sábado, 6 de marzo de 2010

dar y recibir

Vine a Madrid a dar y solo hice que recibir. Si, ya sé que la frase está mal construída, que qué castellano es ese, pero es que estoy traduciendo directamente del catalán, que es en lo que pienso estos días. También sé que así, con lo del dar y recibir, ha comenzado otro egunon, en otro día, pero es que me ha vuelto a pasar lo mismo, y mi vida es así, que en lugar de pasarme una cosa distinta cada día, hay experiencias que se repiten. Por ejemplo, la de derramar el zumo de naranja cuando intento trasvasar el contenido del exprimidor al vaso. Es indefectible e impepinable. Si me concentro mucho a lo mejor minimizo la cantidad desperdiciada, pero es que me agoto, tanta concentración, y me digo, bah, si prefiero limpiar a romper alguna neurona. Y luego se me olvida limpiar y me cae un buen chorreo, pero eso es otra cosa que contaré otro día.

Que decía que vine a dar y que solo recibí. El saludo cariñoso de Jose María, que, rodeado de culés y madridistas, sigue al Athletic desde Mérida. Y el agradecimiento de Maite, de Aiegi. Recibí una invitación a comer un pescado único, de nombre tan raro que ya ni me acuerdo, de apariencia extraña, mitad pechuga de pollo, mitad filete de platija, y sabor indefinible, mitad pesto, mitad cazón en adobo, aderezado con una conversación que hizo las veces de aceite, sal y pimienta. Recibí un ibuprofeno 600 que me dió Raquel, de Lugo, al verme flaquear, avanzado el día, y el cariño de dos amigas que conducían desde Granada entre una cortina de agua, preguntándose si no se habrían confundido y estarían en Barakaldo, o en Munich. Y recibí decenas de sonrisas, para echar mano de ellas cuando me falten las ganas de reir.

AENA se sumó a la fiesta y me regaló dos horas con las que no contaba. Para escribir y para leer. Y gratis, sin que yo se las pidiera. Y luego hay quien se queja de la T-4. Desde luego...

1 comentario:

Blanca dijo...

Pasa muchas veces, por suerte, pero como no escribimos el "Egunon", pues..., se nos olvida.

A veces, también ocurre para mal: el otro día fuí a dar una clase...¡y la madre que los parió!!
Pero hoy no enturbiaré tu mensaje.

Y sobre lo del tiempo... A mí me encantan esos ratos con los que no cuento (espera peluquería..., estación..., aeropuesrto..., esperar hora de reunión..., viaje largo en bus...) Son auténticos regalos en este mundo de prisas; procuro, eso sí, llevar un libro en el bolso, y un cuadernillo en el que poder escribir. En su defecto, pienso, que tampoco está mal. Si además hay café..., ¡ni tecuento!
Si no fuera por el murmullo de quejas que en estas ocasiones suele llenar el aire, serían momenetos "cuasi" perfectos.