jueves, 1 de abril de 2010

Plan de vacaciones: de compras

Esperábamos a que la amable señorita tuviera a bien dejar sus asuntos personales y nos cobrara el bolso que mi hija y yo habíamos comprado a medias, por ser unisex. Delante de la caja había dos frascos de colonia de esos que ponen para que las prueben los clientes mientras esperan a que quiten la alarma a la prenda, la pasen por el escáner, pasen la tarjeta, ésta no va, pruebe con ésta otra, ahora sí, y metan la mercancía en unas bolsas de diseño que hay que desdoblar, en un sin fín de operaciones que dilatan el cobro lo indecible. Miró el niño los frascos y me miró a mí. Adiviné una pregunta en sus ojos y contesté, pónte , si quieres.

Entonces dió comienzo una maniobra de acercamiento más propia de un reportaje del National Geografic que de una tienda de ropa y complementos. El dedito índice de la mano derecha esperaba reposando sobre el botoncito del vaporizador la llegada del dedito índice de la mano izquierda, que se acercaba lentamente para colocar su yema justo enfrente del orificio de salida del líquido elemento, éste vaporizado. La intención del niño era "goler" solo el dedito (no hay forma de aprender correctamente este verbo irregular).

Para observar mejor el fenómeno, acercaba también la carita, y cuando ésta, deditos y vaporizador ocuparon el mismo decímetro cúbico, apretó, de manera que la colonia, como era de esperar, fue al dedito, dos gotas, y a la cara, las otras mil novecientas noventa y ocho.

Perdió la visión por unos momentos, pero no lloró, ni gritó, el muy machote, con lo que debe de escocer eso, porque sabía que había hecho algo malo.

Así que no hizo falta acercar el dedito a la nariz para goler.

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