jueves, 21 de enero de 2010

low cost (2)

Intentaba decir ayer que lo de subirse a un avión de Ryanair, más que un embarque, es un abordaje. Y entrar en la cabina confirma esta primera impresión, pues es tal el griterio y las maletas y personas que van de un lado a otro, que parece aquello una clase de 3º de la ESO a las tres de la tarde, cuando se ha ido la de Lengua y todavía no ha llegado el de Sociales.

Como te cobran por facturar un bulto el doble de lo que vale el billete, la gente apura bastante el equipaje de mano, hasta el punto de que todos van con el equipaje de mano tradicional, bolso en ellas y mariconera o bolso masculino en ellos, y el no tradicional, que son esas maletas pequeñas en las que va todo exprimido. Y es que si viajas con Ryanair das por sentado que necesitaras solo una toalla para toda la semana, tres calzoncillos, uno para cada dos días, y que las cosas de aseo ya las comprarás en una farmacia de guardia, si hay. Así que te cabe todo. Si tienes suerte puedes hacer que los equipajes estén situados en el compartimento que hay sobre tu cabeza. Si no, vendrán unos extranjeros que te dirán a ver si son estos tus abrigos, y que antes que digas que si y que ni se le ocurra tocarlos, ya los ha mandado ocho plazas hacia atrás. Los auxiliares de vuelo también hacen su parte, urgiendo al personal a sentarse y dejar de tocar los cojones, que no tenemos todo el día. Y así, cuando aterrizas, el caos se reproduce, porque todo hijo de vecino tiene sus equipajes de mano desperdigados por el avión.

Eso sí, va todo tan prieto que nunca se desplaza con los bruscos movimientos de la nave. A los vuelos de Ryanair les deben asignar los controladores el espacio aéreo residual, el que no quiere nadie, porque está lleno de baches, turbulencias y otras protuberancias. Pero el equipaje, en su sitio. De hecho, después de tomar tierra ni dicen aquello de que tengan cuidado al abrir los compartimentos superiores porque los equipajes pueden haberse desplazado y bla, bla.

Cuando despegas, en la medida que entras en un ámbito celestial, piensas que se han acabado las chirigotas.

Nada más lejos de la realidad.

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