domingo, 19 de abril de 2009

asco de primavera

Dice hoy un reportaje de El País que, en tiempos de George W. Bush, algunas personas de la CIA recibieron el encargo de diseñar un manual de tortura que no pudiera definirse legalmente como tal, compuesto por técnicas que llegaran hasta el límite de lo cruel o inhumano, prohibido por la octava enmienda de la Constitución. Por ejemplo, encerrar a un prisionero que tiene fobia a los insectos en una caja con una oruga inofensiva, haciendole creer que se trata de un animal venenoso. O el waterboarding, o asfixia simulada, más eficaz si se aplica junto a la privación de sueño (hasta un máximo de 180 horas, siete días y medio) o la manipulación en la dieta. O abofetear con la mano abierta: ("Produce sorpresa, susto y humillación"); o lanzar contra una falsa pared al detenido (técnica llamada walling); u obligar a adoptar "posiciones estresantes"; o amarrar al detenido a la pared con un collar de plástico; quitarle la comida; o despojarle de toda su ropa y sólo permitirle ponerse un pañal durante la noche...

El director de Inteligencia Nacional dice que los informes que contienen esas recomendaciones se escribieron cuando los hombres de la CIA trabajaban frenéticamente para evitar que se produjera un nuevo 11-S. También dice que "estos métodos, leídos en una soleada y segura mañana de abril de 2009, perturban y parecen terribles", pero que defendería a los que los redactaron.

Efectivamente, lo leo en una soleada y segura mañana de abril, mientras escucho a Rachmaninov, y me siento perturbado. Y tengo asco de vivir en un mundo así.

Una de las grandes dificultades para que se respetaran los derechos humanos en aquel país llamado Utilitaria (Steven Lukes, Cinco Fábulas sobre los Derechos Humanos, en "De los derechos humanos, Trotta, Madrid 1998) era que, en él, el bien supremo es lo que es más útil para la sociedad. Los gobernantes de Utilitaria decidían qué, pero utilitas populi suprema lex est. Nadie sabía nunca con certeza qué sacrificios personales se le podían pedir a él o a ella para mayor beneficio de todos, pero no importa, porque los utilitarios tenían tan desarrollado el espíritu público que están dispuestos a sacrificarse ellos mismos, y por supuesto a los demás, por lo que los gobertantes decían que era bueno para la sociedad.

Eso. Lo que dice un magistral Jack Nicholson en la última escena de "Algunos hombres buenos". ¿Os acordáis?.

Que paséis una buena mañana soleada de abril. Con algo de asco, eso sí.

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