martes, 3 de noviembre de 2009

Mascletá

Dice el doctor Nicolás González, neumólogo y experto en problemas respiratorios relacionados con el sueño, que las personas que roncan privan a su compañero de dos años de sueño por cada 24 de vida en común. A mi me parece mucho. No creía que hubiera nadie que aguantara veinticuatro años ese suplicio. Ni veinticuatro días. Si el otro ronca, tú no duermes, y si no duermes, no vives. Te tiras veinticuatro años durmiéndote por las esquinas al día siguiente, con un humor de perros, perdiendo un amigo por mes de hartos que acaban de tus bufidos, y luego muchos roncadores no devuelven los años robados. Y eso está feo.

Yo un día que terminé durmiendo en el cuarto de baño de un albergue de montaña pensé que lo habia visto todo en ronquidos. Aquel salvaje atravesaba con ellos puertas blindadas y paredes de hormigón.

En su casa tenían instalados unos paneles de esos que ponen en las autopistas para separarlas de las viviendas cercanas, y tenían que sustituirlos por otros nuevos cada año debido al deterioro que sufrian.

Los que vivían con él tenían un seguro de nervios, y cuando los perdían y cometían alguna tropelía, la compañía les abonaba un tanto.

Pero resulta que no, que no lo había visto todo. El afamado doctor arriba citado dice conocer el caso de un señor con un ronquido de 80 decibelios, el ruido equivalente al de un petardo. Su nombre estaba registrado en varios hoteles a fin de no dejarle alojarse, porque el ruido alcanzaba tres pisos arriba y tres pisos abajo. Eso en vertical. Dios mío.

Su mujer lo echó de casa y los del 092 del municipio, y la policía autónoma de la comunidad. Y cuando el Gobierno estaba a punto de desterrarlo, encontraron la solución. Dormía de día en pueblos de la Comunidad Valenciana, le acoplaban la megafonía y se ahorraban la pólvora de la mascletá. Y a las noches trabajaba en el servicio comarcal de recogida de enseres.

Si el que se agobia con los problemas es porque quiere.

3 comentarios:

Sofia dijo...

Claro, que no es necesario que suban tanto los decibelios para no poder dormir al lado de un roncador/ra.

Este fin de semana pasado estuvimos todo el grupo de montaña en Ordesa, para disfrutar de las maravillas del otoño, paseando por el valle. Pero como las chicas que ya no tenemos pareja compartíamos una habitación, el contraste del día con la noche de ronquidos era demasiado. Además,¿ por qué será que la que más ronca también es la de la conciencia más tranquila y la que más pronto se duerme?.

Menos mal que llegaba el día y los tonos amarillos, ocres, rojos y dorados atenuaba el sueño acumulado y los ronquidos y llenaba el espíritu de belleza y paz perdida durante la noche.

Tener que volver el domingo fue una mezcla de desilusión por dejar de ver semejantes maravillas y de alivio por dejar de oír semejantes decibelios. Y eso que muy delicada llevo unos tapones de farmacia por si necesitábamos usarlos. Hay que reconocer que es todo detalles cuando es consciente, pero cuando pierde la conciencia...

Bego dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Bego dijo...
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