martes, 14 de abril de 2009


Ando días dando vueltas a la necesidad de presentarme. La mayoría de los que leen este blog me conocen, pero la magia de la red podría hacerme caer en la pantalla de alguien que no tenga el gusto. Lo que pasa es que no sé cómo hacerlo, fuera de convencionalismos al uso.

La protagonista de la novela que estoy leyendo no tiene tantos problemas. Soy viuda, bajita, fea, rechoncha -dice-, tengo callos en los pies y también, a juzgar por ciertas mañanas que a mi misma me incomodan, un aliento que tumba de espaldas. Como rara vez soy amable, aunque siempre cortés, no se me quiere, si bien pese a todo se me tolera porque correspondo tan bien a lo que la creencia social ha aglutinado como el paradigma de la portera de finca, que soy uno de los múltiples engranajes que hacer girar la gran ilusión universal según la cual la vida tiene un sentido que se puede descifrar fácilmente. Hala!

Según ella, las cosas y las personas se quieren o simplemente se toleran. Y para ser toleradas basta que contribuyan a la ilusión del sentido. Aunque sean gordas y feas. Al fin y al cabo, esto es cuestión de gustos. Y aquello no. Una pieza de un engranaje es algo palpable y mensurable.

A mí me parece un buen objetivo intermedio este de ser tolerado por los comunes para ser parte del engranaje que da sentido a la vida. Ya vendrán otros objetivos después. Quedaría por responder entonces cual es el paradigma del profesor de Secundaria. Y cumplir con él, claro.

Invito a todos y a todas a participar dando ideas, tomando como referencia el arriba citado paradigma de la portera de finca. Serán particularmente bien consideradas las aportaciones de los que no sean profesores de Secundaria.

Ya pensaré en el premio.

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