- Hola hija, ¿por qué llevas condones en la cartera?
Mejor así, sin prolegómenos ni dar tiempo a reaccionar al enemigo.
- Brrrffffff!!!
Reacción esperada.
- Vale, ya lo hablamos otro día.
- No, no. Uno me lo dio una mujer que vino al insti a dar una charla sobre juegos eróticos, y otro me lo dio Lidia, que lleva cinco meses viviendo con su novio, porque le sobraba.
- ¿Y a tí te faltaba o qué?
- No, pero dice mami que siempre hay que llevar unos condones encima.
- ¿pero cómo unos? ¿pero cómo unos? ¿pero quién dice esa cosa?
- Papi...
El cuento de nunca acabar. A cada gestión le seguía otra, a cada entrevista una nueva, y el pobre hombre tenía la sensación de no poder con ninguna más.
La historia del hurto de los condones amenazaba con romper su ya quebradiza salud mental, y decidió olvidarlo. Pero no podía, porque las palabras de la niña martilleaban su memoria. Y se preguntaba por qué le tocaba aquello, si él era un buen hombre, que no se metía con nadie. Y además, iba a la Escuela de Padres, lo cual le había permitido conocer los entresijos teóricos de la adolescencia, y además leía libros de autoayuda y los artículos de Bernabé Tierno en el suplemento dominical del periódico.
Nada, ni una sola linea de ninguna cosa que hubiera leído decía qué había que hacer reclamando a gritos que le devolvieran los condones de y si era su madre la que le había dicho que los llevara por lo que pudiera pasar.
Que había que hablar con mami era evidente, pero no veía el momento. Y aquello iba tomando forma, y nombre: el día de los lamentos.
3 comentarios:
Pues le queda un rato a nuestro hombre. ¡Qué pena que no esté el gran Gila para darle unos consejillos! Porque para aquel, el diálogo paterno filial no tenía secretos.
Ena un pis-pas habría zanjado el asunto: una "toñeja" y unos navajazos a la bolsa de las gomitas "pa que aprenda!!!" ¡Tonterías de esas a mi...!
Si, y una llamada por teléfono a la madre, para decir "si,si,si,si,si,si, claro, si si"
¡y a otra cosa, mariposa!
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