domingo, 21 de junio de 2009

yo vivo en un país... (y 2)


En el país en el que vivo hay un número importante de personas que van a las fiestas aunque no tengan nada que festejar. Se prodigan en extraños comportamientos. Por ejemplo, pueden haber suspendido todos los parciales e ir de marcha el viernes y el sábado. Algunos, hasta el jueves. Por la sencilla razón de que es fin de semana. Dejan la conciencia en el portal, detrás de una planta, y hala. Luego la recogen a la vuelta, o a veces se les olvida porque no están para nada, y andan sin conciencia hasta que se compran otra.

Otro ejemplo es lo que se ve estos comienzos de verano en este país en el que vivo. Cada ciudad, cada pueblo, cada barrio, cada calle, cada escalera, celebra sus fiestas patronales, sus sampedros, sus sanjuanes o sus sankeremos. Aunque no sepan lo que es un patrono. Pues bien, las personas de ese grupo al que me estoy refiriendo van a todas, aunque se les haya caído colonia en un ojo o les hayan extirpado el bazo anteayer. Aunque no tengan el cuerpo de fiesta, van de fiesta.

Algunos van de fiesta aunque hayan asesinado a un vecino. Y algunos van de fiesta porque han asesinado a un vecino. Estos últimos son seres de doble pertenencia, parte del grupo de los que no perdonan una fiesta y parte también del grupo de los miserables, abominable y numeroso, al que me refería ayer.

Dicen los periódicos que dos corporaciones municipales de mi país han suspendido sus festejos. Es su manera de respetar el duelo de la familia de Eduardo, asesinado ayer.

La música que me trae el viento de la noche me dice que otros no han hecho lo mismo.

Lo cual demuestra cuán equivocado estaba Descartes al decir aquello de que el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo. A mucha gente que vive en mi país le ha tocado poco.

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