sábado, 1 de agosto de 2009

velocidad y tocino

La auxiliar de pelo suelto y gesto desenfadado entró en la habitación donde yacía el muerto visiblemente cabreada. Primero dijo a los familiares de la cama de al lado a ver si sabían contar. Y como dijeron que sí como cuando preguntaban al público del "un, dos, tres, responda otra vez", eligió a uno al azar y le pidió que contara cuántos eran.

- Uno, dos, tres.. siete!.

- Muy bueno. Sobráis cinco.

Y echó con cajas destempladas de la habitación a los cinco menos agraciados por la naturaleza, porque eran los que más afeaban el espacio. Y les pidió que se llevaran consigo las palas de pin-pon, la tartera con los rabitos de los pimientos, el come-discos, los periquitos, el surtido de galletas Nebi, la baraja de póker, el tapete verde y la mesa de camping desplegable con sus sillas, la botella de Patxarán, los vasos sucios y esas dos señoras enlutadas de ahí.

Y a los dos que se quedaron les puso a pasar la fregona porque lo habían puesto todo perdido de migas y de coca cola. Y al enfermo, que tenía puesta la corbata encima del pijama porque decía que se iba le soltó un chorreo que se le quitaron las ganas de seguir bromeando.

Luego llamó al celador de guardia y organizó para los siete, en turnos de tres y en la sala de visitas, una clases para aprender a distinguir un amigo enfermo de un enfermo amigo, un bar de una iglesia, la habitación de un hospital del reservado de una discoteca y la velocidad del tocino.

1 comentario:

Sofia dijo...

Me parece que entre tantos valores importantes que
se nos escapan entre los dedos mientras estamos intentando enseñar a contar hasta diez, está el de la sensibilidad y con él emparejado se va, el de la empatía.

Ya sé que debe venir de casa sembrado para nosotros pulirlo en clase. Pero si no se trae y cada vez vienen con menos capas de ciertos valores humanos, ese es uno imprescindible de transmitir.

No se debe vivir de lo que puedes ganar contando las interioridades de los demás, ni las tuyas propias, ni que se vean con más audiencia en la TV los programas donde se despelleja a los demás, se cotillea. No se puede estar visitando a un enfermo como si estuvieras en el patio de su casa.

Hay que fomentar momentos de interioridad y prácticas de lo que puede uno estar sintiendo, para poder empatizar con él. Tanto en positivo como en negativo. Habrá que hacer skechs en clase.
Evitar los comentarios en una boda como: "Ya te has ahoracado para siempre, macho" o si nace un niño, "ahora esclavizados con su horario, ya os habéis jorobado bien, vosotros lo habéis querido". El muerto al hoyo, el rico al pollo".

Caray, tendrá una parte de razón, pero esos comentarios son más de "australupitecus" que de "homo sapiens", o de "homo habilis".
Poner en clase las películas de "Sentido y sensibilidad", "Como agua para choclate", "Tomates verdes fritos", "La decisión de Shophi" y estrujar y estrujar las situaciones y los sentimientos que se expresan hasta que se hagan propios. Aunque haya que prescindir de algunas clasificaciones que están en wikipedia y que lo pueden estudiar en su casa, si quieren.

Se sufre mucho cuando se es sensible...pero lleva emparejada la otra cara de la moneda y no hay derecho a perderse lo que aporta cuando es tan gratificante. Por mi queda innaugurado el cursillo de título: "POR LA SENSEBILIDAD EN EL AULA"