lunes, 21 de septiembre de 2009

vallas


Siempre he creido que eran paranoias de Forges. Que era imposible que Madrid fuera una zanja, y que estuviera en obras todo el día. Y que en medio de esa alucinación el Plan E y sus consecuencias le estarían pareciendo la peor de las pesadillas.

Pero el otro día el taxista me dejó en la dirección que le había pedido y el paisaje era desolador. Entre donde estaba el taxi y el portal había, en orden sucesivo, un hilera de vallas de plástico de color naranja, diez o doce operarios haciendo risas a cuenta del que sostenía una señal de prohibido algo hecha a mano, un foso del que sobresalían unas botellas de litro de fanta y del que salieron volando unos huesitos de pollo (era la hora del almuerzo), una segunda hilera de vallas, estas de color amarillo, una acera sobre la que descansaban unos palés llenos de baldosas que hacía que los peatones tuvieran que transitar en fila india, debajo del andamio que estaba apoyado en la pared del inmueble, y que culminaba la cadena de obstáculos.

- Y yo por dónde paso, inquirí.

- Si quiere le llevo un poco más adelante.


La hilera de vallas se perdía en el infinito, allí donde los árboles de Arturo Soria se confundían con el sky line de la sierra.

- Entonces tendré que coger otro taxi para volver aquí.


- Eso, o tirarse al foso. Cada vez lo hace más gente. Fosos comunes, los llaman. Cada semana pasan unos operarios de mantenimiento y desinfección a echar cal viva.

La cercanía de la muerte cercenó cualquier otro pensamiento, pagué los once euros y me apeé. Salté la primera valla, pedí permiso y bajé al festín del almuerzo. Llevaban una hora y ya estaban con el coñac, pero habían sobrado caracoles y manitas de puerco. Y me aceptaron.

Y fuí feliz allí. En el Madrid real.

2 comentarios:

Sofia dijo...

Es que eres un quejica, las cosas para estar bien, primero tienen que estar mal.

Tu sólo tienes que mirar Bilbao ¿cómo está quedando? Precioso. ¡Y las vallas que hemos tenido que aguantar....!

Un ejemplo de obra que tiende a infinito es la de La Alhondiga. Tal y como avanza,( ah! ¿pero avanza?) pienso que no conseguiré verla acabada y me da pena, mira, eso si. Pero me sirve de ejemplo para ponerla en clase de Matemáticas, al dar los límites cuando la incógnita tiende a infinito. Y lo entienden, los de Bilbao del centro antes que nadie. Yo no me quejo.

Blanca dijo...

Pues sí chicos: "vallas donde vallas" te las encuentras; ¿Pero de qué habrías hablado hoy en tu egunón???? Que siempre hay un lado positivo! Y que nos lo tenemos que repetir muchas veces a lo largo del día; para creérnoslo.
-¿Que cuesta?
-Toma! pues claro!!
- Pero tú te lo repites, y va calando. Y se te olvida que es un lunes de mierda, en el que has llegado "pillá" de tiempo por la puta valla de un conductor que ha tenido un incidente con otro coche,y que como mandan los cánones, te ha puesto su valla "pa que te enteres" Y llegas con un sofoco que te cagas y ya antes de entrar empiezas a acumular retraso, y mientras avanzas por la galería intentando llegar a "tu chirinquito" te van asaltando las "vallas humanas",- éstas son las peores-, con la engañosa frase de :-un minutito; de buenos días, na; ¡que eso se presupone!Y llegas al departamneto, y estás toda sudada, y coges los libros para ir a clase y...
¡El retraso es ya del calibre de día! Que ganas te dan de darte la vuelta y meterte en la cama para ver si se puede volver a empezar con un pie un poco menos gafado.

Menos mal, que de cuando en cuando, te encuentras con un: pasa tranquila, ¿qué tal estás? De un "antivalla", que consigue, que al final, lo del lado positivo, hasta te lo creas.