jueves, 8 de abril de 2010

Plan de vacaciones: deberes (2)

Sumar es más fácil que restar. Y más bonito. Es natural. En la vida también pasa, que a nadie le gusta perder.

Cuando acompaño a mi hijo pequeño a hacer restas no sé cómo decirle que ésta le ha salido mal, porque yo cuento las llevadas abajo y el las cuenta arriba.

Y peor es cuando no ve un problema. Entonces no sé como hacer para que lo vea. Yagoba tenía en su jardín 218 claveles y 97 rosas. Luego vende 24 flores. ¿Cuántas le quedan? Toma problema de gestión de inventarios. El caso es que no había forma, y se empeñaba en sumar las tres cifras. Como no tenía flores a mano, eché mano de los libros de la estantería. Primero pensé en coger 315, pero estaba claro que el exceso de realismo no garantizaba nada, así que cogí ocho.

- ¿Cuántos libros hay aquí?

- Uno, dos, tres... ocho!

- Muy bien, ¿y ahora? (quité cinco)

- Tres.

- Muy bien. ¿Qué operación has hecho para saberlo?

- Pues contar, un, dos, tres.

Otro fracaso en mi curriculum de padre y de maestro.

1 comentario:

Sofia dijo...

Es que la lógica de los txikis no es la misma que la de los grandes.

Aunque no es exactamente igual, tu anécdota me ha hecho recordar unas con mi hijo. Tenía menos de dos años. Y no se le ocurrió nada mejor, después de encontrar un botón en el suelo, que metérselo profundamente en una de sus fosas nasales.

Vino pidiendo sopitas agobiado y yo con unas pinzas conseguí sacárselo. Pasado el apuro, le pregunto, ingenua de mi: ¿Pero cómo te has metido esto en la nariz?. Me lo quita rápidamente de la mano, me dice "así" mientras se lo volvía a meter...¡Qué sabe un niño de preguntas retóricas!

Pero si hasta cuando la pregunta es sencilla y directa, como el día que también era muy pequeño y venía por el pasillo a la salita donde estaba yo. Oí un porrazo, se levantó rápido y entró llorando. Le pregunto ¿dónde te has dado? y él empeñado en salir del cuarto y decirme "aquí, aquí" señalando el quicio de la puerta. No conseguí saber en qué parte del cuerpo se había golpeado.