viernes, 28 de mayo de 2010

modo aparcado

Aparqué, eché el freno de mano, paré el motor, saqué las llaves, bloqueé el volante, miré por el retrovisor lateral a ver si venía alguien, y como no venía nadie, abrí la puerta empujando hacia afuera con el hombro izquierdo, y no mandé a un perrillo contra la pared de un puertazo porque él, con una destreza que para mí la quisiera, esquivó el golpe metiendose por debajo, de la puerta. Lo que no esquivó fué mi pisotón, al que respondió con un sonido que yo transcribiría como aing, y zafándose a la par que yo me trastabillaba y caía al suelo desparramando llaves, maleta, gafas, sombrero y cartera.

- Joder, dijo el dueño del can.

- Joder, ¿qué?, contesté.

Y ahí quedó todo.

En un alarde de prudencia ahorré el joder cuándo, el joder cómo, el joder dónde y el joder quien, y tambien el joder con el perro. Y el dueño del animal se debió ahorrar también un buen discurso porque puso cara de vaya mierda de humanos que van por la vida asustando perros y se fue.

Todo esto pasa porque mi coche no tiene un dispositivo de autorregulación del espejo retrovisor lateral, de manera que por la autopista permita ver coches y camiones y trolebuses, y cuando aparcas, perritos, gatitos, hurones y lagartijas, pasando del modo carretera al modo aparcado de manera automática.

Mierda de coche que tengo, tú.

1 comentario:

Sofía Cela Echevarría dijo...

Tu coche no está preparado para perros, pero, ¿y lo que está preparado el perro para coches?

Porque no pudo responder más rápido y mejor a tu puertazo. Hasta la respuesta "aing" vino a cuento cuando sintió tu pisotón y vio como te precipitabas al alfalto. Seguro que en su mente pensó "perdón, la que he montao".
La mente del dueño, para ser de humano, no dio para mucha más reflexión sobre la situación al decir "joder", total cinco letras ya había utilizado el perro.

Si es que los chuchos que nos acompañan acaban siendo más listos que los amos. Me contaba ayer la dueña de Limber, que es viejo y astuto no sé en qué mayor medida, que el lunes de tanto calor se fue a la playa con el perro y se colocó cerca del puente en Pobeña, para que él pudiera estar a la sombra tumbado mientras ella lo hacía al sol. Se fue a bañar y le dijo "quédate ahí que voy al agua" (con esa costumbre que tenemos los dueños de hablarles como si tal cosa". Limber se tumbó en la toalla de la dueña y allí estuvo tomando el sol hasta que la vio acercarse, volviendo a la sombra. Una segunda vez, al de ya un rato, se repitió la operación. Miró para atrás la dueña y esta vez el perro le seguía. Le dijo "quédate, que sólo voy a bañarme ". Bien mandado primero se dio la vuelta, se paró, lo pensó dos veces y volvió a seguirla. ¿¿¿¿???? ¿dónde estaba la diferencia respecto de la primera vez? Pues que quería bañarse y acabó en el agua con su dueña.

Si es que son obedientes, entienden prácticamente todo lo que les dices, pero también tienen claro lo que quieren. ¡Son adorables!