sábado, 4 de abril de 2009

una piedra perdida

Como había terminado el trimestre escolar sin sobresaltos, mi cuerpo decidió darme uno, e introdujo una piedra en algún conducto renal, de manera que la primera noche de vacaciones la pasé en urgencias, con dos vías y un gotero, por el que me suministraron nosequé mórfico, que es como los sanitarios llaman a la morfina.

El dolor no me dejaba ni pensar, y en medio de mi angustia me hicieron una entrevista. Mientras una persona me ponía un camisón y otra me cogía la vía, una tercera me preguntaba mi edad, que si era alérgico a algo, que si había antecedentes de votantes del PP en la familia, y que por qué pataleaba. Había también un humano vestido completamente de rosa que se había incorporado al equipo y que daba conversación intrascendente, per entretenida, a todos y cada uno. Porque todo el mundo sabe que en el ámbito de la salud, cada profesional puede hacer perfectamente su trabajo, poner una escayola, dar unos puntitos, analizar una orina o escribir una receta de adolonta mientras habla con otros de trivialidades. Aquel hablaba del gimnasio que frecuentaba.

Creo que fue la entrevistadora la que después me pegó unos golpes en la espalda, donde me dolía, y me preguntó si me dolía. Le dije que no, que había ido a Urgencias porque me aburría en casa. Y luego me pregunto si al golpear el dolor se desplazaba. Me recordó cuando mis alumnos contestan a los problemas de Economía diciendo que, ante una variación en las cindiciones del mercado, los precios se desplazan a la derecha, o la izquierda, que da igual. Pues yo ni puedo imaginarme un precio yendo de derecha a izquierda por el escaparate ni a mi dolor haciendo otra cosa que expandiéndose por donde le daba la gana, sin obedecer para nada a los golpecitos de la enfermera encuestadora.

En medio del sopor de la morfina imaginé que no había mejor manera de comenzar unos días de descanso que sentirte tan querido por tanta gente.

1 comentario:

maika dijo...

Visto lo visto, no imagino y no quiero saber qué te depararán las vacaciones estivales(a las pruebas me remito...). ¡Menos mal que cuentas con esa espectacular sonrisa del afanado "calcetero"! No hay nada mejor que dejarse querer...