
La afición por lanzar cosas lejos es algo con lo que nacemos los chicos. Recuerdo que de pequeño jugaba con mis hermanos a ver quien tiraba más lejos un escupitajo, o a ver quien llegaba con la meada más allá. En nuestro afán de superación, desarrollábamos técnicas que mejoraban nuestras prestaciones.
Como andar con estas guarradas no era nada edificante, y aprovechando que tenían práctica en lanzar piedras para matar animales, los griegos canalizaron esa pulsión hacia el deporte. E inventaron el lanzamiento de jabalina, de disco y de peso. Con éxito, porque la disciplina llegó hasta Finlandia. Y hoy, además de ser los primeros en PISA, los finlandeses son campeones mundiales y olímpicos de jabalina. Y tanto se han aficionado a tirar cosas que ultimamente han puesto de moda el lanzamiento de teléfonos móviles. Los hombres lanzan casi 100 metros y las mujeres algo menos de cincuenta. Esto es porque a ellas les cuesta más desprenderse del celular, y en el último momento, al soltar, ay, se arrepienten, y el teléfono les cae casi al lado.
Así que menos criticar. Podemos invitar al presidente de Irán a hacer de pregonero en las fiestas de Salvatierra. En ellas se entretienen lanzando boñigas de vaca y huesos de aceituna (desde la boca). Y también hay lanzamiento de boina. Así que lo mismo se anima y deja de joder con los misiles.
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