los uniformados, nuestro amigo, aprovechando que había sustraido una planta de marihuana de casi tres metros de alto, se escondió detrás de ella. Y ahí la cagó, porque en el hecho de esconderse la policía encontró un nexo de unión entre la planta y el joven. La policía, como casi todo el mundo sabe, no tiene un pelo de tonta, y no se creyó lo de que aquello no era suyo y que llevaba varios días decorando la parada. Tampoco ayudó mucho que una señora bastante taimada no respaldara la versión del chaval, de que la planta llevaba unos días allí. Y se lo llevaron al cuartelillo, a él y a la planta.

Como nadie vino a reclamarla, que a ver quien es el guapo, la planta creció y creció, regada por Vicky Francino, que es la recepcionista de la comisaría, y con el calorcito y el sol del Mediterráneo se convirtió en la más bonita del Maresme. Y aunque casi todo el mundo se llevaba un par de hojas al salir o al entrar, no se alteraba su porte dignísimo.

En el juicio el joven dijo que robó por hacer un bien, que había visto que el dueño no dedicaba al colosal arbusto los cuidados que merecía. Pero la vieja de la parada volvió a entrar en escena, y testificó en su contra, porque era tía abuela del dueño y dijo que la cuidaba mucho porque de ella dependia el sustento de la familia, aunque no sabía por qué.

La jueza ordenó la busca y captura del sobrino nieto de la señora y vendió la planta a unos okupas que dijeron que en ningún otro sitio como en el pisito que tenían en Caldetas. Y al joven lo dejó en libertad aunque le aconsejó que rehiciera su vida con los okupas a Caldetas, y así no tendría que robar. Y a la señora le dijo que se metiera en sus cosas. Y a la Guardia Urbana que dejara de enredar con chorradas. Y a los de parques y jardines del Ayuntamiento de Badalona que pongan arbustos de esos, que así a nadie le entran tentaciones de robar.

viernes, 2 de octubre de 2009

los huevos al suelo


Carlos Fabra es un señor de Castellón que tiene algún problema en la vista. Lo digo porque siempre va con gafas oscuras, hasta cuando da una rueda de prensa en el salón de un hotel. Está imputado en un montón de causas de corrupción urbanística. Y además de todo lo anterior, es el presidente de la Diputación provincial.

El caso Gürtel me había dejado de interesar. Una vez constatado que algunos políticos son unos sinvergüenzas, ya no me importa saber cuánto de sinvergüenzas son. Así que dejé de leer y escuchar. Pero el otro día la radio me pilló desprevenido y le oí al señor Fabra decir, en relación a este asunto, que oir hablar a otros de corrupción es "como para que se te caigan los huevos del sitio" (del sitio en el que están, me imagino). Al principio me detuve en la contemplación mental fisiológica del asunto, pero enseguida me dí cuenta de que era una metáfora, porque me concentré bastante.

Hombre, ya sé que yo no soy un ejemplo, porque a veces se me escapa una palabrota en mitad del post y alguna ya dirá que qué ordinario, pero me parece que el señor presidente de la Diputación de Castellón ha cometido lo que se viene llamando un "exceso verbal". Un exceso verbal es cuando dices muchos verbos en una frase (por ejemplo, siento tener que decirte que se te han caido los huevos del sitio) o cuando dices algo inconveniente (por ejemplo, y siendo un político y hablando delante de periodistas, siento tener que decirte que se te han caido los huevos del sitio, o algo parecido).

En el caso de este tipo de políticos de gafas oscuras y verbo igual de oscuro, yo abogo por los defectos verbales, es decir, porque hablen menos y trabajen más. La palabra exacta, unas horas de despacho para saber, o recordar, lo que vale un peine... En esa postura es imposible que se te caigan los huevos al suelo.

jueves, 1 de octubre de 2009

ingeniosos catalanes

Barcelona siempre ha estado por delante de todas las demás ciudades del mundo en lo que se refiere a sol, imaginación y creatividad, y así da gusto, porque vas por sus calles y nada deja de sorprenderte. Sus ingeniosos creadores han ideado ahora bancos anti-indigentes, esquinas anti -meones y superficies anti-botellón. Y el resto de ayuntamientos del Universo peregrinan a la ciudad condal a ver si copian algo, porque están de oler a meaos hasta aquí.

Luego vas y tampoco es que se hayan roto la cabeza. En las esquinas anti-meones hay un guardia urbano en una garita camuflada que en cuanto sacas la minga (los meones suelen ser ellos, más bien) te aplica en el susodicho apéndice una descarga eléctrica de seiscientos voltios que se te quitan las ganas hasta de vivir.

Los bancos anti-indigentes son bancos normales y corrientes con cuatro reposabrazos en medio, para impedir que se tumbe nadie, aunque no pueden evitar que se tumben los indigentes delgaditos, que son mayoría, extendiendo sus carnes y huesos por debajo de los apoyabrazos . Y sus mantas por encima, de manera que queda una tienda de campaña de lo más recogido, que cabe dentro hasta el campigas para leer novelas de Estefanía.

Y en cuanto a las superficies anti-botellón, se trata de simples planos inclinados sobre los que es imposible que se tenga de pie una botella cuando la dejas en el suelo. No obstante, como las personas que dejan botellas en el suelo después de beberse el contenido no distinguen muy bien una superficie lisa de la superficie del Cantábrico, tampoco les importa mucho que la botella ruede. Y a veces no se dan ni cuenta.

Así que menos fardar de soluciones ingeniosas y más educador de calle para luchar contra el incivismo.