viernes, 16 de octubre de 2009

Maldito empleado ladino

Severo decidió atracar un banco. Harto de sufrir calamidades y comer garbanzos de lunes a viernes en el comedor de los pobres, robó el colt 45 de juguete de su sobrino y se fue para una sucursal de la Caja Rural en Valencia.

Por el camino iba tratando de recordar cómo era:

- quieto todo el mundo!

No

- manos arriba, esto es un atraco!

tampoco, eso es en el baloncesto

- bueno, ya se me ocurrirá algo.

Pero no se le ocurrió nada, y se quedó allí como un pasmarote delante de los cuatro empleados blandiendo el revólver, que se veía desde ahí que era de mentiras. Uno de los empleados sí que era ocurrente, y le dijo que a ver si pensaba que se chupaban el dedo, a lo que Severo contestó que no, y se fue, dejando el atraco en tentativa.

Los empleados, malvados ellos, llamaron a la policía, y una patrulla, que no tenía cosa mejor que hacer, se personó en la oficina para tomar unas huellas y hacer el paripé.

Y de repente, Severo, que estaba arrepentido y tenía el alma negra de la culpa, entró por la puerta a presentar sus disculpas por el disgusto infringido. El empleado ladino se chivó, y la policía, que verdaderamente no tenía nada mejor que hacer, lo puso a disposición judicial.

Y ahí está Severo, en prisión preventiva, esperando que el juez tenga un ratito para su asunto, muerto de tristeza y añorando los garbanzos que le llevaron a la perdición.

1 comentario:

Sofia dijo...

Si ya se sabe que hacer algunas cosas en un momento de calentón pueden arruinarte la vida. Si pudiéramos tener la suficiente templanza pero sólo en los casos que luego te pueden llevar a arrepentirte, de contar hasta 40 antes de decidirte y pasar o no a la acción, sería una mejora de la humanidad importantísima. De esas que luego se transmitieran por los genes incluso.


Es que me acaba de pasar con un vecino , en estos asuntos de la comunidad que te toca asumir obligatoriamente porque alguien tiene que ser el presidente, que se ha puesto nervioso y luego se ha tenido de disculpar. Un gen ahí al quite, para apagar el momento y no dejarte decir lo que luego tienes claro que no quisieras haber dicho, ¡qué bien vendría!.

En el caso del del banco, si el mierdoso del delator hubiera pensado un poco en el motivo del regreso del asaltante al lugar del "crimen" y se hubiera callado ; o una lucecita para el asaltante para enviar mejor las disculpas por correo...

Otra cosa clara que ocurre es que en pecado nos suele ir la penitencia y eso que aquí el pobre asaltante sólo pecó de pensamiento.
¡Qué injusto es el mundo a veces!, de que poco le sirvió el arrepentimiento de inmediato. Seguramente le sirva en el juicio que le espera, aunque a ver quién le quita todo el sufrimiento hasta entonces, con lo contento que estaría ahora con sólo pensar en la monotonía del garbanzo diario.