martes, 1 de diciembre de 2009

¿Le importa si le digo gorda?



Sigo mi terapia de reposo, con los pies en remojo y escuchando a Schubert y me encuentro con unas gruesas declaraciones de la escritora norteamericana Marilyn Wann: durante muchos años, la palabra "gorda" ha sido un insulto, más que cualquier otra palabra. Pues bien, yo la considero una palabra neutral. Decir "sobrepeso" ya denota connotaciones negativas y prejuicios. Y la "obesidad" es un término clínico, para tratarnos como enfermos. Yo quiero que se me llame gorda. Yo soy gorda.

Pues nada oye. Y yo diciendo que que si te pillan llamando gordo a uno en clase eso es bullying y se te puede caer el pelo. Wann es autora de Fat, so?, un libro pionero en esto del orgullo gordo. Defiende que estar delgado no es equiparable con estar sano, de lo cual doy fe, y dice estar hasta la coronilla de ser tratada de enferma, igual que les pasaba antes a los homosexuales. Hombre, pues teniendo en cuenta que atender a la obesidad cuesta en los Estados Unidos 61000 millones de euros anuales, el 10% del presupuesto sanitario, tampoco es de extrañar.

Enfrente de Marilyn se sitúa la Asociación nacional norteamericana contra la obesidad, cuya portavoz denunció a la escuela de sus hijos porque reparían bollos en las fiestas (no me jodas, si lo mejor de las fiestas escolares es que te pones hasta aquí de donuts).

Se trata de un problema de autoconciencia, porque el 8% de los obesos - segun un estudio de estos estos americanos que lo estudian todo - tiene una idea errónea de su cuerpo, y se creen más delgados de lo que están. También dice el sesudo estudio que uno de los temores más frecuentes entre la gente que viaja en avión es que les toque un gordo al lado. Apunta que Virgin Atlantic tuvo que pagar 20000 euros a una señora por las secuelas físicas sufridas al viajar junto a una mujer obesa a la que la compañía trató de encajar en un solo asiento. Las once horas de viaje le provocaron ciática, un hematoma en el pecho y un desgarro en el tejido muscular de las piernas. Al llegar a Los Angeles se fue a Urgencias, y pasó un mes en cama.

Madre del Santísimo Sacramento.

Ahora yo ya no sé qué hacer. Preguntaré si le importa que le llame gorda. O todo lo contrario.

2 comentarios:

Sofia dijo...

Hay gente para todo. Esta señora o señorita será de las que pertenecen al grupo de Teté Delgado, esa actriz española que también es de su misma línea: estar satisfecha con su gordura.

Lo más coherente, dentro de cuidarse, es estar conforme con lo que te toca; más que nada para sufrir lo menos posible. Pero eso es teoría pura, al menos pienso yo; porque ahora que he engordado no me encuentro nada a gusto y preferiría poder bajarlo pronto y no iba a agradecer ni que me llamasen gorda, ni que me dijesen eso de "que mejorada estás".

Blanca dijo...

¡Qué barbaridad!!! Lo digo por la del avión; que no cuela, ¡ni de palo!! este "síntoma andante", al menos cuando llegó a Los Ángeles, "pa mí" que estuvo acumulando deterioro durante años, y luego ¡ala!! a encajárselo a una pobre mujer que lo único que tiene a su contra es que le aprovecha lo que come.
¡¿Cómo se enterarán algunos -alguna en este caso- de cómo va todo eso de los derechos, que siempre encuentaran motivos para exigir indemnización?!

Y para no meter la pata con el: ¡qué mejorada! ¿Has adelgazado?!... Siempre se puede recurrir al ¡Qué guapa estás!!! Que se agradece! aunque..., no se piense.