viernes, 26 de junio de 2009

El hombre solo

El hombre solo de Bernardo Atxaga era un ser al que los cinco días de la novela le pesan como si fueran cinco siglos. A todos los hombres y mujeres solos les pasa lo mismo, ya sean directores de instituto o de centrales nucleares, que lo del tiempo y su discurrir se convierten en una broma pesada.

Al hombre solo su soledad le obligaba a pactar, una tras otra, treguas para llegar a la noche y seguir siendo un hombre, aunque fuera un hombre solo. Treguas con el miedo. Treguas con la ansiedad. Treguas con el pensamiento circular.

El hombre solo, de grande que era su soledad, oía su propia vesícula trabajando. Y cuando la soledad se le hacía insoportable, se preparaba ensaladas con la comida del gato, y se inventaba un personaje en el que vivía hasta que se le pasaba el agobio.

A veces el personaje era la propia soledad, y se acostumbró a pensar en ella como se piensa en una compañía, que a veces no calla, qué pesada, y a veces solo escucha. Lo que le quieras contar. Y que no agobia con consejos.

Morirse también se murió solo, con su familia de vacaciones en las Indias occidentales, vaya por Dios, que no llegaron a tiempo para el oficio.

Pero el tanatorio se llenó de gente, que no supo a quien mostrar sus condolencias.


Emilio cumple hoy 45 años y dirige el mejor colegio de Bilbao.

5 comentarios:

Blanca dijo...

Se nace solo, se muere solo; nacer y morir, límites de un intervalo, en el que no nos lo decimos, porque no nos gusta oírlo, pero en muchos momentos importantes, es la soledad nuestra única fiel compañera. Es cierto que, algunas opciones, elegidas o “comidas” a la fuerza por aquello del sí o sí, dejan más en evidencia esta verdad, y es duro, ya lo creo que sí. Conozco “algún caso”.
Pero nada, como la soledad que uno siente, cuando se tiene la impresión de que una parte de ti mismo te da la espalada. Cuando tu lado derecho no se pone de acuerdo con tu lado izquierdo, cuando tu cabeza y tu corazón no caminan por el mismo sendero, cuando la bombilla ilumina una parte importante del cuadro, pero queda un pequeño rincón en el que tienes que intuir lo que ocurre, y al final, o saltas arriesgando tu integridad, o te das la vuelta, arriesgando también.
Sí, ayer Emilio cumplió 45 años, y lo “celebré” disfrutando de un hojaldre delicioso. Quizás el “café” puso una dosis de amargura en mi desayuno.
Ayer un gran amigo “celebró” su cumpleaños, y además dirige el mejor colegio de Bilbao.

Bego dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Bego dijo...
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Casilda dijo...

Esta entrada me ha dado mucho que pensar, por una situación que no viene al caso.

La cosa es que la soledad no es una grata compañia, no si es prolongada... te da demasiado que pensar.

Sofia dijo...

La soledad en sí no sería ni buena ni mala.

Hay veces que se agradece, se necesita, se disfruta.

Cuando PESA, es cuando tienes que llevar en soledad lo que no quisieras, lo que no te mereces, lo que no te corresponde, lo que no es justo, lo que no tiene remedio, LO QUE SE LLEVARÍA MUCHÍSIMO MEJOR EN COMPAÑÍA.

El tanatorio está muy bien lleno, con los familiares, claro. Acompañémonos también en la vida. ¡Y dónde se va a hacer mejor, que en el mejor colegio de Bilbao!. No lo dudo.

¡Un abrazo Emilio, FELIZ CUMPLEAÑOS!