La única razón por la que en clase acabo desvariando es porque soy incapaz de mantener un discurso coherente. El caso es que estaba explicando a Carlos Marx y acabé hablando de la tendencia natural del cuerpo humano al ahorro de energía. No me preguntéis por qué, porque no lo sé.
Me fijé en un alumno especialmente propenso a dejar su cuerpo en brazos de Morfeo al minuto diez de clase, y le dije como tú, que siempre estás a lo mismo.
- Yo no es que ahorre energía conscientemente, me contestó, saliendo del sopor, es que debo tener alguna fuga.
- Por la que se te va la energía, apostillé.
- Exacto, replicó.
Le invité a despelotarse al llegar a casa y buscar la fuga con ahínco, que no tiene gracia ninguna estar perdiendo energía y no saber por dónde, aunque las sonrisas de medio lado de sus compañeros me hicieron suponer que a lo mejor ellos conocían el origen de la fuga. Y que era vano el esfuerzo del despelote.
Pero lo primero que hice yo, conmigo, fue lo que propuse. Y encontré tantas fugas que empecé a entender por qué a las mañanas tardo dos horas en recordar quien soy y qué pinto aquí.
1 comentario:
Antes de entrar dejen salir; a mí, así me lo enseñaron.
Quizás tu alumno, ante la "ligereza" del tema Marx, y habiendo, quizás, escuchado en la hora anterior cómo alguien defendía con afán alguna teoría económica..., alguna "menudencia" sobre el origen del hombre, o..., destripaba un texto de este o aquel género literario..., ha tenido que optar por permitirse alguna "fuguilla" pa´que el resto le quepa. No sé, por justificar un poco, más que nada.Digo.
Yo también ando lenta por las mañanas.
Publicar un comentario