martes, 6 de abril de 2010

plan de vacaciones: hoy toca museo

Decir que ha repartido su flora intestinal por los cinco continentes sería una exageración. Entre otras cosas, porque solo ha estado en dos: el suyo y otro. Pero allí donde va, y a una hora que nadie, ni el que mejor le conozca, puede precedir, su rostro se contrae, su habitual sonrisa se oscurece, se lleva la mano al vientre, se dobla ligeramente hacia adelante, me mira y dice, como en un suspiro:

- me cago.

Y entonces sé que empieza la cuenta atrás: dos minutos. O encuentro la solución, es decir, el WC, o todo habrá terminado. Y mal, encima.

Como aquella vez, que lo iba anunciando en el metro, y tuvimos que buscar la solución en un bar de la plaza Manuel Becerra, donde se lo hizo encima, camino del excusado. Por diez segundos... Del bar salimos bajo un aguacero del demonio, un domingo de noviembre, pisando los charcos, con el culo al aire, buscando otra solución, digo otro pantalón. A ver dónde.

O como aquella otra en la que obligó a su hermano a ir por delante para avisar a quien se cruzara con él de que lo que venía detrás no era muy bonito de ver. Ni de oler.

Hasta ésta de hoy, en un museo, donde han cerrado los baños para la limpieza estando él dentro. Y me digo ya está, ahora lo disuelven en salfumán. Y qué va. La señora de la limpieza que sale después de hacer su trabajo haciendo así con la mano delante de la nariz. Y él que sale tan pichi, diciendo buf!, a los veinte minutos.

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