lunes, 12 de octubre de 2009

Por la paz mundial

Cuando se pone gomina me recuerda a Clark Gable, aunque sin bigote. Porque tiene siete años, claro. Verlo salir de la ducha cada tarde es retrotraerse setenta años en el tiempo. Diez minutos tarda en hacerse una raya perfectamente centrada en medio de la cabeza, y desplazar los pelos a los lados con una pericia que ya quisiera yo para otros menesteres.

Dicen que en la clase le llaman "el antiguo", y me parece demasiado sofisticado para habérselo inventado sus compañeros. Más bien lo atribuyo a alguna de las madres que cada tarde asisten anonadadas a la fuerza del fijador capilar, que permite que salga de las aulas con el mismo aire de galán con el que entró, y la misma mirada azul detrás de sus gafas de pasta.

Envidia cochina, que para sí quisieran ese rubio natural y esa onda sobra la nuca. Y lo bien que queda el conjunto mientras come un bocadillo de chorizo de pamplona, y disputa un balón con el mismo porte que Gorostiza, sin un pelo fuera de su sitio.

Deberían suprimir los parques y las paradas. O limitar los tiempos de estancia de las madres (ya dije en otra ocasión que los padres van menos) en ambos. Perderían las palabras vanas y el chafardeo. Y ganaría la paz mundial.

2 comentarios:

Blanca dijo...

¿Qué tendrá "lo diferente" que nos asusta tanto?!
Somos capaces de "enfrentarnos" a dosis inmensurables de vulgaridad, de estupidez..., siempre que procedan de "la masa"; intentamos, incluso, hacernos uno con ello. Pero, la diferencia...¡Amigo!, ser capaz de salir al mundo con nuestras señas de identidad, cuando "chirrían" con lo que abunda...,para eso hay que tener un talante, que no es facil de encontrar.

Si además el resultado es un Clark Gable..., no intentemos evitar el cotilleo. Que la envidia es muy mala, ¡pero que muy mala!

Pero te diré una cosa, esos ojos azules, ¿no los llevaba Robert Redford en el gran Gatsby??? ¡Pues mejor se lo pongo al chafardeo!

Sofia dijo...

Nos asusta y nos atrae y nos cuesta saber a qué quedarnos.

Como todos somos únicos, aunque nos vistamos igual o distinto, lo difícil es apreciar la diferencia real que caracteriza a cada persona. De ahí la importancia y la dificultad de la comunicación.