sábado, 26 de diciembre de 2009

San Esteban, la hora final

Llevaba retrasando la conversación semanas y semanas, pero al final se lo puso a huevo.

- qué caros, ¿no?, ¿me comprarás tú los condones, mamá?

- ¿...?

- claro, es que si te compras unos condones, ya no tienes dinero para salir el fin de semana...

- pues no, no te voy a comprar yo los condones, así que ya puedes ahorrar.

Aquella conversación de la que fue testigo propició el diálogo posterior. En ella, la madre desglosó todos los argumentos por los cuales hablaba de sexo y de preservativos tranquilamente con la hija. Dijo que le importaba un pimiento que los llevara en la cartera. Que incluso le parecía bien que lo hiciera. Y cuando le cuestionó por la edad de la criatura sacó a colación no se qué estadísticas del CIS que explicaban la cada vez más precoz iniciación de las adolescentes en el sexo.

Todos sus prejuicios fueron desmontados uno a uno, con la naturalidad de quien habla de plantas o de osos hormigueros. Acabó confesando que su postura era timorata y preconciliar. Y lo dejó estar. Renunció a hablar con su hija de otra cosa que no fueran las asignaturas del Instituto y de cómo hacer un buen sofrito para la paella. También dijo a su mujer que el siguiente ridículo delante de la tutora lo haría Rita la Cantaora, y que en adelante se dedicaría a intentar entender cómo es posible que Abraham conociera a Miguel Hernández, entre las flores te fuiste, entre las flores me quedo.

1 comentario:

Sofia dijo...

¡Ay, si esta claro que todo lo arregla una buena conversación a fondo!

Aunque si se descuida un poco lo deja para el 28 de diciembre y luego le cuelgan el monigote en la espalda.