domingo, 15 de noviembre de 2009

Esprendedoras

Lo bueno que tiene preguntar es que a veces te contestan.

En aquel instituto del extrarradio de México DF estaban hartos de recoger las hamburguesas de debajo de los radiadores. No entendían por qué los alumnos despreciaban la comida que con tanto mimo preparaban, para ellos y para otros veinte mil de otros doce institutos, cuatrocientos operarios que trabajaban desde la noche anterior, colocando entre pan y pan la carne, la lechuga, el queso y el tomate. A lo mejor es que estaban frías, de tanto tiempo que llevaban hechas, o resecas, después de pasar por cuatro recalentamientos, o grasosas, vete tú a saber.

Así que decidieron hacer una encuesta de esas anónimas, para saber los motivos del descontento. Descontados los insultos, las imprecaciones, las sugerencias relacionadas con que se metieran las hamburguesas por distintos sitios, y descontados también los que aprovecharon el papel de la encuesta y el anonimato para dirigir una carta de amor a una profesora guapísima, se quedaron con los datos: un 0,6 sobre 10 a la calidad de la comida, un 0 redondo a la temperatura con la que era servida, y un 3,5 a la variedad de los menús (había hamburguesa los días pares y pizza los impares).

Del apartado de sugerencias se quedaron con dos: la de los que pidieron que instalaran en los pasillos máquinas desprendedoras y la de los que sugirieron que instalaran en los pasillos máquinas esprendedoras. Y por más que buscaron, los responsables del Centro no encontraron ni las unas ni las otras.

1 comentario:

Sofia dijo...

¡Ellos sí que son depredadores del lenguaje!