jueves, 23 de abril de 2009


¿De quién es este señor?, gritó la auxiliar de pelo suelto y gesto desenfadado al abrir la puerta del quirófano y encontrarse una cama con un hombre dentro y sin afeitar. Nadie le contestó porque nadie había. Una hora antes, un celador había dejado allí la cama con el hombre. Hizo lo que le dijeron, porque le habían pedido que dejara el pack cama-persona-gotero en la puerta del quirófano, y él nunca se excede en su cometido. Antes de marcharse, preguntó al señor sin afeitar si sabía hablar. La pregunta le creó tal desconcierto que el señor sin afeitar le mandó a la mierda, porque una cosa es sentirse un bulto y otra que te traten como a un bulto.

En la hora que pasó mirando al techo, llegó a pensar que el mundo se había terminado, y que él mismo también se había terminado, como se terminan las novelas o los bocadillos o los partidos de baloncesto.

La auxiliar de pelo suelto y gesto desenfadado, viendo que nadie le respondía, preguntó directamente al hombre sin afeitar si sabía qué hacía allí. El hombre se tomó tiempo para responder. Era lo único que le quedaba, el tiempo. La dignidad se la había llevado el celador. Y le dijo que había sacado a pasear al perro, pero que le secuestraron unos rumanos que se dedicaban al asalto de chalets y le metieron en el maletero de un coche al que luego prendieron fuego. Y que lo siguiente que recordaba es el olor a hospital y que el día anterior había soñado con ella.

Cuando fue a proponerle matrimonio ella ya se había ido

Este es un pequeño cuento absurdo. Pero, ¿qué quereis?. La vida en el Hospital es así.

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