lunes, 3 de agosto de 2009

Los huesos de Descartes


Cuentan que Descartes fue de muy mala gana a vivir a Suecia la última etapa de su vida. Y que la reina Cristina, que tanto empeño puso en conocerle y en aprender de él, perdió pronto el interés en su persona y en sus enseñanzas.

Descartes era de acostarse tarde, que eso de pensar da mucho trabajo, y de levantarse cuando lo pidiera el cuerpo, y la reina tenía el intelecto a punto a las cinco de la mañana, que era cuando reclamaba su clase de Filosofía. Los madrugones y el invierno sueco convirtieron en una birria su cuerpo más bien menudo, y terminó sus días en la residencia del embajador de Francia, con el brazo sajado de las sangrías a las que le sometieron los médicos que lo atendieron y en cuyas artes no creía.

Murió en 1650, y lo enterraron en un cementerio en Estocolmo. Hasta 1666 no procedieron a la exhumación porque, claro, ¿qué pintaba Descartes enterrado en Estocolmo? En el largo camino que recorrieron sus restos hasta llegar a París desapareció el dedo índice de la mano derecha, con la que escribía (se lo quedó un listillo que debió pensar que la sola contemplación de la falange le inspiraría palabras inmortales), y el cráneo.

¿Quién y por qué se quedaría con la cabeza de Descartes, si el cerebro que contuvo, y que albergó ideas novísimas, hasta para gente que nació uno, dos, o tres siglos después de él, había sido ya devorado por los gusanos, y trasplantarlo no estaba al alcance de la medicina de entonces, ni de la de ahora?. A esta pregunta tan larga trata de responder Russell Shorto en un libro maravilloso que se titula Los huesos de Descartes, y en cuya lectura podríamos solazarnos mis alumnos y yo durante todo un año, si no fuera por el dichoso examen de selectividad.

Pena

1 comentario:

Sofia dijo...

Siempre te queda la posibilidad de ponerlo como lectura para un trabajo trimestral o semestral y dejar 15 minutos de una clase semanal, es decir prácticemente nada si lo cogen con ilusión, para dudas, intercambio de impresiones o disfrute compartido de ideas leídas.

O descartar Descartes.