martes, 27 de octubre de 2009

Fermín

Estaba un hombre de mediana edad, harto de la vida y sus circunstancias, disparando tranquilamente sus armas contra un locutorio en Hortaleza cuando irrumpió una patrulla de la policía y puso fin al suceso.

Primero le pidieron que se identificara, porque al llegar había dejado de disparar y estaba tan pancho con las manos en los bolsillos.

- soy Fermín

dijo, cumpliendo las órdenes de los uniformados, y acto seguido sacó el armamento de donde lo tenía escondido y reanudó el ataque al locutorio, a lo que respondió el 092 con profusión de disparos de arma corta. Le alcanzaron en las piernas y en el culo, pero las balas no llegaron a hacer efecto del todo porque nuestro amigo pesaba más de doscientos kilos. Si lo pesaban con armas, más de doscientos cincuenta.

Así que vinieron dos ambulancias del SAMUR y una grua de esas rojas de Mapfre, que se las vieron y se las desearon para ubicar a Fermín, ya sin armamento, en la camilla, y esta en el habitáculo del vehículo, y trasladarlo al 12 de octubre, donde le atendió un endocrino y un psiquiatra (de las heridas de bala nadie se preocupó porque ni herida había, que los proyectiles solo habían desplazado un poco de grasa), siempre bajo la atenta mirada del Inspector Rosario.

Confesó que se le había venido el mundo encima al ver la factura de teléfono de su esposa y de su hija adolescente, y que la había tomado con el primer sitio en el que vió un cartel de Movistar, todo por no liarse a tortas en casa.

La noticia pasó sin pena ni gloria por las crónicas de sucesos. Fermín falleció de tristeza a los dos días de ingresar en el Hospital

Las balas aún siguen en su sitio.

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