martes, 11 de mayo de 2010

sociología


Yo los domingos los dedico, además de a la gastronomía, a la sociología. Ambas cosas a la vez. Por eso elijo para tomar el aperitivo una terraza en una acera transitada. A ser posible, en una zona peatonal. Y me doy dos horas. Voy pidiendo cosas, no os penséis. Empiezo con un americano con mucho hielo, mitad vermut de solera y mitad campari, que acompaño con unas aceitunas, y para luego dejo los gin tonics con las rabas. Y voy mirando a las personas que pasan, atendiendo a sus conversaciones, tan de domingo cada una. Cuando no pasa nadie echo ojeadas a El País.

El domingo observé que cada vez hay más vascos y vascas que se visten como si en cualquier momento les fueran a proponer un ataque a la cima del Anboto. Y que, esto es lo más aterrador, se visten igual los lunes que los domingos. Van a trabajar con chirucas, aunque den clase en la ESO, y no se quitan el forro de Ternua hasta bien pasado el 40 de mayo, qué calor, por Dios. Y para que los pelos no desentonen con los pantalones de micropana de Decathlon, ellos y ellas se dejan crecer unas greñas que pintan con colores púrpuras y granates. En su defecto, se ponen unas trencitas que hacen el mismo efecto. Visten igual los padres y los hijos, y las madres y las hijas.

Me decidí a volver el domingo que viene, porque oí que tienen comuniones, y quiero ver en qué se transforman.

2 comentarios:

Sofia dijo...

¿Te acuerdas cuando se llevaban para salir a pasear, aquellos chandals rosa fuxia, verde fosforito o azul cielo, conjuntados chaqueta y pantalón y que algunas señoras se lo ponían con zapatos de tacón los domingos? ¡Buá! ¡Impre-sionante!

Supongo que los que ves ahora son hijos de aquellos, pero ejerciendo el choque generacional.

Anónimo dijo...

Tengo una amiga que dice que en ciertos pueblos como Otxandio cuando nace un niño (o una niña), no le regalan la canastilla, sino, la "ternuilla".