lunes, 1 de marzo de 2010

En misa de una los domingos

Quien no se sienta en misa con un niño de siete años en el regazo y una mujer de quince a la derecha no sabe lo que es estar a las duras y a las maduras.

- ¿quien era Abraham?

- un señor

- ¿y qué hacía?

- pues ya ves, mataba vacas y corderos

- ¿y por qué mataba vacas y corderos?

- porque creía que se lo había mandado Dios

- ¿Dios era carnicero?

- Dios es Dios, simplemente.

- ¿y por qué le entró sueño a Abraham?


- bueno, porque se pasó el día matando vacas y corderos, y eso cansa mucho.

Y así sucesivamente, hasta que terminamos hablando del sacrificio de Isaac y de la milagrosa intervención de Caín, que evitó el homicidio. Tal y como cuenta Saramago, que no la Biblia, como sabéis. El pequeño salió de misa pensando que estamos locos. Eso, por pensar.

- ¿en la Edad Media creían que había ángeles en el cielo?

- sí

- ...

- Pero ahora ya sabemos que los únicos ángeles que hay están en la tierra, y son como tú. Yo suelo ver muchos cada día en el pabellón de Bachillerato. Pero hay que saber verlos, porque van camuflados. Sin ir más lejos, el otro día ví uno haciendo un monólogo en un festival del Colegio.

(sonrisa de adolescente) También salió de misa pensando que estamos locos.

Pero como estamos locos...

2 comentarios:

Blanca dijo...

Y mientras tanto, los terrícolas embobados mirando al cielo; y los ángeles, en la tierra: saliendo de misa de una..., haciendo monólogos..., cantando..., recitando..., dando saltos mortales..., marcando ritmos del sur...
Y es que, mientras continuemos buscando las alas..., lo tenemos claro.

Lo de Abraham, la verdad, nunca lo entendí; pero claro ¡a ver quien era la guapa que lo decía en un examen!

Sofia dijo...

De pequeños somos "esos locos bajitos" que decía Serrat y era cuando teníamos gracia de verdad. Las locuras que nos dan de mayores tienen poca gracia y no las entienden ni los locos bajitos.

Entre unos y otros están los ángeles camuflados y los que llevan la versión diablillo incorporada, asomando el ala y el cuerno a ratitos, sin tener claro a qué quedarse.

Pasada la temporada de locura declarada parece más fácil distinguir de nuevo a los amorcillos, aunque muchas veces vayan de seniles malumorados y rebotados con lo que les queda de existencia. Es cuando la espalda se va curvando porque por ahí es por donde van a salirles las alas en cualquier momento y será entonces, cuando llegue ese momento, cuando echemos en falta sus cotidianas locuras.