domingo, 27 de septiembre de 2009

Merma del cociente

Ah, la Universidad! Ese rincón de la investigación y el estudio concienzudo, el lugar desde el que se van resolviendo las pocas dudas que nos quedan acerca de nuestro origen y de nuestro destino, y de la razón de por qué hay gente con pocas luces, también.

De esto último se encargan unos profesores desocupados de la Universidad de New Hampshire, que concluyeron que los castigos corporales merman el cociente intelectual de los niños.

No especificaban, y a mi me parece un asunto del máximo interés, si merma el cociente ese igual un chalo en el culete que una toñeja en la de pensar.

Lo que no alberga ninguna duda es el efecto de los castigos que recibimos. La de hostias que nos dieron! Recuerdo que nuestros errores nos llevaban a rodear la clase, los cincuenta, pasando de uno en uno a recibir un sopapo que a muchos nos dejaba el tímpano vibrando varias horas. Sólo con oir el sonido del golpe de los que te precedían ya mojabas el calzoncillo. O te meabas integramente. En otras ocasiones nos cogían con ambas manos de las orejas para tirar de una y otra alternativamente. Te quedaban las orejas rojas y el corazón encogido. Y un terror insoportable al maestro asesino.

Por cuanto precede puedo asegurar que toda una generación, la del 64, ratifica las conclusiones de los sesudos profesores americanos, y está seriamente tocada en su cociente.

Cosa que sin duda tenéis ocasión de contemplar en estas lecturas mañaneras.

1 comentario:

Sofia dijo...

Pues a mí sólo me dieron un cachete en la escuela.

Me dijo que rematara el mantel que estaba haciendo en clase de costura. Ni media información más. Yo hice lo que me pareció y ella sí que casi me remata, pero donde más me dolió fue en el alma. No me habían pegado nunca, ni antes.... ni después.

Además que pensaba que todo se hubiera arreglado con algún dato previo, que yo era como la voz de mi amo: lo que me decían en clase, era dicho y hecho.

En fín, no sé cuántas neuronas quedaron taradas del sopapo, prácticamente todas sorprendidas y estupefactas.

Sí que siento cierto recelo al tener que decidir cuando me faltan datos. No tengo ninguna duda de que las células cerebrales que quedan de entonces, se ponen a temblar y no terminan de decidirse, por si acaso.
Yo se lo agradezco, no sea que otra decisión precipitada me lleve al camino erróneo. Jodón!
(con perdón) ¡y me lleve otro bofetón!