martes, 4 de agosto de 2009

Agur, Juan Mari.

Qué bonito suena un tango en el órgano de San Vicente. Ella quieta mi herida, todo, todo se olvida. Este tango le venia a Juan Mari cuando, como nos pasa a todos los vascos, se juntaba con gente a comer o a cenar y le entraban las ganas de cantar. O aquel otro bolero que dice cuando tú te hayas ido, me envolverán las sombras.

Estas canciones cuentan historias de amor sencillas, de esas de personas, que sienten que la vida se les hace invivible si no es compartida con quien aman.

Yo creo que es verdad, y que vivir es eso, luchar permanentemente contra las sombras. Y que lo más eficaz en esa lucha es el amor, aunque el sentido del humor y la mirada positiva a las cosas ayudan también bastante.

Así que con todo eso, con el amor, con el humor, y con su mirada positiva, y mientras él estuvo con nosotros, tuvimos armas imponentes con las que los cuatro, Marian, Alberto, Jon y yo, fuimos haciendo frente a nuestras sombras.

Y todavía nos dejó un arma mejor: el coraje. Con lo que nos toque después de dividir entre cuatro el que le sirvió para afrontar su enfermedad, tendremos para vivir nosotros y nuestros hijos. Para siempre.

Gracias a Iñigo y a Inma. Decía Hipócrates que los médicos son hombres buenos, peritos en el arte de curar. Pero como lo suyo no se curaba, Juan Mari necesitó lo primero, y lo encontró: un hombre bueno y una mujer buena, inspirados en sus gestos, en sus palabras, en sus tactos...

Gracías a los que estáis aquí, algunos haciendo un montón de kilómetros y otros aparcando unas horas el paseo o el descanso merecido.

Y gracias a los que lo habéis querido a lo largo de estos ochenta años, en su trabajo, en sus cuadrillas y en su familia, desde Cádiz hasta Valencia, Madrid y Barcelona. Habéis sido la razón de su alegría, y por lo mismo, de la nuestra.

También eso nos dejó. Hasta el mismo jueves fue una persona agradecida, y despidió a las auxiliares que le cambiaron la cama con un muchas gracias, guapa. El agradecimiento era su manera de hacer fácil la vida a los demás.

Pues eso, que no lo compliquemos nosotros ahora.

En nombre de mi hermana, de mis hermanos y de nuestras familias, muchas gracias a todos y a todas.

Leído en el funeral de Juan Mari, el 3 de agosto de 2009 en la iglesia de San Vicente,en Bilbao, con la música de fondo del tango de Carlos Gardel, El día que me quieras



2 comentarios:

Sofia dijo...

Fue un funeral personal, cercano, cálido, grato.

Tu lectura Pedro, entre las notas del tango, agradecidas y tiernas dejó ese sabor de lo auténtico y lo sentido.

Gracias a Juan Mari por proporcionarnos ese rato de emoción a los que tuvimos la suerte de poder asistir.

Chus Mendiguchía dijo...

Y gracias a ti por compartir esta despedida con todos los que no estuvimos, de alguna manera nos ha permitido sentiros más cerca.
Desde Cádiz esperamos que en los nuevos días volvamos a reencontrarnos y seguir manteniendo vivo el espíritu de los Mendiguchía, perdón quizás deberíamos decir Mendigutxia. ¡No, no pero si todos deberíamos ser González de Mendiguchía!. No te acuerdas que después de la guerra mi padre Jesús había perdido los papeles y.......

Bueno, lo dicho que nos reencontremos y los reencontremos a ellos, a nuestros patriarcas.