jueves, 9 de julio de 2009

Alcudia


Desde que Arzallus dijo que los españoles iban a vivir en la Euskadi independiente como los alemanes en Mallorca tenía interés por ver cómo viven los alemanes en Mallorca. Y hoy he cumplido mi deseo. Sin empeñarme mucho, porque en Mallorca solo hay alemanes.

A lo mejor soy un poco servero en mis juicios, pero es que el día se torció desde el principio, cuando el conductor cerró la puerta del maletero del autobús sin darse cuenta (bueno, eso dice él, a lo mejor fue un atentado) cuando tenía yo medio cuerpo dentro. Sujeté la puerta con las manos y empecé a gritar, pero como la boca forma parte de la parte del cuerpo que se quedó dentro, no me oía, y me puse a agitar las piernas como si fueran dos esparraguillos sobresalientes de la carrocería. Hasta que cuando estaba a punto de seccionarme el abdomen, abrió. Bajó sobresaltado y me preguntó si me había hecho daño, y le dije que no, que los gritos eran para calentar las cuedas vocales, porque tenía que dar una conferencia en Alcudia, y que el polo lo tenía sucio porque venía de cambiar una rueda pinchada. No te jode.

El entorno urbanístico de la Playa de esta localidad del norte de Mallorca, tan opresivo, tan lleno de grasa, baratija y flotadores como los de Oropesa, Salou, Benidorm o Platja D´Aro, hizo bueno el aire acondicionado de la habitación del hotel, así que me encerré a sentirme Pedro en su casa. Puse el tour. En alemán. Bajé a darme un baño y me encontré con la gimkana de jubilados de la piscina. En alemán. Fuí a recepción a preguntar qué estaba pasando. La recepcionista del hotel era alemana. Ahora me llegan los sonsonetes de la mini - disco para chiquis. En alemán.

Así que me hice amigo del del bar, que era de Manises, y que hablaba una mierda de inglés por todo idioma.

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