lunes, 18 de enero de 2010

atomos de felicidad

Busca que te busca remedios contra la tristeza (no otra cosa alienta este modesto esfuerzo literario de cada mañana) alguien que me quiere mucho y que sabe de mis desvelos me ha hecho llegar estas líneas del retrato de un hombre inmaduro, de Luis Landero. Que hable hoy, pues, el bueno de Luis:

De pronto, todo se simplifica, y aparece, sin anuncio previo, la Felicidad. Su Majestad la Felicidad, a la que todos rendimos pleitesía. Fíjese, hace muchos años, un día, como tantos, fui a comprar el pan y Lucas salió de donde el horno vestido de blanco, risueño, el pelo de harina, y se puso a bromear con los clientes: "¿hay rosquillas?", pregunto alguien. Y Lucas: "hoy no hay rosquillas. ¿Es que no sabes que cuando llueve no se pueden hacer rosquillas?". Nosotros sonreímos, unos mas y otros menos. Crisantos, cartero jubilado, se volvió hacia mi impostando un vozarrón de trueno: "¿no has oído? los días de lluvia no hay rosquillas". Otro añadió no se qué ocurrencia y otros metieron también baza en la burla. Una vieja malhumorada, que se había tomado la cosa en serio, pregunto entonces: "¿de qué habláis ni habláis? ¡Que coño tendrán que ver la lluvia y las rosquillas!" Y todos nos echamos a reír. Le parecía ridículo, y sin duda lo es, pero le juro que por un instante, fuimos felices, allí, en la panadería, aquel lejano día de lluvia. Incluida la vieja. Y ya ve, ahí está ese humilde átomo de vida, invicto en la memoria, en tanto que he olvidado otros de más bulto y representación. Fue solo un instante, pero suficiente para entrever por él lo hermosa y fácil que puede ser la vida. Y es que, en ocasiones, la felicidad se regala sin más, es un tesoro de calderilla que, aun así, sigue siendo tesoro. La vida, que nada vale, lo es todo, ya ve que paradoja.

Ahora un plan: buscar ese momento inolvidable y reírse un rato con él. (Como aquel día, el de hoy, en que a esta mierda de computadora se le estropearon las tildes. ¡Menudo momento de felicidad!)

3 comentarios:

Sofia dijo...

Parece que los momentos de felicidad tienen que ver con la lluvia.

Recuerdo un día de verano que se puso a llover torrencialmente y a mi hija y a mí nos cogió sin paraguas. Había que cruzar una carretera con riada de agua incluida. Saioa y yo fuimos saltando cual cervatillos, ella con sus chancletas y yo con mis zapatos de verano, pretendiendo mojarnos lo menos posible. Ja!

Cuando llegamos a la otra acera nos dimos cuenta que le faltaba la chancleta en un pie. Nos entró la risa a las dos bajo la atenta y seria mirada de un chino que observaba desde la puerta de su tienda, lo que todavía nos hizo más gracia aún, mientras la chancleta corría hasta pararse unos metros más abajo. ¡Qué buen momento riendo bajo la lluvia!.¡Vaya par de chinadas, pensaría el chino!

maika dijo...

Remedios para luchar contra la tristeza...pues sí, yo también diría que se encuentran en las cosas pequeñas del día a día, no en los grandes planes de cambio a los que tan amenudo recurrimos en busca de la felicidad que nuestra realidad se niega a darnos. Normalmente los problemas y las tristezas -como la "Nube Negra" que canta Sabina -se empeñan en acompañarnos allá donde vayamos.

Cuando uno se siente abatido, y sabe porqué, intenta buscar soluciones rápidas para hacer cambiar la realidad que le duele.Tamaña empresa,en cambio, nos suele quedar grande. Sólo el TIEMPO,a fuego lento,es capaz de cocinar las cosas del alma. Al resto de los mortales, que solemos malgastar el poco tiempo de la única vida de que disponemos en cosas vanales o que no nos apetece hacer, sólo nos quedan pequeñas cosas que en un momento dado del día se vuelven mágicas y nos hacen brotar una sonrisa, una carcajada, o por qué no: si eres muy afortunado, unas buenas lágrimas de felicidad .

Ahora bien, no estaría mal buscar el origen de nuestra tristeza. ¿Forma parte de nosotros? ¿Nos la generan otros? ¿La compartimos con otros?¿Se la causamos a otros?...Que la cosa cambia...De esta manera, podremos intuir si esa opresión que nos ahoga la garganta y encoje el estómago o esa desgana y desilusión que a veces impregna nuestra vida van a acompañarnos por más o menos tiempo, o si incluso no nos van a abandonar nunca...Hay que intentar ahuyentar a la tristeza o aprender a vivir con ella...

¡Bienaventurados los que con poco se sienten felices!¡Qué envidia me dan!

Pedro Mendigutxia dijo...

Sobrecoge un poco pensar en toda la vida que verteis en este espacio virtual. Yo creo que el origen de la tristeza esta en que, en el fondo, la vida tiene poca gracia para demasiados. Y a nada que uno sea medio consciente de ello, se le encoge el hipotalamo.